Montanaro de aquí: LIBRO DE ORO DE LA SEMANA SANTA DE CARTAGENA POR TOMÁS ORTIZ
LIBRO DE ORO DE LA SEMANA SANTA DE CARTAGENA POR TOMÁS ORTIZ.
Tomás. El Alquimista que fusiona la Precisión Técnica con el Alma del Arte ha vuelto a crear desde el sentimiento más profundo un museo itinerante a modo de fotografía y relato en el corazón cofrade, sin discriminación de evento catequista y representación pasionaria.
Dice el propio autor que la fotografía, es el privilegio de ver y contar historias desde un punto de vista único, contar la historia de Cartagena a través de la fotografía pasional no es una tarea fácil y la ha conseguido, desde la lágrima del penitente al despedir a su imagen venerada, la nerviosa formación en el centro de la iglesia para procesionar, el tacto con el hachote y el sudario, la borla deslizándose a través del blanco guante, hasta la palabra se hace imagen a través del objetivo de Ortiz Mendiluces donde la filigrana del florista o el crisol de luz en sus caprichosos reflejos toman vida.
La fuerza de poder contar estas historias como define el mundo procesionista y la pasión cartagenera que vivimos todo el año redefine la realidad de la obra, presenta como si de una película, y con vida se trata de las vivencias de las personas, e incluso de las partes inertes pero significativas que dan argumento a tan noble sentimiento procesionista a través de las emociones encontradas y yuxtapuestas con la multitud de posibilidades que te va ofreciendo el propio camino del desfile, del magno cortejo. La parte Artística determinante y casi sobrenatural busca enseñar la belleza que se desprende de una idea, de un instante, de un respiro que al mismo tiempo ayuda a entender las creencias y la fe de cada uno, en esa mezcla de experiencias, de sentimientos y convicciones que confirman nuestro teatro de la pasión cartagenero y que definen el carácter del ser humano y del procesionista en esta sacrosanta ciudad solo alterado por la cada vez mayor mediocridad de nuestra sociedad, mediocridad presente pero que el trabajo del artista la difieren y la entrelazan en la nobleza del sentimiento representado.
Documentar, preservar y difundir la identidad, las tradiciones y las expresiones artísticas de una comunidad o sociedad, ese el objetivo social y espiritual de Tomás y de su obra, perpetua sentimientos y apocalípticos sollozos del alma cofrade, del suspiro del penitente bajo el capuz y en sus onerosos pensamientos.
La fuerza química de la imagen dentro del mundo de la fotografía, hoy adornada de increíbles pixeles confirman en cada imagen un verdadero ente artístico, en cada representación del dolor del alma en su Pasión, de la zozobra oscura y tétrica por desamparada en la Muerte y la aliviada esperanza de la Resurrección y del gozo posterior.
Así la obra presentada con lujo de detalles y la exposición activa nos invita a empaparnos de la esencia misma de esta celebración cristiana y apoteósica en la ciudad, logrando a través de la fotografía, no sólo documentar la Semana Santa de Cartagena, paso a paso, trono a trono, sensación a sensación, suspiro a suspiro, inquietud a inquietud sino también, transmitir la emoción y la profundidad espiritual que la caracteriza y nos caracteriza desde la celebración de nuestro Viernes de Dolores, con el Cristo Moreno en las viejas calles de Cartagena hasta ese Domingo de Resurrección con la veneración de la Virgen del Amor Hermoso, pero sin olvidar los prolegómenos y las postrimerías sentimentales de la celebración con sus curiosidades.
Una catequesis permanente de lujo espiritual, de creatividad, de profundidad anímica, una artística e inquietante manera de mantener un museo en el corazón cofrade durante 365 días. La Semana Santa de Cartagena se desvela como ‘la gran desconocida’ en esta obra fotográfica. Las 384 páginas que conforman el museo más artístico que fotográfico muestran quizás la cara menos visible de esta celebración con carácter internacional, la Semana Santa de Cartagena que, a pesar de su fama y reconocimiento, guarda una cara oculta, como la cara oculta de la luna que recitara el poeta, que el artista de la fotografía Ortiz Mendiluces, ha querido desvelar en su libro, “Semana Santa Cartagena, la gran desconocida”.
Sin duda se presenta un oculto y desconocido tesoro para volver a descubrir, pero quizás, más para disfrutar la Pasión, una verdadera declaración de intenciones culturales y divulgativa el título de la obra, así las cosas y como ya en su día me comentó el artista, el objetivo era y es hoy dar a conocer la Semana Santa de Cartagena desde una explosión plástica e ilustrativa del sentimiento cofrade cartagenero, singular y único en el mundo, más allá de nuestras ya, menos limitadas fronteras. Como me señalaba en su momento y en la actualidad, "está certificada como internacional, pero fuera de las fronteras de Cartagena, está muy complicado el poder admirar esta Semana Santa tan grande y tan hermosa", ahora es un poco más fácil hacerlo desde el sentimiento plástico y versado de la realidad en la obra. Así, si buscaba ser un escaparate, un exponente plástico a través de sus páginas para atraer a un público más amplio y mostrar el tremendo foco turístico que representa, sin duda lo ha conseguido, y esto empieza ahora.
