Roland Garros y Carlos Alcaraz: El análisis

Roland Garros y Carlos Alcaraz: El análisis

Roland Garros y Carlos Alcaraz: El análisis

Abril marca el inicio de la competición en tierra batida. La suma de torneos en esta curva del calendario es fundamental para llegar a Roland Garros con aspiraciones de levantar trofeo. Carlos Alcaraz, salpicado todavía de una apabullante tardoadolescencia, buscará en París hacerse con el segundo Grand Slam de su carrera, después de que el curso pasado se llevara el US Open y lograra con ello colocarse como el número uno más joven de la historia del tenis. Su entrenador, Juan Carlos Ferrero, desveló hace unas semanas que el objetivo prioritario de su pupilo para esta campaña no es otro que el de ganar la Copa de los Mosqueteros.

La juventud del murciano, que apenas tiene diecinueve años, impide aún valorar, al menos de forma representativa, su experiencia a lomos de este tipo de torneos. Ahora bien, en la memoria permanecen las que han sido hasta la fecha sus mejores actuaciones en Roland Garros: en 2021 alcanzó la tercera ronda contra Jan-Lennard Struff, y un año más tarde se plantó en unos cuartos de final apasionantes, donde no pudo resolver el partido contra Alexander Zverev. 

Fue este último duelo el que puso fin a la racha de catorce triunfos consecutivos que Alcaraz acumuló en pista de arcilla hasta ese momento. El alemán tuvo que desplegar su mejor tenis durante más de tres horas para deshacerse del jugador de El Palmar. Este dejó claro en la batalla parisina que le sobra carácter, que es un ídolo precoz y que ha pasado de ser una joven promesa a convertirse en un tenista capaz de ganar todo lo que se proponga. Si bien es cierto que el aficionado español echó de menos el encuentro de la siguiente fase, en la que esperaba Rafa Nadal, el territorio conquistado hasta ese entonces sirvió de aprendizaje.

El camino hacia Roland Garros, el único Grand Slam que se disputa en tierra batida, exige depurar la técnica en este modelo de superficies. Las pistas son más lentas, disminuyen la velocidad de la bola y requieren de un juego mucho más agresivo. Es aquí donde ganan peso los liftados y las dejadas, dos movimientos en los que Alcaraz es un verdadero maestro. La explosividad y la precisión se ocupan de completar el asunto. Ferrero tiene claro que la vía para afinar todas estas variables antes de París pasa por someter a Carlitos al Godó y a los Masters de Madrid y Roma. 

El tenista defiende esta temporada esos dos primeros títulos, así que no le servirían para puntuar si consigue ganarlos de nuevo. No obstante, el objetivo no es tanto el de ascender en el ranking como el de pulir una buena fase preparatoria de cara a la gran cita francesa. El murciano busca un punto extra de ritmo competitivo que pueda favorecerle en el torneo, y es que a día de hoy ni Rafa Nadal, lleno de dudas, ni Novak Djokovic, lejos de su mejor nivel, parten como favoritos. De hecho, los pronósticos en las apuestas de Roland Garros no están mostrando grandes diferencias entre las opciones de victoria que acumula cada uno de estos tres jugadores.

Alcaraz lleva tiempo frecuentando ese territorio de emociones que sólo conocen los vencedores contrastados, los héroes genuinos. Su urgencia ya no es la de persuadir desde el anonimato, sino la de contraer un relevo generacional que exige trofeos gruesos. La diferencia de roles no pasa desapercibida, pero el palmareño no se arruga; hace sólo unas semanas declaró tener entre ceja y ceja el Abierto de Francia. Su gira de tierra empezó con la victoria en Buenos Aires y continuó con la final en Río. A falta de otras tres paradas antes del segundo Grand Slam del año, Juan Carlos Ferrero aclara que la plenitud está cerca, que el jugador “está entrenando bien, adaptándose a la superficie y virandoadecuadamente de la hierba a la arcilla”.

La explosión de Carlitos en el panorama tenístico tuvo lugar en 2022, en una temporada en la que supo hacerse un hueco en la cúspide a base de conquistas clave; entre otras cosas, le sirvieron un par de Masters 1000 y el triunfo en el US Open para escalar hasta la primera plaza del ranking ATP, que mantuvo hasta el pasado mes de enero. Fue el primer tenista en llegar a lo más alto tras dieciocho años de hegemonía compartida entre Nadal, Federer, Djokovic y Murray. El relevo parece asegurado.