MI CAJÓN DE ILUSIONES
MI CAJÓN DE ILUSIONES
El primer granizado de la temporada de leche fresquito en el Kiosco de Pepe y los atardeceres rosas en una noche de verano. Los granizados de Pepe y Apolonia son los mejores del mundo.
El olor de las flores de azahar cuando llega el mes de abril. Los almendros en flor y sus abejas a las que persigo hasta conseguir la mejor fotografía.
Perderme en mi ciudad y aparecer en una calle escondida por donde nunca había pasado.
Una Coca Cola bien fría con una marinera, sentada con amigos alrededor de un barril. Los brindis, los abrazos, las confidencias.
Los pastelitos de la pantera rosa y lo colajets. Aquel polo de hielo con forma de cohete de coca cola, limón y chocolate en la puntita.
El bocata en un cine de verano, las canciones ochenteras y el olor a mar.
Viajar, soñar, sentir, reír y observar. Escribir sin mirar la hora y sonreír relajada cuando la historia ha quedado bonita.
Inventarme la letra de las canciones que no me sé y cantarlas gritando al máximo en el estribillo.
Ver a una pareja de abuelitos muy mayores con ilusión en una tienda comprando sus bolas de navidad nuevas para su árbol.
Los conciertos de Hombres G, los vinilos antiguos y las cintas de cassette.
Coleccionar posavasos de los bares y llaveros. Antes coleccionaba postales, ahora los teléfonos han hecho mucho daño y ya no es lo mismo.
Sacar mi peonza y las canicas, agarrar fuerte el elástico y la comba y… Y comprobar que mi destreza ya no es la misma pero mi ilusión sí.
Me gusta que la gente sea feliz. Que le vayan bien las cosas. Si todos somos felices, los encuentros son un regalo para disfrutar de la vida.
Un combo perfecto. Una bolsa de gusanitos, una Coca-Cola y un libro. Y si es junto al mar, en Cala Cortina... Los gorriones acuden como locos, les encantan los gusanitos. Y como en los humanos, los roles se repiten. El que siempre coge el grande y se va lejos para no compartir. Al que le da miedo acercarse y se queda sin nada. Los que se comen las migajas de los demás. Yo a los miedosos los ficho enseguida. Y me encargo de ayudarles a que se cojan uno de los grandes.
Los abrazos. Pero los que se dan de verdad, los calentitos, apretados, sin prisa. No esos blandengues de cuerpo como a la defensiva, esos ni en pintura.
El olor a Semana Santa, al recuerdo de los helados de la Italiana, los de avellana con el barquillo de chocolate.
Entrar en una papelería de las de antes. Ese olor es el que me ha transportado a mis mayores recuerdos. Puedo oler la goma de nata Milán, las hojas de los periódicos, sentir que tengo en mis manos una revista de Teleprograma. Cuando era pequeña recuerdo que había un cupón para concursar y si ganabas te podían tocar todos los juguetes que se anunciaban en televisión. De ilusión también vivía entonces.
Las ilusiones, las que se desean al aire, a un cielo lleno de nubes de los que te dejan imaginando formas. Las que nos empujan a disfrutar de un día cualquiera.
La ilusión de que hoy tú hayas pensado en las tuyas, aunque para eso hayas tenido que abrir, la caja de Pandora.