Efemérides de Juan Manzanares García del 12 de mayo
12 MAYO
La frase de hoy.
Cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la ciencia, la estupidez, la riqueza y la pobreza.
AVERROES
PERSONAJE DEL DÍA
FRANCISCO SALZILLO Y ALCARAZ
Francisco Salzillo, hijo del escultor de origen napolitano Nicolás Salzillo y de la murciana Isabel Alcaraz, nació en Murcia, en el seno de una familia de artistas el 12 de mayo de 1707, falleciendo el 2 de marzo de 1783. Escultor.
Educado en el taller paterno, inició su labor en solitario a la edad de veinte años, cuando, muerto su padre, hubo de coger las riendas del obrador familiar, abandonando, según una tradición no confirmada, los estudios eclesiásticos en el Convento Dominico de Murcia para afrontar las responsabilidades artísticas que tanta fama le darían. La formación de Francisco habría de iniciarse por igual en los campos de la escultura y de la pintura, esta última aprendida con el clérigo pintor Manuel Sánchez, quien le enseñó los secretos de un arte que alcanzó sus mejores logros en las fantasías de la policromía. Coordinados estos estudios con los recibidos en el Colegio jesuítico murciano de la Anunciata, donde cursó Artes, Filosofía y Matemáticas, completó un notable bagaje cultural aumentado con el paso del tiempo y con la amistad surgida con algunos de sus más importantes valedores, como fueron los miembros de las familias Riquelme y Elgueta.
La vida de Francisco Salzillo transcurrió en los límites correspondientes a su ciudad natal y a los definidos por el viejo Reino de Murcia y diócesis de Cartagena, demarcaciones territoriales que en cierto sentido marcaron las fronteras de difusión de sus obras y aquéllas que, por razones de vecindad, al sur de la actual provincia de Alicante, tenían como sede a la ciudad de Orihuela, un obispado desgajado en el siglo XVI de su primitiva jurisdicción cartaginense.
El ambiente artístico murciano en el que se forjó la personalidad del escultor era muy diferente al vivido durante el siglo XVII. A la mediocridad reinante durante aquella centuria, de la que sólo destaca un estimable conjunto de pintores, la escultura no alcanzó más que a satisfacer modestas demandas destinadas a la piedad doméstica y a solucionar las más elementales exigencias del culto.
La presencia de escultores extranjeros fue la primera señal del cambio experimentado en el primer tercio del siglo XVIII con la arribada, en momentos diferentes, de Nicolás Salzillo y del francés Antonio Dupar. A ambos estaba reservada muy diferente misión en la escultura murciana. Mientras el italiano, educado en el taller del napolitano Aniello Perrone, muestra las limitaciones de una formación elemental, unida a sus escasas prendas como escultor, el segundo sería un innovador. Sus obras reflejan el ambiente artístico de formación en una sensual mezcla de componentes italianos y franceses más el importante legado de los talleres de Marsella, especializados en la talla para los barcos reales, en los que se funden la rotunda silueta de las embarcaciones y el lujo y esplendor de la madera dorada poblada de quimeras y dioses marinos, protectores y mensajeros de la grandeza real.
Éstos fueron los componentes esenciales en los que se cimentó la educación artística de Francisco Salzillo y el ambiente que vio triunfar su obra en unos momentos de esplendor económico en el Reino de Murcia, cuya prosperidad promovió importantes cambios en su fisonomía urbana, levantó o reformó parroquias, grandes retablos y obras públicas, especialmente en la ciudad portuaria de Cartagena, y culminó un floreciente proceso artístico en el noble rostro de la fachada principal de su Catedral, obra del arquitecto y escultor Jaime Bort Miliá.
La fama que pronto rodeó su obra creó una leyenda basada en el aislamiento del escultor, supuestamente desvinculado de influencias foráneas y de renuncias como la negativa a completar su formación en Italia y a participar en el inmenso taller creado en torno al nuevo Palacio Real de Madrid.
