Madrid, 17 de julio de 2025. - “Mientras los impactos climáticos nos muestran su crudeza, la administración de la Región de Murcia permite proyectos que recuperan modelos pasados que ya están obsoletos y ponen al límite los ecosistemas costeros que nos protegen”. Con estas contundentes palabras resume Elvira Jiménez, coordinadora de campañas de Greenpeace la situación del litoral murciano en la presentación, hoy, de una nueva edición del informe Destrucción a toda costa , que viene señalando, desde el año 2000, el imparable deterioro de las costas españolas. En esta nueva entrega, se detallan los impactos del cambio climático y el urbanismo en el litoral murciano, que se pueden visualizar en un mapa satelital , también elaborado por Greenpeace.
El informe Destrucción a toda costa 2025: impactos del urbanismo y el cambio climático en el litoral es una investigación exhaustiva de la organización ecologista que pone de manifiesto cómo protegernos de los impactos del cambio climático es uno de los principales desafíos sociales, económicos y ambientales a los que se enfrenta el país. La elevación del nivel del mar, el incremento de la temperatura del agua, el aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, la erosión del litoral y la pérdida de biodiversidad costera y marina son algunas de las consecuencias que ya se están manifestando a lo largo de la costa.
Tras años de haber explotado el litoral, se han dilapidado muchos ecosistemas costeros que nos protegen. Greenpeace señala las playas y zonas urbanas que se verán más afectadas para 2050 en un escenario moderado de reducción de emisiones según la información científica disponible (1).
Ante una costa artificial, la vulnerabilidad aumenta dramáticamente y con ello las consecuencias. Sin embargo, como denuncia Greenpeace, la gestión del litoral no está avanzando de forma paralela a esta realidad, y advierte que hay que acelerar las medidas de mitigación y adaptación que reduzcan la vulnerabilidad de la costa y de su población. También se observa la falta de coherencia entre las políticas de ordenación territorial y la necesidad urgente de aumentar la resiliencia de estos territorios.
El litoral de la Región de Murcia en peligro
A lo largo del litoral mediterráneo se está produciendo una reactivación urbanística que evoca los años de la burbuja inmobiliaria . Bajo argumentos de reactivación económica o solución a la crisis habitacional, reaparecen proyectos residenciales de gran escala, urbanizaciones turísticas y desarrollos en primera línea de mar, ignorando la realidad de los impactos del cambio climático en esta zona y ocupando los últimos tramos del litoral que quedan sin transformar en una costa saturada. El resultado final es el que ya conocemos en muchos puntos de la costa, especialmente la mediterránea: la saturación del modelo turístico.
Es el caso del proyecto para la construcción de un camping dentro del espacio protegido del Parque Regional Cabo Cope y Puntas de Calnegre, que ocupará 23.500 metros cuadrados con parcelas, servicios, instalaciones deportivas y aparcamientos. La reactivación del proyecto de complejo residencial Isea Calma con 129 viviendas en primera línea en Águilas frente a la Isla del Fraile, en una parcela de 18.000 metros cuadrados es otro ejemplo. También se encuentra amenazado otro pequeño espacio libre de urbanizar de la costa murciana, en el municipio de La Azohía, con el proyecto de construcción de un edificio de 135 apartamentos en la zona conocida como el Palmeral, en la playa de San Ginés, que tendría impacto en el Mar Menor. Otra causa de alarma en el avance de la restauración de este espacio único es la posible modificación de la Ley 3/2020 de recuperación y protección del Mar Menor, antes de octubre de 2025, tras incluirse su revisión en el pacto entre el PP y Vox para la aprobación de presupuestos.
