EL BRASERO DE LA ABUELA, Ramón Galindo
Y con esto poco a poco, ya con los primeros fríos y la electricidad más cara de la historia, es posible que alguno tenga que volver al brasero de carbón y la mesa camilla, sobre todo los que conocieron ese sistema de calentarse y que trabajaron desde muy temprana edad -y no precisamente 40 horas semanales-, pagaron impuestos toda su vida y ahora aun se encuentran con pensiones por debajo de los 400 euros mensuales.
Por el contrario, ya no hace falta jugártela en la alambrada de Melilla, o en patera por el Atlántico, basta con llegar en un vuelo al aeropuerto de Palma de Mallorca, aterrizar con una falsa emergencia y salir corriendo por la pista hasta que las autoridades lo identifiquen y le doten de todos los medios a su alcance para que alcanzar el máximo de confort, paga y ayudas necesarias. Por supuesto después vendrá lo de la reagrupación familiar y se podrá traer a sus hijos a estudiar en los colegios que pagaron los del brasero, y que no se preocupes por lo del bocadillo, que aquí nada de salchichón ni jalufo, se lo pondrán a la carta. Por supuesto si a su suegra le hace falta una prótesis de cadera, para eso está la Seguridad Social ¡Faltaría más! No vaya ser el demonio que nos tachen de racistas y xenófobos. La abuelita del brasero, ya si eso, que se apunte a lista de espera y que no se impaciente que ya le tocará a la muy pesada que viene todas las semanas a reclamar, total porqué trabajó fregando unas escaleras y de joven estuvo en una fábrica de conservas cuando no había que recoger la cosecha, y por las noches se iba al salón parroquial bordar unos tapetes para sacarse unas pesetillas –seguro que en negro la muy beata y fraudulenta-. ¡Y si no! El plasta del viejo del marido, que seguramente es un facha porque, cuando estaba de aprendiz en un taller donde entró a trabajar con 16 años, se fue voluntario al Ejército, e hizo 24 meses de Mili en Ceuta a base de chusco y rancho, y total cuando se licenció a los 21 años, se levantaba todos los días a las cinco de la madrugada, y mientras la abuela en cuestión le preparaba la fiambrera, él engrasaba la cadena de la bicicleta para ir a trabajar al astillero, donde comían en un inmenso comedor que disponía como mayor lujo, de un pilón en la puerta con varios grifos, para beber y enjuagar el plato de aluminio después de comer con tierra y estropajo, mas tarde se incorporaron los polvos detergentes marca taka-tak y el jabón del lagarto. Y hasta es posible que las chapuzas que hacia los domingos –porque los sábados también se trabajaba medio día- fueran en “B”. Y ahora por encima de los ochenta años solo hacen más que exigir. Bastantes problemas tiene ahora Sánchez con el lio de lo del cambio climático, lo de tener que buscarle una puerta giratoria a Susanna, llegar a un acuerdo con los cómplices de los asesinos de ETA y los separatistas catalanes para aprobar los presupuestos y los millones que tiene que darle a la ministra “consuerte” de igualdad ¿O es que no sabemos lo que quiere decir igualdad? ¡COÑO! Que a pesar de incrementar en montón de millones su inversión para defender a las mujeres de las jaurías de hombres salidos como los de la manada de Pamplona, lo único que ha conseguido es incrementar las violaciones grupales de manadas (hasta en un 40%), de los que raramente se publicarán sus nombres y nacionalidad, porque en su mayoría son de los que saltaban la valla de Melilla cruzaban en patera y ahora llegan en Boeing de Royal Air Marroc.
La Abuela que espere sentada su prótesis de cadera, que la suegra del inmigrante ilegal estaba antes, y el abuelo que vaya atizando la lumbre del brasero y que no encienda mucho la bombilla, que la pensión no le alcanza para pagar el recibo de la luz
Y así, mientras escribo en la sobremesa del domingo, he hecho cenizas este puro de los domingos que como de costumbre a vuestra salud y en perjuicio de la mía os dedico a amigos y familiares, con la única excusa de enviaros un fuerte abrazo.
RAMON GALINDO