MONTANARO: UN OASIS EN EL ESTÍO

Andrés Hernández

MONTANARO. UN OASIS EN EL ESTÍO

No quiero hacer de este artículo un sainete catastrófico, aunque la ruina está llamando a la puerta, están robándonos con un descaro vergonzoso los independentistas, los terroristas y los comunistas, socios de este gobierno y, el propio gobierno de sátrapas, ¿hasta dónde y hasta cuándo? 151 diputados de 350 que odian España…, algo no funciona en este país, o en lo que queda de él, ¿somos gilipollas? Porque también nos roban los pseudo conservadores del PP, por lo menos en esta región. Me dicen que escribir estas cosas es de valientes o que las hipotecas sociales impiden poner acentos a la mediocridad y la mezquindad, con lo que es la representación de la voz absurda en el desierto de unos cuantos.

Y claro está, no quiero hablar de los sinvergüenzas del gobierno murciano que abandera en la sombra Pedro Antonio Sánchez y su alcahuete López Miras con pactos de mentira auspiciados por meretrices de la política que se dedican a prostituir, como proxenetas el devenir honesto y honrado de esta región, y de Cartagena, emblema sin parangón del Mediterráneo. Una farsa con maquillaje y exacerbado aparato de propaganda para disimular la holgazanería y la indigencia moral que es identidad de este presidente por accidente de muy pocas hechuras políticas y de sus palmeras y palmeros paniaguados. No engaña a nadie que no quiera dejarse engañar, dícese la alcaldesa de Cartagena y acólitos del bocadillo de mortadela y de chorizo.

Pero SÍ quiero hoy hablar de lo que de verdad importa, de mi lista de distribución semanal donde más de la mitad son herederos de fortuna de mi infancia y juventud, de mi agenda y de la calle de Montanaro, de mis gentes, de mis amigos, de lo realmente importante y ahora, en vísperas de vacaciones estivales y anteponiendo mi ausencia temporal se hace necesario el romanticismo de la nostalgia y, sobre todo, recordarlos.

Quiero hablar de los de mi calle, la de Montanaro y alrededores, mi barrio, Linterna, Ángel, Alto, Don Matías y Marango, junto a la Plaza de Toros, en la Repla, dónde el Lago pierde parte de su sangre arterial pero no su  encanto y solera, que ni un cateterismo aliviaba en tarde de “francos de paseo” de ese España 18. Ese conjunto de personas, normalmente ausentes pero son los que me recuerdan cada viernes quien fui y de dónde vengo, por esto de acabar, si las hubiera con soberbias y vanidades, toca hablar y recordar el alma y el corazón aún presente de una calle de áspera subida a la que se entra por la de Luis Angosto (Duque) y se salía, subiendo 39 escalones, a la de la Linterna a través de la travesía, según el cronista de Cartagena del siglo XIX. En lo alto de ella, a la derecha, desemboca el callejón de Zabala. El vulgo llama Travesía de Montanaro al trayecto comprendido entre Zabala y Linterna, destacando la humanidad y la vecindad de esa travesía, de mi calle.

Realmente es una lista con identidad, con aroma de nobleza que le dan los humildes apellidos que la conforman, su nobleza se establece en el alma no en el título, una lista con honor y lealtad que les da todos los que vistieron de gris plancha, de caqui, con ropa de pescador y mono de trabajo, con corbata de ingeniero o camisa blanca de camarero, con botas de pescador o trabajador de la construcción, contemplando todo el escalafón humano y digno, me hacen rememorar en cada grupo o en cada mensaje unitario la grandeza del buen trabajo realizado, de ese honesto y honorable deber cumplido, de esa camaradería y amistad que perdura más allá del tiempo y de la condición, todo ello aprendido en apenas 100 metros de mucha vida honesta, digna y honorable.