Al mismo tiempo, las previsiones sobre los impactos del cambio climático llenan el mapa de la Región de Murcia de muchos puntos de riesgo. Y es que las estimaciones científicas muestran que la subida del nivel del mar será de hasta 22 centímetros (que implica un retroceso de 22 metros) (2), con la subida más alta en el entorno del Mar Menor y Cabo de Palos. En el escenario moderado de reducción de emisiones (3) se inundarían 622 hectáreas de litoral, de las cuales 100 corresponden a zonas urbanizadas y 60 a zonas dunares. Las zonas más afectadas por esta inundación permanente serán el norte de La Manga, las poblaciones costeras del Mar Menor (San Pedro del Pinatar, San Javier y los Alcázares), las salinas de Marchamalo y Cartagena.
Los puntos con mayor impacto de erosión a causa de la subida del nivel del mar y el efecto de los temporales son: playas de Cala Reona, playas de Águilas, bahía del Hornillo, playa del Rafal, playa de La Galera, cala Blanca, cala de Calnegre, playa Percheles, playa Cueva de Lobos, playa del Rincón, playa del Gachero, playas de la Ensenada de Mazarrón, playas de La Azohía, playa de El Gorguel, playas Parque Regional de Calblanque, playas del Descargador, cala del Muerto, playa de Calafría y playa Esculls de la Llana.
Soluciones para la costa
Es urgente hacer frente a estos riesgos. Tan sólo con una reducción moderada de las emisiones de gases de efecto invernadero se podría evitar el 40 % del retroceso de las playas de todo el mundo. Para 2050, proteger y conservar las playas supondría un beneficio 150 veces superior a dejar que sigan deteriorándose.
Las principales soluciones que plantea Greenpeace son:
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Acción climática urgente y ambiciosa . Proteger la biodiversidad y diseñar un nuevo sistema energético en el que se reemplacen los combustibles fósiles y el uranio por energías renovables.
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Proteger, restaurar y renaturalizar la costa . La naturaleza y sus procesos son los mejores aliados para mitigar, en las zonas costeras, los impactos de la subida del nivel del mar, de inundaciones y temporales. Las soluciones basadas en la naturaleza, que emplean los procesos naturales como remedio ante los impactos negativos, son eficaces y menos costosas que las clásicas medidas de infraestructura gris. Es imprescindible preservar los tramos de costa virgen que han sobrevivido, especialmente humedales, playas y dunas que actúan como barreras protectoras. Hay que restaurar todos los tramos posibles de costa, pensando en el futuro y en la necesidad de que nos protejan adecuadamente, y abandonar las costosas que son sólo medidas parches temporales, como la regeneración artificial de playas o el mantenimiento de infraestructuras obsoletas.
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Reducir la exposición al riesgo . Utilizar los datos y la cartografía sobre impactos y riesgos ante la inundación y la erosión. Evite reconstruir y habitar zonas gravemente afectadas por inundaciones o temporales marítimos. Paralizar los proyectos urbanísticos en transformación que contemplan edificar en zonas con riesgo de inundación e impedir el uso de medidas estructurales de mitigación de la peligrosidad de inundación como vía para generar espacios urbanizables. También hay que prohibir la calificación como urbanizable de los terrenos cuya peligrosidad se ha mitigado tras la construcción de una obra estructural.
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Adaptación transversal, local y participada . La adaptación al cambio climático tiene un fuerte componente local por lo que es necesario un análisis de los riesgos y vulnerabilidades en cada municipio, que deben traducirse en planos de adaptación. Son necesarias estrategias a nivel nacional y regional y deben contar con la financiación adecuada. La participación ciudadana es fundamental.
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Poner coto a la turistificación contando con la participación comunitaria . El sector turístico es un factor determinante en la gestión de la costa. Es urgente abandonar el discurso cuantitativo y la cultura del crecimiento continuo, por uno cualitativo que conduzca a una reforma estructural que aúne las necesidades de la población residente y los límites ambientales para poder desarrollarse en equilibrio. Hay que avanzar en la regulación con moratorias a las viviendas turísticas, erradicación de la oferta ilegal, reducción de la actividad aeroportuaria, limitación de la entrada de vehículos en las islas, refuerzo del transporte público y el control de aforo en espacios sensibles.
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