Un León en el balcón

Juan M. Uriarte

No sé por qué os extraña. Os tengo dicho que el diccionario es muy útil.  Preboste: Persona que es cabeza de una comunidad, y la preside o gobierna. ¿Quién tenía que ser el nuevo Papa? El cardenal Prevost. Obvio, cristalino. Pues me encontraba yo ayer, hombre de poca fe como soy, impaciente y preocupado por si la paloma del Espíritu Santo se veía interferida. Mis juicios humanos me hacen confundir gaviotas con palomas, pensamientos que vuelan, con aleteos del Paráclito. Llevábamos dos días muy pendientes de la chimenea de marras y esas gaviotas curiosonas. En este mundo de telecomunicaciones e instantaneidad, el globo terráqueo pendiente de un cañón humeante metálico y del cromatismo de sus vapores. Escribo a vuelapluma mis iniciales vivencias interiores tras la sorpresa ante el león en el balcón. Los papables de las quinielas, los cardenales Champions, se volverán a casa como suele pasar. Habemus Papam. Se llama León y lo que es más importante, Martínez de segundo apellido. Me gusta que se llame León, como León Magno, como aquel Leon XIII de la Rerum Novarum; Dios lo hace todo nuevo hoy también. Cosas nuevas, Papa nuevo.

 

Su trayectoria académica mezcla las matemáticas y la teología, habla cinco idiomas, y lee además alemán y latín. Currículos así que ya querríamos tenerlos para nuestros políticos, hoy jibarizados. Matemáticas, filosofía, teología y derecho canónico; me gusta la mezcla, como del trivium y quadrivium medievales. Pedíamos el miércoles un obispo con olor a oveja. Voilà.

Nuestro León en el balcón, sí. Estaba yo ayer queriendo atender sus primeras palabras, pero superado por el ansia de aprehender toda su persona, sabiendo que era ya el nuevo vicario de Cristo y mi nuevo comandante en jefe. Tras releer su discurso después, selecciono esta frase: “Dios os ama a todos y el mal no va a prevalecer”. Imposible no rebotar el versículo: Tú eres Pedro y (…) las puertas del Hades no prevalecerán.

Un león de Chicago, un león del  lago Michigan, con familia materna Martínez y décadas de misión en tierras de aquel antiguo gran virreinato español: Perú. Sí, me ha emocionado escucharlo hablar en español, pues contaba con que desaparecería al irse Bergoglio. Inglés y español son pues los idiomas más universales, los mejores para evangelizar, y también los más íntimos para el obispo de Roma. Me encandila  además que disfrutemos ahora de un pontífice agustino tras haber tenido otro jesuita; son papas que surgen pues de los carismas peculiares de la Iglesia, porque el viento sopla donde quiere y los carismas actúan. Agustín, santo y pecador, modelo para todos. Resuenan hoy sus más famosas palabras de enamorado en sus Confesiones:

 

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían.

Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;

 

 

Nuestro León en el balcón. Lo observé con mirada de histólogo tratando de escrutar su ser, y vi a León profundamente conmovido, acongojado; fácil imaginar anoche su sentimiento de pequeñez frente la enormidad de la grey. ¿Qué son cinco panes y dos peces para toda esta multitud? Imposible estar preparado para un momento así. Sentimiento natural de que se hunden los pies en el agua, igual que a Pedro. Lo previsto, el evangelio ya contempla la fragilidad. Los leones cristianos son así, porque ni esto es una selva ni queremos el león de la Metro Goldwyn Mayer. León XIV, cuídanos bajo tu guía frente al espíritu del mal, que ese es un león maligno y homicida. Lo decía tu primer predecesor, el Papa pescador: Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.

Así pues, aquí nos tienes, Robert Francis Prevost Martínez, león nuestro: Guíanos, defiéndenos y enséñanos, pues ya sabes cómo somos. ¡Qué bueno que hayas venido! “Cuando desembarcó y vio la gran multitud, su corazón se compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas”.