En efecto, cuando en 1743 fue el escultor inscrito en las listas previas a los sorteos para las milicias nacionales, redactó un memorial en el que se recogían las viejas declaraciones del pasado propias de quienes habían defendido la excepcionalidad de las artes y su origen intelectual. En el decálogo de razonamientos, inspirados en la doctrina del siglo XVII, Salzillo declaró su doble condición de escultor y pintor y esa circunstancia, avalada por una tradición jurídica inapelable, bastaba para que su nombre fuera tildado de las listas de soldados milicianos.
En 1755 Salzillo pretendió el título de escultor de la ciudad en los momentos de la gran actividad dedicada a tallar los pasos procesionales de Viernes Santo. En los años finales de su vida, abrió en su obrador una academia doméstica destinada a la enseñanza del Dibujo, mezclando los viejos modos del aprendizaje tradicional con los inspirados en la renovación emprendida por las academias oficiales. Primer director de la Escuela Patriótica de Dibujo, abierta en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Murcia, murió el día 2 de marzo de 1783, y fue enterrado al día siguiente en el desaparecido Convento de Capuchinas de su ciudad natal. La obra de Salzillo abarcó todas las formas posibles de la imagen religiosa desde la menuda expresión de esculturas devocionales y domésticas a las que poblaban los retablos. Acaso fueron los grupos procesionales realizados para la mañana de Viernes Santo y el famoso Belén de Jesualdo Riquelme las que le hicieron más popular.
Aunque las primeras obras de Salzillo estuvieron dedicadas a concluir los encargos inacabados del taller paterno y los destinados al Convento Dominico de Murcia, su verdadera aparición viene conectada con la presencia en la ciudad de los maestros de hacer retablos oriolanos con los que colaboró a lo largo de toda su vida.
No puede sustraerse Salzillo a los efectos de estas obras en el San Rafael de la iglesia de San Juan de Dios de Murcia como a los influjos ejercidos por el ambiente artístico local o al legado napolitano heredado de su padre. La llamada Inmaculada de Isabelas, hoy conservada en el Monasterio de Santa Clara la Real, coronaba un retablo del siglo XVII. El escultor tuvo que situar a gran altura una imagen que habría de producir la sensación de una súbita aparición, motivo que exigía no sólo la deformación propia de la forzada perspectiva en que se había de contemplar sino los efectos de un manto en vuelo como evocación ingrávida de una visión celestial inesperada. Van a quedar definidos los tipos escultóricos, la importancia de la policromía basada en la oposición de grandes manchas de color (azul, rojo, verde, pardo) combinadas con el poder dominante de los ojos rasgados sobre unas superficies cromáticas intensas en grandes ramos floreados y delicadas orlas bruñidas. Es el momento del San José del Monasterio de Santa Clara la Real, modelo repetido en obras de su etapa final (iglesia parroquial de Santiago de Orihuela y Belén del Museo Salzillo) en vivo contraste con la coetánea Sagrada Familia de San Miguel de Murcia, grupo sorprendido en íntima y sagrada conversación al modo de las composiciones clásicas.
En 1736 realizó el primer paso procesional para Viernes Santo, vendido a la ciudad de Orihuela en 1763.
Desde 1740 hasta, al menos, 1776-1777, se abre la etapa más fecunda para el maestro. Las incertidumbres sobre la composición de grandes grupos quedaron sometidas al rigor de una contemplación que, si bien ha definido un modelo de escultura basado en unas proporciones menudas, se combinarán con la monumentalidad de otras, ofreciendo, acaso, la imagen más acabada de la función representada por Salzillo en la escultura española de su tiempo. Fue, sin duda, el grupo de la Virgen de las Angustias (1741) destinada a la Cofradía de Servitas de San Bartolomé de Murcia, la obra que inauguró tal período. A modo de Piedad, la Virgen exhibe en su regazo el cuerpo inerte de Jesús, combinando la expresión dolorida, acrecentada por menudos angelitos que besan y lloran sobre las heridas de Cristo, la perfecta demostración de sus dotes de escultor en el tratamiento de la anatomía, en el valor del gesto y en la armoniosa composición, doblemente valorada por su condición de imagen de altar y de paso procesional.
