NUESTRO CAMPO DE CARTAGENA, ENTRE POZOS, ALJIBES Y LAVADEROS
NUESTRO CAMPO DE CARTAGENA, ENTRE POZOS, ALJIBES Y LAVADEROS
La tarde está fría y amenaza con oscurecer pronto. Pero el silencio y el entorno arropan los cuerpos deseosos de un café caliente.
No sé qué aura tienen las zonas rurales de las ciudades, pero solo necesitas alejarte unos pocos kilómetros para comprobarlo.
Allí los atardeceres son más rosas, las mujeres hacen Taichí cerca de La Era, los niños le dan patadas a un balón y los vecinos se saludan por la calle y se preguntan a dónde van.
Una vez escribí algo muy bonito, una historia sobre la soledad de los pueblos abandonados, esa España vacía de la que tanto se habla.
Sin embargo, aquí no hay soledad ni abandono. Porque cada vez son más las personas que deciden cambiar su residencia para poder escuchar el silencio. Y otros, otros siempre estuvieron aquí.
Pero no nos confundamos, nuestra zona rural combina la paz con la alegría de sus tradiciones y fiestas, pero lo hacen de la manera a la que se hacía antes.
He dicho que no hay abandono, pero para que eso ocurra siempre tiene que haber alguien que apueste por ese lugar, que quiera devolverle su esencia. Y sí, esta tarde de abrigo con el cuello subido y manos en los bolsillos, la he encontrado. A la entusiasta, la torbellino, la que se remanga rápida para que las cosas salgan. La que reivindica y consigue logros, logros compartidos. Ella se llama Marian Martínez y es la presidenta de la Asociación de Vecinos Los Díaz de Canteras Los Roses y Los Corteses. Y ya se encarga de dejar claro que allí, junto al tesorero y otras personas que luchan por este lugar, hay vecinos muy involucrados en que esta zona cada vez sea más bonita.
Estamos en una zona rural repleta de pozos, aljibes y lavaderos, la mayoría de ellos en estado de abandono. Pero gracias al tesón y el esfuerzo, y por supuesto al apoyo recibido desde el Ayuntamiento, hoy podemos disfrutar de dos rincones increíbles que ya han sido restaurados, El rincón del aljibe y El pozo de la lavandera.
¿Y si comenzamos contando la función de cada uno de ellos?
Un aljibe en un depósito de agua que se usaba antiguamente para almacenar el agua de la lluvia y utilizarla después. Se recogía de los tejados y se conducía al aljibe por unas tuberías, limpiando el agua de residuos con un decantador. ¡Podía abastecer a familias enteras, e incluso para la agricultura y la ganadería!
Y me cuentan que en la guerra civil llegaron a utilizarse como refugios.
El pozo sin embargo es un agujero excavado en vertical que perfora la tierra hasta encontrar la reserva de agua subterránea.
Me cuenta Marian cómo las mujeres de antaño ponían la ropa a remojo con jabón, pero un agua que traían de la localidad vecina de Canteras, pues el agua del pozo no servía para enjabonar. Al día siguiente frotaban la ropa contra las piedras del lavadero y después la aclaraban con el agua del pozo. Era un trabajo duro, y de mucho tiempo. Así que este lugar era también de encuentro y largas charlas de las lugareñas.
¡Qué gran idea lo de restaurar los aljibes! Porque estamos en una tierra donde hace mucha falta el agua, porque las tierras están secas, y sería extraordinario poder utilizar un método de entonces para darle a esta zona todo el cuidado que necesita.
Un lugar situado al pie del monte Roldán y las Escarihuelas, un enclave con una belleza especial y que mantienen esas casas tradicionales del Campo de Cartagena. Un paraje que está recuperando su identidad, porque el agua es vida. Y a cada paso voy descubriendo aquella vida de entonces e imaginando cómo sería si todos los sueños de Marian y el resto de vecinos se hicieran realidad.
Mira Eva, aquí recuperaríamos este pozo con lavadero que hoy está bajo llave. Dejaríamos las puertas abiertas, fuera habría un banco de piedra, en esas paredes habría un mural… ¿no lo ves?, porque yo sí.
¡El entusiasmo y el trabajo no faltan por aquí!, ya lo habréis percibido.
En la zona del aljibe restaurado hay hasta un jardín autóctono. La ayuda y el apoyo de Patrimonio Arqueológico y Descentralización del Ayuntamiento de Cartagena fueron decisivos.
¡La restauración no es solo estética, sino también funcional!
