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Andrés Hernández

MONTANARO. UN NOBLE LEGADO

Hoy en Cartagena de aquí no vamos a tocar temas políticos, la denostada confrontación en MC por ejemplo o la sobreactuación actual en protagonismo exacerbado vendiendo humo de nuestra dilecta alcaldesa, tampoco de las vanidades derivadas de un partido socialista preso de delincuentes dónde sus voceros, nuevos y antiguas hacen gala de la mediocridad que suscribe el centenario partido. Montanaro, una columna semanal de opinión y crítica, de divulgación y hasta de egolatría o vanidad con un titular que sobrepasa lo literario entrelazándose con la propia historia de Cartagena y lo que fue su alma.

Montanaro ha dado vida a muchas etapas cartageneras, desde aquel otero, hoy disociado, se han visto gestas históricas cartagenera sin parangón, desde hace décadas Montanaro es un lugar de opinión además de una reto histórico de Cartagena, las calles de Cartagena son un  legado de historia y el centro de la urbe goza de más de 3000 años, goza además de un requiebro feliz en aquellos años 60 y 70 del siglo pasado, antes de la decadencia de la zona por el éxodo social y el envejecimiento de la población, dando la zona una herencia social sin parangón a la entidad cartagenera, a esta triste región e incluso a niveles nacionales e internacionales. Así que había que ponerle ornamentos literarios y explicativos y sobre todo el general conocimiento local del paraje, un lugar que comparte nombre con una localidad turinesa del Piamonte Italiano con algo más de 6000 almas. Ya en 1717 aparece entre las calles de Cartagena la de Montanaro y el ilustrado y polifacético Federico Casal Martínez en su obra “Historias de las calles de Cartagena”, define a la de Montanaro como calle de áspera subida a la que se entra por la de Luis Angosto (Duque) y se sale, subiendo 39 escalones, a la de la Linterna. En lo alto de ella, a la derecha, desemboca el callejón de Zabala. La numeración de la calle de Montanaro continúa hasta su salida a la de la Linterna, pero el vulgo llama Travesía de Montanaro al trayecto comprendido entre Zabala y Linterna. El nombre de esta vía está tomado de la familia de Montanaro que desde antiguo vivía en Cartagena. Ricos propietarios que por una hacienda que poseían en la diputación de La Magdalena, dieron el nombre de Los Montanaros al paraje donde estaba situada la finca. En la actualidad, si bien el paraje desapareció con el tiempo la calle aún existe, se ubica muy cerca del Ayuntamiento de Cartagena y de la Universidad Politécnica de Cartagena.

Los Montanaro familia de alta prosapia eran oriundos de la ciudad italiana de Génova en cuyos archivos constaba desde el año 1823 su antiguo, famoso y noble linaje a pesar de que se establecieron en Cartagena a últimos del siglo XVII, ocupando importantes cargos en la Real Armada y Ejército y desempeñaron oficios concejiles y políticos. En la familia radicaron títulos como el de Marqués de Huercavera (Huércal-Overa, Almería), Marqués de Montanaro y Señores de la Torre de los Alcázares con sus aljibes. El más célebre de los Montanaro fue Nicolás, según las crónicas, regidor perpetuo de Cartagena y autor de un manuscrito sobre las Antigüedades de la ciudad que se conserva en la Real Academia de la Historia y del que existe en el archivo municipal una copia, así como un interesante expediente de Hidalguía de los Montanaro. Nicolás Montanaro Ansaldo nació en Cartagena en los últimos días de marzo de 1680 según referencia del escritor e historiador cartagenero José María Rubio Paredes, en su obra 'Nicolás Montanaro. Observaciones sobre antigüedades de Cartagena'. 

Fue bautizado Nicolas en la iglesia parroquial un 30 de marzo y apadrinado por el abuelo materno y por doña Catalina Montanaro. Hijo de genoveses avecindados en esta ciudad Juan Bautista Montanaro de Oca y Séptima Ansaldo y Cárrega. Contrajo matrimonio con Francisca Frávega Machavelo, de cuyo enlace nacieron Joaquín, Séptima, Bárbara, Juana, Florentina, Nicolás y Francisco. Habiendo fallecido Francisca, Nicolás, con 40 años, contrae nuevas nupcias con su cuñada Lucrecia Frávega Machavelo, de cuyo matrimonio nacieron Juan Bautista, María Teresa, Nicolás, Antonia y Lucrecia. En 1746 Nicolás perdió a su segunda esposa, pero conservó su viudedad durante los diez años que le sobrevivió.