La intensidad de los encargos pasionarios no impidió a Salzillo atender otras demandas. En 1754 inició, a instancias del concejo de Cartagena, las esculturas de Los Cuatro Santos, patronos de la ciudad, únicos en los que el artista reveló su concepto de la imagen procesional y en los que puso a prueba las condiciones dimensionales de un canon empírico de seis módulos y su capacidad para reproducir por medio de la policromía la calidad de las telas. Tanto este conjunto como el similar en tratamiento, conocido como El milagro de san Blas para la ciudad de Lorca, el color se convierte en el instrumento persuasivo de mayor fuerza.
Las ciudades de Cartagena y de Orihuela fueron otros de los destinos preferentes de las obras de Salzillo. Conocido en la primera el escultor por el famoso Crucificado, y por los cuatro santos patronos de la milenaria urbe, las cofradías procesionales, californios y marrajos, encargaron sus grupos al escultor, lamentablemente desaparecidos durante la pasada Guerra Civil Española. Para Orihuela realizó diversas obras con destino a los cortejos procesionales y a iglesias y conventos de la localidad.
Desde 1776 el escultor se dedicó al modelado del Belén encargado por el noble murciano JesualdoRiquelme, un personaje culto, inspirador de muchos motivos. La identidad de mecenas y artista produjo felices resultados en la forma elegante de concebir las figuras, en las novedades introducidas en su elegante tratamiento y en una apuesta decidida hacia la modernidad basada en sentimientos del rococó y en la forma de renovar una tradición artesanal, irremediablemente abocada hacia ámbitos culturales obsesionados por la Antigüedad, la nostalgia de la ruina, el pintoresquismo, la pintura de costumbres y la exaltación de la vida natural. Si el Belén español, decididamente abandonaba los espacios conventuales originarios para invadir los rincones de la casa, sus resultados habrían de investirse de la atmósfera elegante y rica de sus nuevos propietarios, asombrados de la fastuosidad que el rey Carlos III había introducido con el monumental Belén del Príncipe en el Palacio Real de Madrid. Los ecos del mundo napolitano difundidos por toda Europa bajo su forma clásica eran referencias inevitables para comprender los valores escenográficos y los puntos de partida. Pero el escultor, conocedor de aquellos logros, en razón de su origen familiar, transformó esa realidad laica en un repertorio de motivos religiosos portadores de la técnica escultórica hispánica, de sus brillantes policromías, del sentido narrativo propio de un relato continuo y de la evocación arcádica del campo español, dando lugar al denominado belén de misterios, escénico y secuencial, que funde sus fuentes de inspiración para ofrecer un marco de referencias históricas en las que el motivo dominante, el nacimiento de Cristo, no quede diluido entre la muchedumbre de acompañantes habituales sino que constituya obligadas presencias ambientales del mensaje universal que transmite. La originalidad de este Belén y, por tanto, de su consideración como paradigma del Belén español, debe invocar estos componentes estéticos y culturales para valorar la importancia de un motivo artesanal elevado a la consideración de obra de arte.
El Belén de Salzillo rebasaba con generosidad las quinientas cincuenta y seis figuras y estaba dotado de arquitecturas como marco escénico para cada etapa del relato, inspiradas en los modelos domésticos murcianos y en la arquitectura palatina de la Corte. Su ejecución abarcó distintas etapas desde 1776 hasta 1783, año de la muerte del escultor, en la que quedó definido el conjunto y trazadas las líneas de homogeneidad presentes en el mismo. A Salzillo corresponden los grupos fundamentales, Anunciación, Sueño de san José, Visitación, Posada, Lectura del Romance, Ángel del anuncio a los pastores, Nacimiento, cortejo de los Reyes Magos, Camino del Templo, Purificación y Huida a Egipto y las figuras del Ciego de la zanfona y La vieja huevera, entre otros. A su muerte, el más genuino de sus discípulos, Roque López, realizó, entre 1783 y 1800, Herodes y su guardia y La matanza de los inocentes. Otros colaboradores modelaron los pastores, rebaños, determinadas figuras ambientales y costumbristas, en las que se impuso el canon creado por Salzillo como forma de unificar todo el conjunto. Esta obra debió quedar concluida, al menos, en los numerosos animales, hacia 1844 en que se redacta el último inventario familiar de los Riquelme. Hoy puede contemplarse en el Museo Salzillo de la ciudad de Murcia.