Sin duda. “Es un libro de oro de la Semana Santa de Cartagena" sintetizado en un arduo trabajo de 17 años de continuo movimiento a través del tiempo y del espacio en esos días mágicos cartageneros, incluso hasta el olor a incienso y el sabor del caramelo, del sepulcro se puede apreciar en su obra.
225.000 fotos realizadas durante 17 años dan mucho de sí, pero hay que hacerlas. 25.000 imágenes presentadas a capítulo y expolio electivo, 1.100 para imprimir y exponer, comentar y clasificar, lo que da un claro mensaje de la increíble magnitud y la exultante calidad del material que conforma la obra, más que un libro. Así y en palabras del californio procesionista, el trabajo es de tal dimensión que podría realizar una nueva muestra cada mes sin repetir ninguna imagen durante 15 años de las 100 que hay puestas, afirma con orgullo.
Tomas comenta la posibilidad de extenderla, pero es una obligación y ha de llevarla el Ayuntamiento y las Instituciones al próximo FITUR, como mínimo, además de diseminarse por la región y por las adyacentes con profundo arraigo procesionista como es Alicante, Albacete y Almería. Pero, por otro lado, la solidaridad y la generosidad del trabajo incansable de Ortiz es hacer valer el esfuerzo y el duro trabajo de los ilustradores de nuestro día a día, de nuestra rutina y de nuestras solemnidades, son más que fotógrafos, son grandes artistas de la expresión plástica y Cartagena tiene una nómina envidiable.
El libro de oro de la Semana Santa de Cartagena, de Tomás Ortiz, se erige como una obra fundamental que trasciende el mero registro documental para convertirse en una experiencia estética, espiritual y técnica de extraordinaria profundidad. A través de una fotografía analógica trabajada con la precisión de un alquimista donde la toma, el revelado y el positivado químico se transforman en procesos casi rituales. Ortiz fusiona el rigor técnico con la sensibilidad artística, logrando imágenes que no solo narran, sino que conmueven.
Fruto de un laborioso trabajo de 17 años y más de 225.000 fotografías, el libro sintetiza la esencia desconocida y, a menudo, invisible de la Semana Santa cartagenera. El autor no se limita a mostrar la celebración como una tradición consolidada, sino que invita a redescubrirla desde su dimensión humana, íntima y profundamente simbólica. La obra funciona como una “narrativa visual” que combina color, blanco y negro, selenio y sepia oro para construir un lenguaje propio que revela la mística, la emoción y la identidad colectiva de una ciudad.
De esta manera, Ortiz no solo documenta un patrimonio cultural de enorme valor, sino que lo dignifica, lo preserva y lo vuelve accesible más allá de las fronteras de Cartagena. El libro constituye un verdadero tesoro visual: un museo emocional que permanece vivo durante todo el año y que demuestra que la fotografía, entendida como arte y testimonio, tiene la capacidad de transformar la realidad en memoria, y la memoria en legado.
El libro de oro de la Semana Santa de Cartagena, de Tomás Ortiz, es mucho más que una obra fotográfica: es un camino interior, una invitación a comprender la Pasión cartagenera desde la raíz profunda donde se encuentran la fe, la emoción humana y la tradición que perdura. Ortiz convierte la fotografía en un acto contemplativo; cada imagen nace de la alquimia entre la técnica analógica y una sensibilidad capaz de captar lo invisible: la vibración del silencio, la cadencia del ritual, la huella espiritual que esta celebración deja en quienes la viven.
A través de una labor paciente de 17 años, el autor no solo registra momentos, sino que revela almas. Sus fotografías, trabajadas con procesos que exigen entrega y dedicación, actúan como ventanas que permiten asomarse al misterio: la devoción que se transmite de generación en generación, la solemnidad nocturna, la luz dorada que parece emerger desde dentro de las propias imágenes. Ortiz no se limita a mostrar la Semana Santa; la interpreta como un espejo espiritual donde la comunidad reconoce su identidad más profunda.
Cada página del libro se convierte en una forma de catequesis visual, una guía emocional que acompaña al espectador hacia una comprensión más íntima del significado de la Pasión. Así, la obra trasciende el tiempo y el espacio, convierte la vivencia anual de la Semana Santa en un museo interior que permanece vivo durante los 365 días del año. Con ello, Tomás Ortiz no solo preserva una tradición, sino que la eleva, ofreciendo un legado que ilumina el espíritu tanto como la historia.
Tengo que decir que a Tomás lo conocí en una época dorada en la Agrupación de la Cena que dudo pueda retornar, donde el respeto sin desprecio y la generosidad humana eran baluartes del alma de la Agrupación y de la propia Cofradía, un contingente humano sin parangón. Llegó de la mano de una de las personas más humanas que conformaban la nómina y que he conocido, su pareja, Tata, que confirma el dicho que, detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. No es extraño que la sensibilidad de ambos y la profesionalidad en el arte de la fotografía se fusionara con el espíritu cofrade que emergía a cada suspiro, solo falta expresar mi más sincera enhorabuena con esta misiva, con esta epístola mundana por la lección cofrade que nos ha dado a todos, sobre todo a los exegetas cofrades.