Si llegáis a ver cómo estaba por dentro os quedáis patidifusos. ¡Lleno de escombros! El aljibe y toda la parcela.
Y se ha convertido en un lugar muy bonico para el disfrute de todos, incluso con cine de verano. ¡Cómo lo oís! Un lado de la fachada es cine de verano, donde los vecinos se llevan sus sillas y disfrutan de lo lindo en un lugar desde donde se pueden ver las estrellas. Y en la otra un trovo dedicado al aljibe escrito por La niña de la Magdalena.
Natural es tu bagaje,
te cuidamos con anhelo.
Del oeste es tu linaje
de tu entraña este paisaje
al que riegas con el cielo.
Anda que no he tomado yo limonada casera en este rinconcito, y hasta helado de garrofa. Y estaba riquísimo.
Porque la esencia de un lugar son sus gentes, sus tradiciones, su historia. Se conocen por los apodos, casi nunca tienen prisa…
Por eso han comenzado a preparar talleres de jabón, y mujeres vestidas de lavanderas han recreado esos momentos de nuestras abuelas dale que te pego a frotar, mientras estaban horas hablando que si la María de los Roses se ha echado un buen zagal, o, dicen que los olivos del Pepe este año van a dar olivicas de calidad, él sabrá con qué mimos los cuida.
Dejo volar la imaginación y me quedo sola. Oye, pero que me las imagino yo de verdad. Igual que os imagino a la mayoría de vosotros montando drama porque se os ha roto la lavadora. Pues cuando os pase, acordaros de estas mujeres.
¿Qué os parece si dejamos lo de el frotar se va a acabar y continuamos el paseo?
Los caminos se alargan, las nubes se van dispersando y la tarde noche se cierra. Se respira paz.
La plaza de la Era está en silencio, nada que ver con el bullicio en los días de reuniones de vecinos, o una mañana con cualquier excusa para tomar el aperitivo.
Es un pequeño pulmón, un punto neurálgico de este entorno donde el horizonte cobra relevancia a nuestro paso y que espera que se haga realidad ese proyecto que tienen en mente los vecinos, donde quieren que con plantaciones de arbolado y recuperando el uso de la caña y la piedra seca, disminuir la temperatura. Un lugar de descanso para tantas personas, senderistas, ciclistas que escapan a este lugar donde sienten que el tiempo se ha parado para ellos.
Me lo cuenta Marian con tanto entusiasmo, que ya me veo yo por esos parajes con mi bici. Bueno, que no monto en bici desde hace mas de 20 años. ¡Pero si me he visto, me he visto!
Venga Eva, vamos rápidas que se nos hace de noche, me dice la presi. Ja, ja. Lo que ella no sabe es que estoy viendo una cuesta algo pronunciada y…
Subo la cuesta. Cuando subes con algo más de esfuerzo de lo normal casi siempre te espera un regalo.
Un aljibe cisterna privado está al descubierto para nuestro deleite. Es original, eso está claro, y también espera su rehabilitación. La cisterna con cubierta abovedada tiene un decantador de depósito para restos de sólidos.
Desde allí arriba observo cómo en el paisaje se dibujan las sombras de los almendros, las siluetas de los pinos carrascos y los olivos. ¡Llegar hasta aquí ha merecido la pena!
Los vecinos cuidan los garroferos para recuperar los postres de sus abuelos, incluso me cuenta Marian que también se utiliza su fruto, la garrofa, para hacer infusiones calentitas en una tarde como la de hoy.
Y entre cañizales y cañizales me sale al encuentro un aljibe con lavadero y mirador aderezado de un paisaje silencioso, lavaderos con pozo…
Hablando de cañizales, ¿sabíais que son plantas invasoras? Pues quieren recuperar su uso para la construcción y fabricar artículos de todo tipo. Y ya por aquí han tenido la idea de hacer talleres artesanales, como los sombrajes para la Plaza de la Era que os he contado antes, e incluso instrumentos musicales.
¡A estos vecinos no se les escapa ni una!
Y yo que siempre he dicho que soy mujer de ciudad, cada vez me gusta más refugiarme en este silencio de anocheceres tempranos, subir al mirador que pronto lucirá bonito y desde donde ya puedo imaginar el olor a romero y lavanda mientras la águilas vuelan a sus anchas, reinas de ese entorno protegido. Porque esta noche, si me dejan un poquito en silencio, voy a decirle a Pedrín, el cabrero, que los colores ya saltan de alegría preparados para que la fachada de su antigua ganadería rezume cariño a raudales, balidos y sonrisas de todos los que le tienen en el recuerdo.
FELIZ DOMINGO