EFEMÉRIDES DE CARTAGENA DEL 12 DE MAYO
©Juan Manzanares García
-1601. Ordena el Ayuntamiento que durante los meses de mayo y junio que dura la almadraba se sitúen dos guardias en Castillitos para impedir los apresamientos de pescadores por parte de piratas argelino.
También en el mismo año, el Ayuntamiento pide al obispo Don Juan de Ariza que interviniera para que los continuos litigios entre clérigos y frailes se acabasen de una vez.
-1614. Da el alcalde licencia al vecino de esta ciudad, Juan de Espín para que corte 80 maderos de los montes del término municipal.
-1639. Manda el Cabildo que se tome prestado de quien los quiera dar, 250 reales para arreglar las tapias del Cementerio de San Miguel. Los vecinos colindantes son los que asumen dicho gasto para evitar ver espectáculos repugnantes y vergonzosos.
-1642. Se recibe en el Ayuntamiento de Cartagena una carta de Alicante en la que dice que en esa ciudad habían llegado treinta y un navíos franceses y estaban cañoneando la plaza, por lo que avisaba a Cartagena para que tomase las medidas pertinentes.
-1745. El rey, a propuesta del Ayuntamiento concede licencia para que a beneficio del Santo Hospital de Caridad se celebren cuatro corridas de toros en la plaza del Rey.
-1747. Por real orden se manda desguazar los navíos "Hércules" y "Santa Isabel", en el Arsenal de Cartagena.
-1750. En el acta de su cabildo de este día se hace constar por el Ayuntamiento de Cartagena, que habiendo sido muy estériles en estos campos los años anteriores, de 1748 y 1749, tuvo el Rey que proveer a esta ciudad de trigo, empleándose diariamente en el laboreo de pan de 800 a 900 arrobas de harina.
-1779. Una plaga de gorriones invade los campos de Cartagena ocasionando considerables daños en las cosechas. Los justicias de Cartagena y Murcia acompañados de mucha gente armada salen a combatirla lo que provoca que los gorriones se dirijan a los campos de Totana y Lorca.
-1882. Fallece en Cartagena su ciudad natal, Don Bartolomé Spottorno y María, el cual estuvo llamado a ocupar cargos relevantes en la política, que cultivó con sobriedad y dentro de los moldes de su honradez y severidad. Rehusó constantemente la gran Cruz de Carlos III que con insistencia le ofreciese el Presidente del Consejo de Ministros Don Manuel Ruiz Zorrilla. El Señor Spottorno debió preferir ante todo y, sobre todo, lo que para él era infinitamente superior a cualquier condecoración, el respeto y la cariñosa consideración de sus paisanos.
-1962. Fallece en Madrid el almirante Francisco Bastarreche y Bulnes, personaje tan importante como polémico de la posguerra en Cartagena.
-1990. En la ciudad de Cartagena, se reúnen unos cuantos entusiastas bajo la presidencia de Don José María Marín Martínez y, actuando como secretario Don José Zaplana López, fundando en este acto la Comisión de Fiestas de Carthagineses y Romanos, precursora de la Federación de Tropas y Legiones de Carthagineses y Romanos.
-2017. Tiene lugar la presentación del libro La Hospitalidad Santa Teresa en la Historia de Cartagena, 1916-2016, y cuyo autor es uno de los cuatro magníficos cronistas de Cartagena, Francisco José Franco Fernández.
Resaltar que, en la Hospitalidad Santa Teresa en San Antón no se preguntaba, ni actualmente se pregunta a nadie de donde viene, ni sus creencias, ni la religión que profesa. Sólo se pregunta qué necesitan en ese momento de sus vidas. La historia de esta Hospitalidad queda magníficamente reflejada en este libro.