ENTRE NUBES DE ALGODÓN

Eva

ENTRE NUBES DE ALGODÓN

 

 

Me gusta la vida envuelta en papel celofán, cubierta de gominolas de sandía y nubes de colores, blanditas, de las que se deshacen en la boca.

La vida auténtica, la que me regala momentos de risas interminables, de canciones en la ducha, a gritos, sin importar que desafines.

Las navidades de aguinaldos con la inocencia de los más pequeños y los villancicos de siempre que nos regalan los mayores.

Me gusta la vida sencilla, de olor a jazmín en verano, a hierba mojada en otoño y a la leña de la chimenea de los lugares fríos.

Disfruto con el silencio de los amaneceres fresquitos, cuando todavía no empezó el día, y de los atardeceres anaranjados junto a amores que ya se esfumaron.

Las canciones bonitas, las que me acompañan siempre, porque algo o alguien especial danzaba a mi alrededor cuando sonaron por primera vez.

Los corazones eternos, entregados, que te hacen palpitar el tuyo cuando ves su nombre en un teléfono iluminado.

Los fuegos artificiales, mirando hacia arriba sus figuras alegres en el cielo, acompañadas de ese chisporroteo que te animaba a pedir deseos cuando eras una niña.

Cuando era una niña, me asomaba en silencio, subida a un pequeño escalón para poder ver por la ventana a alguien especial. Alguien a quien idolatraba y me daba temor perder. Trabajaba, trabajaba sin pausa, pero con la templanza que necesitaba alguien que hacía magia sobre piezas de cristal. Y yo tenía miedo, mucho miedo de asomarme un día a esa ventana que hoy tiene la fachada azotada por el tiempo, y no verlo. Tendría seis años, no más, pero el pánico a la pérdida me acompañó siempre.

Me gusta la vida sin miedos, esa que me ha demostrado hoy que soy más valiente de lo que pensaba y más fuerte de lo que creía.

Me gusta la vida con personas bonitas que te la hacen fácil. Que te acompañan en tus proyectos e ilusiones hasta su último adiós.

Me gusta la vida que te concede su tiempo, aunque al final te lo arrebate antes de lo que pensabas. La vida de días largos, hablando, recordando, cogidos de la mano, en silencio, sin decir nada.

La vida de sorpresas hasta el final, de sonrisas débiles pero en paz, de ojos cristalinos en los que perderte y rebuscar recuerdos.

La vida de familias unidas que arropan y traen calma. Que cumplen deseos y llenan de felicidad a quien nos ha llenado mil instantes de carcajadas espontáneas, de historias interminables, de generosidad y de amor.

Mi vida hoy se resume en una lista de deseos y otra de consejos e instrucciones de aquella persona a la que observaba subida a la ventana de niña. Los deseos están cumplidos y sus instrucciones serán la manera de poder vivir esta vida de ausencia, entre nubes de algodón.

GRACIAS POR TANTO, PAPÁ.