LOS BOLOS CARTAGENEROS, RECUPERANDO LA TRADICIÓN

La Ventana de Eva

LOS BOLOS CARTAGENEROS, RECUPERANDO LA TRADICIÓN

 

Hay una cosa muy clara, las tradiciones no deberían desaparecer. Porque son la historia de nuestro abuelos, de nuestros padres. Ellos no necesitaban más que transmitir de generación en generación esa forma de vida que sin ellos saberlo, estaban sembrando una riqueza cultural infinita. Potenciaban la destreza, aumentaban sus habilidades, hablaban con unos y con otros al aire libre. Disfrutaban, eran felices.

Los bolos cartageneros, junto al caliche, han sido dos juegos deportivos de los más arraigados en la zona del campo de Cartagena. Y así se deberían llamar, Los bolos del campo de Cartagena. La tradición oral cuenta que se jugaba a los bolos en el campo de Cartagena desde el siglo XVI. Pero no tenemos ningún documento que lo pueda confirmar. Pero sí que tenemos la certeza de que a finales del siglo XIX se jugaba a los bolos en ramblas, veredas que adaptaban para pasar un día agradable al solecito, y fortaleciendo partes de su cuerpo que esos hombres de entonces quizá ni lo sabían.

No, no. Yo no juego a los bolos cartageneros. Que seguro que más de uno estará pensando, no la veo yo a ella muy…

 

Bueno, tiempo al tiempo. De repente te cruzas en el camino con personas como David Alonso, y te contagia su ilusión de cero a mil.

David es el Presidente de la Federación de Bolos Cartageneros. ¡Un entusiasta! Es un lujo escuchar a personas que aman lo que hacen. A mí me encanta coincidir con gente así. Y eso que su afición no viene por  generaciones anteriores. Hubiera jurado que sí, por esa ilusión que demuestra, pero no, no hay romanticismo en la historia, ja, ja.

Él se inició en el 2018 en este mundo, y me cuenta que estuvo compitiendo de manera federada. He sido el peor manillas de la historia de los bolos, me dice. El manillas es como el capitán, que vaya términos usan.

Ya será menos. Y si es cierto, da igual. Porque él está luchando por recuperar nuestras tradiciones y vaya si lo está consiguiendo. Ha publicado dos libros y me dice que habrá un tercero.

Os voy a contar una cosa. Yo me he quedado estupefacta cuando han sacado los bolos. Yo, que a veces voy a la bolera del centro comercial cuando me invitan a una partida gratis por mi cumple y les digo que me suban la barrera.

Pues imaginad cuando he visto los bolos. Vamos, finos como un espárrago, pero erguido, claro. Y a saber desde qué distancia lanzas la bola y… ¡Nueve bolos hay en el campo! Misión imposible. Para mí, claro, porque estoy mirando de reojo al chico que me han dicho que es el mejor jugador, y madre mía.

Ya que estoy os cuento con qué materiales se hacen los bolos y las bolas.

La bola se fabricaba con madera de jinjolero. Me dice David que por los laterales de los campos de San Félix y Barrio Peral todavía los podemos ver.

¡Qué ricos los jínjoles!

Las bolas son una obra de arte. Tienen un estriado superbonito. Yo pensaba que sólo era estético, pero me cuenta David que es para que no patine al cogerla y para poder lanzarla con el efecto que quiere darle el jugador.

¡Menudo trabajo el de los torneros! Y por esta zona no quedan más de tres o cuatro. A ver si las nuevas generaciones no dejan que desaparezcan.

¿Y sabéis con qué se han fabricado los bolos? Con las ramas de la bolaga, un arbusto de la zona. Y me cuenta David que antes se fijaban al suelo con láguena. A mí me encanta cuando a veces encuentro zonas donde hay láguena, con ese color moradito, que se utilizaba antiguamente para impermeabilizar los tejados de las casas.

Pero ahora se fijan al suelo con un imán. Renovarse o morir, ja, ja.

Porque mantener el campo es trabajoso, me apunta David. Tiene que tener la arena justa y que el terreno esté completamente liso. Para eso utilizan varias técnicas, las mismas que se utilizaban hace cien años. Hay un rodillo gigante que deja apisonada la zona. También me han enseñado un colchón. Sí, como lo oís, un colchón de goma espuma que también utilizan para perfeccionar el lugar de juego. E incluso una alfombra. ¡Madre mía!

Uf, cuánto trabajo lleva todo esto. Me salgo del cuarto de aperos porque…

¿Pensabais que os iba a dejar sin esa parte humana? ¿Creíais que con la emoción con la que habla David no iba a haber historias detrás?

Eva, mi bibliografía son todas esas personas mayores que he ido conociendo, buscando en cada lugar que sospechaba que se jugó a los bolos hace muchos años.

Me cuenta David que con una serie de fotografías aéreas desde los años 30, va localizando posibles campos destinados a los bolos. Parece mentira que un juego que se transmitía de manera oral en años en los que no existían las comunicaciones, se extendieran, atravesando incluso montañas.

Hasta tres veces se recorrió el campo de Cartagena. Casi 300 campos de bolos activos había en la primer mitad del siglo XX.

Hasta en Ramonete, Mazarrón, Lorca e incluso Totana.

Y precisamente en Mazarrón fue donde se acercó a un grupo de octogenarios para preguntarles si recordaban si se había jugado a los bolos por allí.

Los ojos de esas personas mayores dibujaron toda la emoción de sus recuerdos. Porque le contaron a David que hacía más de 40 años que nadie había vuelto a hablar de aquel juego que tan felices les hizo en sus tiempos mozos. Y aquellas convidadas en las que se unían otras tradiciones como los trovos.

Y así lleva años David, despertando emociones en los mayores, y sobre todo, luchando por recuperar esta tradición cartagenera que seguramente dentro de muy poquito se declarará Bien de Interés Cultural. (* a fecha de publicación de este relato, los bolos cartageneros ya son BIC)

 

Todo está en marcha. Las mujeres han entrado a formar parte de esta historia. Vienen pisando fuerte. Y los niños de los colegios y los adolescentes de los institutos son la esperanza para la recuperación de los recuerdos y las ilusiones.

Porque estos niños están aprendiendo en sus centros de enseñanza, y están acudiendo al campo de juego, al aire libre, para socializar, reír, aprender y recuperar algo tan valioso, simplemente haciendo algo que a esta generación se le está olvidando, jugar con sus amigos.

 

LA VENTANA DE EVA

EVA GARCÍA AGUILERA