El objetivo semanal es hacer partícipe a una ingente nómina de honrados personajes de todo el territorio, donde notables empresarios y gestores con pedigrí ocupan un lugar destacado, políticos y políticas honrados y honestos, hay pocos, los otros no tienen cabida, gestores de la educación también en todos los estamentos educativos de los que ya no quedan, los que están quedan motivados y entregados a su labor, y claro, no los más importantes, pero sí determinantes, mis antiguos y nuevos amigos y amigas, esos que me han enriquecido como persona, a los cuales siempre les estaré agradecido, simplemente por confiar en mí y estar ahí. No puedo hacer una lista nominal con ironía cartagenera como quisiera, si recordar a los que se han ido y a los que han estado en un brete, otra vez, algunos condenados en política por mansos apesebrados y los atacados por alguna traidora dolencia.

Amigos de todas las artes, oficios y disciplinas, pero con un nexo en común, lo mejor de lo mejor que, a lo largo de los años se han convertido en una parte inherente de mi ADN a los que quiero hoy dignificar y hacerlos aún más grandes, protagonistas de los que, sus éxitos y felicidades son los míos y de los que sus desgracias y tristezas también son las mías. Y mi familia directa y la asociada, mi mujer, hijas y nieta que me soportan desde mis impertinencias a mis estúpidos chascarrillos, pero “no sale de mi”, mis hermanas que lo llevan haciendo una eternidad y demás descendencia, generosa en calidad y cantidad. Soy heredero de la humildad y del trabajo, educado por una madre, la Sra. Andrea que aún hoy, desde el cielo me da lecciones, hasta en su silencio y en las recordadas algarabías nos enseñaba a ser buenas persona, a ser nobles, a ser educados y alejarnos de la ostentación y la soberbia. Un legado que se ha establecido en una prole inmensa, única herencia no tangible pero legada de forma determinante. Y no es mi historia, es la nuestra, cada uno en su particular circunstancia, en su particular lugar.

Todos hoy sois los protagonistas de estas humildes letras, de estos contextos llenos de nostalgia y sentimiento, de tristezas y alegrías, de empeños y objetivos, de trabajo y ocio, de penurias y grandezas, en cada nombre de mi lista hay recuerdos, hechos y sentimientos y sobre todo de agradecimientos. Han sido y son mis aliados en este viaje, toda una vida, y a veces, aunque parezcan lejanos y olvidados siguen presentes en cada latido, muy cerca, alguien dijo que la verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos personas es cómodo, os juro que no escribo para cabrearos, ni para molestaros semanalmente, solo para desahogarme y tocar un poco los cojones, con perdón. Sois a través de una reflexión epistolar y un tono de rock, simplemente la excusa desvalida e inventada para saludaros semanalmente, y envuelto en ese cómodo silencio, que sepáis que alguien se acuerda de vosotros en la antesala del merecido finde. “Asinque”, hoy estáis todos en el recuerdo de aquellos veranos de la infancia y juventud, arropados por el muelle camino de San Pedro, de aquel Coso Multicolor que adornaba la ciudad de alegría y vida, esa cabalgata veraniega en las fiestas extintas del Carmen y Santiago en la que éramos gracias al polifacético intelectual Paco Alarte protagonistas destacados, en aquella temprana verbena, en esa jarra de cerveza furtiva de “Casa Paco”, o en aquella limonada de “helados Poli” al atardecer, en esa furtiva partida de póker a la sombra de la luna estival a la que ponía colofón la tosca manguera municipal a media noche. Como decía mi madre, que Dios os Bendiga, disfrutar el verano y a la vuelta paso lista, ojo.

Os dejo una estrofa de la eterna canción de Carole King; You just call out my name // And you know wherever I am // I'll come running to see you again // Winter, spring, summer or fall //All you have to do is call //And I'll be there // You've got a friend. 

- Solo tienes que decir mi nombre // Y sabes, dónde sea que esté // Vendré corriendo a verte de nuevo // Invierno, primavera, verano u otoño // Todo lo que tienes que hacer es llamar // Y estaré allí // Tienes un amigo-.

El presente no existe, es un punto entre la ilusión y la añoranza. Lorenzo Villalonga, escritor mallorquín.

 

Andrés Hernández Martínez