Rincón Literario Dominical de Paco Marín: "La lentitud de los bueyes"

La lentitud de los bueyes

TÍTULO:     La lentitud de los bueyes

AUTOR:      Julio Llamazares

                Ilustrado por Leticia Ruifernández

EDITA:      Nørdicalibros (2025, marzo) -Poesía-

 

Encuadernación: Tapa dura. Tamaño: 15 x 21 cm. Número de páginas: 52. PVP: 19,50 €. ISBN: 979-13-87563-07-3

 

Le he pedido a mi amigo y contertulio, amén de escritor (ganador del VII Premio Internacional de Poesía Mística San Juan de la Cruz 2024, con su obra “Espiritual de Chicago”) Ignacio Borgoñós que haga la reseña de “La lentitud de los bueyes”. Muchas gracias por aceptar.

 

Leer a Julio Llamazares siempre es una buena noticia. No obstante, su novela “La lluvia amarilla” está en mi top ten de libros escritos en castellano y su inclusión entre los elegidos de la editorial Cátedra así lo avala o, al menos, no desencamina mi elección. Pero si de lo que se trata es de su poesía, la apuesta se redobla, puesto que lleva sin publicar poesía Dios sabe cuánto tiempo y, por tanto, las dos obras maestras que firmó cuando era joven, esto es, “La lentitud de los bueyes” y “Memoria de la nieve” —por cierto, ésta última también en el olimpo de Cátedra—, hacen que la buena noticia sea ya estratosférica, aunque en el caso que nos ocupa sea para releerlo, puesto que no es un nuevo poemario sino uno ya consabido.

Pues bien, si a este elemento se le suma una edición cuidada como las que siempre lleva a cabo la editorial Nórdica, además de magníficamente ilustrada por Leticia Ruifernández, el notición editorial es ya de órdago. Y este notición es el que aquí convoco, la bienvenida a las librerías de “La lentitud de los bueyes” en Nórdica. O, lo que es lo mismo, una pasada.

En estos tiempos donde todo va tan deprisa, donde nadie se hace preguntas ni se para a pensar más allá de los empleos que queman a los trabajadores, más allá de la sociedad del rendimiento y de TikTok, de la inmediatez, del pasar por delante de un cuadro en un museo sin detenernos ni un minuto, de tanta lectura insustancial; leer a Llamazares se convierte en un lujo. Nórdica ha dado en el clavo y muestra la poesía de Llamazares más viva que nunca, lo cual habla muy bien de “La lentitud de los bueyes”, porque eso quiere decir que el poemario ha envejecido bien.

El libro, escrito por Julio Llamazares en Gijón siendo todavía éste un estudiante, nos habla de una anécdota capital en su vida, pero sobre todo para su obra, que fue la contemplación siendo un niño, de cómo en una casa de campo el dueño de unos bueyes los llevaba a calmar su sed a un lugar hasta el que éstos debían llegar atravesando un paisaje nevado. Ese ejercicio lento de los bueyes desplazándose por la nieve fue el germen de la escritura de Llamazares, y es todo cuanto dijo y va a decir este autor a lo largo de su obra. De esta imagen se desprende todo Julio Llamazares. Un mundo que se acaba ante lo que existe ya, ante lo que nos viene. Gente preocupada por las tareas del campo, gente aislada, sin las prisas de las que les hablaba antes, con un concepto del tiempo distinto, con un concepto de felicidad distinto, con un concepto de dureza distinto.

Los poemas de “La lentitud de los bueyes” nos hablan de una poesía que nos retrotrae a Gamoneda y a su “Libro del frío”, tan parecido en el mensaje, tan brillante el uno como el otro, tan solidarios y tendentes a caminar de la mano en un mundo que ha perdido la esencia con el disparate tecnológico que ha sabido robarnos el alma. Y eso sólo lo pueden llevar al papel los poetas tocados por algún tipo de experiencia que les marque, como el caso de Llamazares con esa imposibilidad de regresar a los lugares de su infancia, tragados literalmente por la construcción de un pantano. O, si de lo que hablamos es del poemario que nos ocupa, por esa rudeza del paisaje aislado, que más tarde sabría estirar magistralmente en “La lluvia amarilla”.

Pues bien, chimeneas humeantes, pájaros de invierno, toda clase de árboles y matorrales abrazados por las bajas temperaturas y las experiencias atemporales que allí se puedan concebir nos aguardan en las páginas de este brillantísimo poemario ilustrado, que nos frena en seco y nos hace girar la cabeza hacia atrás para ver ese mundo que se nos va, que se termina, y donde sin duda hemos de preguntarnos si ahora somos más felices que entonces o más desdichados. Pese a todo, me alegra saber a través de su lectura, que todavía transitan aquellos bueyes de entonces por la nieve, dejándose ver para todos los lectores que hayan decidido abandonar las prisas y la vorágine del mundo actual. -Ignacio Borgoñós-   

 

Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955). Poeta, ensayista y narrador español, ha cultivado la literatura de viajes, la crónica de prensa y el guion cinematográfico. Con el paso de los años ha conseguido madurar una brillante y atractiva personalidad literaria basada en la calidad poética de su estilo. Nació en Vegamián, un pueblecito de la montaña de León desaparecido bajo las aguas de un embalse, y estudió Derecho antes de instalarse en Madrid, ciudad a la que se trasladó para dedicarse al periodismo. Se dio a conocer como poeta con “La lentitud de los bueyes” (1979). Sus últimas obras son “Las lágrimas de San Lorenzo” (2013) y “Distintas formas de mirar el agua” (2015).

 

Leticia Ruifernández (Madrid, 1976). Es arquitecta de formación. Su interés por la pintura como medio de narración le llevó a desarrollar su carrera profesional centrada en el mundo de la ilustración y en la creación de libros diversos. Realiza también libros con texto e ilustración propia. Además de trabajar para editoriales, desarrolla otros trabajos más personales, como cuadernos de viaje o una serie de calendarios artísticos que edita desde hace 20 años. Sus obras se han publicado en Italia, Canadá o Korea y han sido premiados en certámenes nacionales e internacionales. Realiza habitualmente talleres creativos de ilustración, acuarela, recitales poético pictóricos y murales efímeros colectivos como modos de transmitir su amor por la pintura y la literatura. Vive desde hace 15 años en un pueblo de Cáceres, Extremadura.