Nicolás vivió en la calle de Bodegones ya en 1706, así como su hermano Antonio María. Nicolás aparece como regidor y su hermano, posiblemente, servía en el Arma de Artillería según Rubio Paredes que señala a Nicolás como un burgués en el propio sentido de la palabra. Nacido en segundo lugar en el seno de familia de comerciantes-banqueros, vino a heredar todo aquello de segundo orden en el patrimonio paterno: título de regidor de Cartagena, beneficios propios de este cargo, gerencia local de los negocios comerciales y bancarios, ciertas propiedades en esa ciudad y su campo.

Así, Nicolás había adquirido el título de regidor perpetuo por renuncia de su padre, en Cartagena, ante escribano público, el 19 de junio de 1703, obteniendo la confirmación real de Felipe V, donde la mayor actividad pública municipal se ejecutaría sobre el 1712. Apuntó 42 asistencias, récord propio y cifra elevada para cualquier regidor de entonces. Intervino en la distribución de la bula -Bula Unigénito del Papa Clemente XI- para ese año y presentó un memorial de las tabernas públicas; interviene en el reparto de una petición de dinero formulada por el rey; se le nombró para una investigación en el Archivo municipal acerca del arbitrio de la sosa y barrilla (era una parte de la renta de aduanas, Debe su origen a las reales cédulas de 1620 y 1634 en las cuales se dispuso que se pagasen 6 reales de vellón sobre cada quintal de barrilla y 3 sobre el de sosa, que se comerciase) y le correspondió en suerte este año, con otro regidor, ser comisarios de Propios, alcalde de la pesquera y alcalde de campo y huerta.

El prestigio de Nicolás Montanaro debió ser grande como para que el Ayuntamiento le dedicara una calle. Tal denominación en ese enclave debía tener su origen en construcciones realizadas por Nicolás en aquella zona de entonces la Oya de Heredia, que desde principios del XVIII estaba siendo urbanizada. En 1743, Nicolás solicitaba el cese de sus funciones en la Junta de Salud. 

La nobleza de Montanaro trasladada a su descendencia más popular que familiar, los herederos de la calle han marcado un hito de nobleza en la ciudad. El Marquesado de Montanaro es un título nobiliario español creado por el Archiduque Carlos de Austria, el 31 de marzo de 1708 a favor de Antonio María Montanaro y Leonárdiz como compensación por su participación y ayuda en la Guerra de Sucesión, fue nombrado Marqués de Huércal-Overa, que luego, tras reconocimiento de los Borbones, cambió su denominación a Marquesado de Montanaro. 

Este título fue rehabilitado por el rey Alfonso XIII en 1923, con la definición de "a segundo titular", con la que fue hasta su pérdida nobiliaria "Marquesado de Montanaro", a favor de quién hubiera sido la séptima marquesa de Huércal-Overa, María del Mar Bermúdez de Castro y Seriñá Montes y Lillo -quizás vinculada al marquesado de las Campanillas en la zona cartagenera-, séptima descendiente directa del primer marqués de Huércal-Overa.

Por situar el árbol genealógico del marquesado y una sucinta aproximación a su historia, fue Antonio María Montanaro Leonárdiz, I marqués de Huércal-Overa (antigua denominación). Se desposó con Ana de Gadea y Varona. Seis generaciones en 200 años dieron fe notarial a la estirpe.

Destacamos a José Juan de Montanaro y Aguado Leonardiz y López de Ayala, II marqués de Huércal-Overa, Caballero de la Orden Imperial de Constantino de la de San Jorge de Alfama; ya natural de Cartagena, exiliado en Viena desde 1710. Una más, María del Mar Bermúdez de Castro y Seriñá, III marquesa de Montanaro, ya con la nueva denominación de este título, título que se mantuvo desde 1923 hasta 1971. Se casó con Manuel Dorado Rodríguez de Campomanes X marqués de la Nava de Bárcinas.

Sus armas en campo de gules (rojo), un peñón al natural sobre una pradera de sinople (verde) partido de azur (azul), con dos escaleras hechas con soga de oro.

La última titular, María del Mar Bermúdez de Castro y Seriñá Montes y Lillo, falleció en 1971, ya nadie solicitó la sucesión. El título quedó "Caducado", y ha pasado a ser simplemente un título histórico.