PENSANDO EN VOZ: ALTA ESCRITORES, LECTORES Y FERIAS
PENSANDO EN VOZ ALTA
ESCRITORES, LECTORES Y FERIAS
Hay fechas al año en las que se observa un movimiento literario mayor del “normal”. Esas fechas son las que corresponden a las “Ferias del Libro”. Mucho movimiento de autores y lectores y eso me lleva a reflexionar, modestamente, sobre unos y otros.
En primer lugar, haré referencia, personal y propia, sobre los tipos de escritores que, a mi juicio, existen según su forma de escribir y, sobre todo, sus maneras de promocionarse. Cada día que pasa aparecen nuevos especímenes y grupos en esta fauna tan curiosa que conforman los que se dedican a escribir y, algunos, se atreven a denominarse “escritor”. Antes de encuadrar a los lectores, el otro lado del espejo, voy a hacer referencia a un grupo que nació en nuestra región, al que algunos han dado en denominar “monstruos”. Pienso que se están creando modelos que no debemos imitar bajo ningún concepto.
Pero hay que dejar constancia de dos prototipos que tomaron la arena literaria. El primero lo denominamos, cariñosamente, como “luciérnaga zambombera”: Dícese de la autora que comenzó a escribir y publicar con decisión y ganas, de escritura más bien plana sin grandes pretensiones, en el mejor de los casos, entretenida. Algún hecho, real o imaginario, la hizo relucir como luciérnaga en la noche y a partir de ese momento se convirtió en zambombera. Matraca tras matraca, procurando estar en primera línea fotográfica e intentando relucir en todos y cada uno de los eventos literarios que tenga lugar en sus dominios y más allá. Muchos se preguntan si además de ‘zambombear’ se dedica a algo más. El segundo prototipo es el bautizado como “Yóyó”. Este yóyó es un escritor, fundamentalmente, mediocre pero que se cree en poder de los secretos de la escritura y de su promoción, amén de, para todo, primero yo, luego yo y después yo. Qué, además, se permite ningunear sin ningún miramiento a quien tiene más próximo. Es digno de lástima, pero él se considera por encima de todos y lo tuyo es mucho más pequeño. En algún momento, indirectamente, he sufrido el latigazo de alguno de ellos y automáticamente he recordado las palabras de Mark Twain: «Aléjate de la gente que trata de empequeñecer tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero la gente realmente grande, te hace sentir que tú también puedes ser grande».
El otro lado de la trinchera es el de los lectores, lectores que podemos encuadrar en varios grupos. Comenzaré diciendo, y en eso estoy de acuerdo con Hans-Robert Jaus (filólogo alemán, 1921-1997), que cada lectura es única. La estética de la recepción conforma el papel activo del lector en cada lectura en función del contexto psicológico, histórico y cultural. Pero esos mismos condicionamientos hacen que cada uno de nosotros afronte la lectura de un modo peculiar y buscando elementos distintos, y esto es a menudo agrupable en diversos grupos más o menos aleatorios pero curiosos. El poeta, escritor y crítico literario inglés, Samuel Taylor Colesidge (1772-1834), fue el primero en marcar una tipología bastante ingeniosa de lectores. Para él existen cuatro tipos: “Esponjas”: Que absorben todo lo que leen y lo devuelven en el mismo estado, sólo que un poco más sucio. “Coladores”: Que retienen tan sólo los posos (sedimentos) y las heces (desechos) de lo que leen. “Relojes de arena”: Que no retiene nada y se contentan con ir pasando páginas para matar el tiempo. “Diamantes”: Tan raros como valiosos, que sacan provecho de todo lo que leen y hacen posible que otros lo saquen también.
A estos añadimos algunos más: “Lector promiscuo”: Empieza un libro y no duda en abandonarlo por otro. No puede evitarlo. Le gusta demasiado leer y no sabe decir que no. “Lector aniquilador”: Siente pasión por los libros, los lleva a todas partes y, por eso, toda su biblioteca está formada por libros con las hojas sueltas, las cubiertas rotas y las páginas amarillentas. “Multitarea”: Lee varios libros a la vez, puede confundir tramas y personajes, pero, normalmente, se aclara y siempre los termina.
Estos son algunos de los elementos de la fauna lectora. Cada uno nos podemos reflejar en ellas o tener nuestra propia clasificación. Acabamos con el “Lector pose”: Compra el que más se ha vendido o el más caro. No lo lee, pero presume de él.
¿Dónde se reconoce y encuadra?