AINARA, LA SONRISA ETERNA DE UNA SEÑORITA ROCANROL

La Ventana de Eva

AINARA, LA SONRISA ETERNA DE UNA SEÑORITA ROCANROL

 

Había una vez una niña que pintaba de colores los callejones con su sonrisa.  También sonreían sus ojos. Era una ilusionada por la vida, por los cuentos, la música, los amigos…

Un día alguien me habló de ella. De lo increíble que era, de lo que te hacía sentir cuando estabas a su lado. Mi amigo Borja Casado la había conocido por televisión. Sí, sí. Las cámaras la adoraban y ella se sentía como pez en el agua. Ainara era una niña muy bonita que un día, sin explicación, se dio cuenta de que sus piernas, sus bracitos, ya no estaban igual de fuertes.

La vida, que a veces te acecha con una enfermedad de esas raras y te pone el mundo patas arriba.

Pero Ainara era una niña con mucha suerte. Su papá y su mamá, Paco y Sonia eran unos superhéroes. Nunca se cansaban, nunca. ¿Sabéis por qué? Pues por la sonrisa de Ainara, que era curativa, te daba fuerza, alegría y mucha esperanza.

Y Borja, mi gran amigo Borja, quiso conocer a esos papis tan maravillosos y brindarles todo su apoyo como mejor sabía hacerlo. Con su música.

La música y Ainara mueven el mundo. La música tiene un poder de evocar recuerdos, de sacar sonrisas, de soñar. Y Ainara… Ainara de darnos lecciones de vida y sentir al estar con ella, como si te tiraras por un tobogán de colores con purpurina rosa.

Y Ainara tuvo su propia canción, una canción preciosa que Borja le escribió, dejando una huella increíble para todos. ¿Pensáis que la cantó sólo? No, Ainara siempre la cantaba con él, pero además se unió David Summers, el cantante de los Hombres G.

Un día Borja hizo magia y nos reunió a todos antes de un concierto, como una familia bonita. Estábamos ilusionados de que Ainara conociera a David, aunque apuesto que el mayor regalo fue para David al conocer por fin a Ainara.

 

 

 

Los mayores hablaban de sus cosas, pero Ainara y yo estuvimos hablando de cosas de chicas. Ella estaba contenta, llevaba una silla de ruedas nueva de color rosa. Y un móvil con una funda de purpurina y diez euros.

Yo le decía, Ainara, diez euros como las adolescentes en el móvil.  Y ella sonreía y sonreía.

Sonreía como aquella primera vez que la conocí rodeada de niños en un colegio de la ciudad, donde todos cantamos su canción. Fue gracias al profe Antonio, que un día la conoció en una tarde muy bonita en una cafetería de la ciudad donde Borja tocó su canción y todos vosotros que estuvisteis allí la cantasteis por ella. Yo le llevé un estuche de maquillaje y una colonia, porque me había contado su mamá que era una coqueta de cuidado. Esa eterna sonrisa me cambió la vida aquel día. Y no, no lo digo por decir, sino porque desde ese momento todo cambió. Un trocito de mi corazón comenzó a ser también de Ainara.

Ainara, la reina del TIK TOK,  con su mami y su hermana. La de las sombras de ojos de colores y los labios pintados para una ocasión especial. La de las uñas con pintura de purpurina. La niña bonita que se cruzó en mi vida y tenía hasta una limonada con su nombre, que con todo el cariño la elaboró mi amigo Santiago, durante toda una noche sin dormir.

 

 

Una tarde de otoño hablábamos Borja y yo de la celebración por sus 25 años en la música, y me ilusionó mucho saber que el papá de Ainara haría lo posible por estar allí con ella.

Una tarde de noviembre caminaba yo entre atardeceres rosas, tranquila, haciendo fotografías, cuando Borja me llamó. Ainara nos había dejado. No sé cuánto tiempo estuve sin poder articular palabra, no lo sé. No sé cuándo llegaron las lágrimas, el enfado. No sé por qué no tuve fuerza para ir a daros un abrazo, Paco y Sonia, no lo sé.

De repente sentí que ese trocito pequeño de corazón que también era de Ainara dolía mucho.

Pero sí sé por qué antes de esa llamada aquella tarde de noviembre los atardeceres eran rosas. Porque tú ya estabas en el cielo.

Un día te prometí, cuando me llevé a casa esa muñequita tuya, que siempre la tendría en mi lugar favorito, donde yo escribía. Y aquí sigues, a mi lado.

También te hice otra promesa el día que estuvimos con David Summers. Que escribiría un cuento sobre ti. Te pusiste muy contenta.

Y nos creemos que somos eternos, y aquí estoy, escribiendo ese cuento que te prometí, y que ojalá hubiera podido leértelo una tarde cualquiera, cuando sonara de fondo aquello de señorita rocanrol, me envolviste el corazón, que no acabe septiembre nunca más, está esperando por los dos.

Ainara, gracias por todo.

Paco, Sonia, os debo ese abrazo, os llevo en el corazón.              

 

 

(Hace un año que Ainara nos dejó)

LA VENTANA DE EVA

EVA GARCÍA AGUILERA