CARTAGENA, VACACIONES DE CUENTO
CARTAGENA, VACACIONES DE CUENTO
Os quiero contar un cuento. Un cuento en el que una soñadora cargada de ilusiones se perdía entre callejuelas estrechas, bonitas avenidas y plazas arropadas por árboles centenarios. Sus gentes iban y venían, a veces tranquilas y a veces apresuradas, como si el tiempo jugara en su contra.
Observaba, escuchaba atenta, descubría personajes protagonistas de la ciudad, bañados en bronce, por manos de otros que quisieron darle una nueva vida.
Y esa soñadora quiso compartir con todos vosotros cada una de las sensaciones, sonrisas, alegrías e historias bonitas que estaba descubriendo.
Así que abrió una ventana al mundo, a las personas curiosas, a los que le hicieron un hueco a la hora del café de la mañana de domingo, para disfrutar con sus aventuras y descubrimientos. Y para que nunca les faltara un paseo fresquito y dulce por cada rincón de ésta, nuestra ciudad trimilenaria.
Por eso, hoy os quiero hacer un regalo. Unas vacaciones de ensueño por una ciudad que tiene sus puertas abiertas a la alegría, al arte, al olor a mar, a la historia, a la gastronomía, a la vida.
¿Preparados?
Acompañada de una turista muy especial, decidimos que lo primero que haríamos sería dar un paseo en ese autobús de color rojo pasión , en busca de curiosidades y bonitas vistas.
Una turista que quiso subir a lo más alto, allí donde todo se ve mejor, donde su alegría se hacía más grande, al descubrir que a veces, simplemente cambiando la manera de ver las cosas, la vida es distinta.
La muralla del mar, la basílica de la Virgen de la Caridad, la Plaza del Lago, el barrio pesquero de Santa Lucía….
Ojiplática estaba nuestra turista, cuando a lo lejos, la Grúa Sansón parecía que se inclinaba a saludarla.
Y es que la ilusión iba aumentando en esa chica feliz y risueña de trenzas que, en su emoción, iba saludando a los viandantes. ¿Cuántos de ellos acabarían subiendo al autobús contagiados por el brillo de su mirada?
Recorrimos la ciudad de Cartagena por tierra, y ¿creéis que no íbamos a hacerlo por mar?
Así que apresuramos el paso para no perder el barco que nos llevaría hacia ese mar azul, desde el que la ciudad parece pintada para nosotros, diferente, mágica. Un horizonte perfecto, un baile de luces entre los dos faros que visten de rojo y verde el mar al anochecer. Un mar protegido por las baterías de costa que hoy nos lanzan guiños simpáticos al vernos pasar tan cerca.
Una suave brisa nos acaricia la cara, juguetea con nuestro pelo. Nos sentimos pequeñas en aquella inmensidad, como gotas en el océano. Pero felices de contemplar desde allí la cara más bonita de Cartagena.
Estábamos exhaustas, pero Cartagena tiene un halo inexplicable que te deja con ganas de más.
Así que viajamos en el tiempo, para conocer cómo eran las casas típicas en la época de los romanos. La Casa de la Fortuna se abrió de par en par, para guiarnos hasta aquel lugar donde los banquetes eran los protagonistas. Paseamos por sus calzadas, y nos adentramos en una historia para vivirla y escucharla entre los grandes muros de piedra.
Nos dijeron que muy cerquita de allí, podríamos disfrutar de unas termas muy especiales, donde el burbujeo de las aguas curativas y las largas conversaciones eran las protagonistas, el Foro Romano. Así que avanzamos entre columnas que querían contarnos tanto como nosotras queríamos saber. Curioseamos, inhalamos toda esa historia que un día dio forma a la ciudad trimilenaria más bonita que hayáis visto.
¡Cuánto hubiera disfrutado nuestra turista como una ciudadana romana más, de estas aguas termales!
Ya llegaba algunos siglos tarde, y hubo de conformarse con caminar descalza para sentir ese “algo” inexplicable que solo experimentas aquí. Ese contacto entre lo divino y lo terrenal, historia auténtica.
Historia interminable, pues en cada rincón y sin esperarlo, atraviesas puertas a la inmensidad.
Inmenso el Teatro Romano, miradas eternas, y sentimientos encontrados. Demasiadas emociones juntas, demasiadas.
-¡Me quedé prendada con un palacete que vimos desde el autobús esta mañana!, exclamó nuestra turista favorita.
Y no me extraña, porque el Palacio de Aguirre es de esos lugares imprescindibles en Cartagena que no debes dejar en el olvido.
Un lugar donde te adentras en el modernismo de la ciudad, la única casa visitable de este estilo arquitectónico que todavía conserva gran parte de su riqueza.
Había en estos palacetes y casas señoriales, la mayor parte propiedad de grandes empresarios de la minería, una zona destinada a las mujeres de la casa. Un lugar de lectura, de confesiones y de coqueteo a través de los visillos de esas balconadas tan típicas de Cartagena.
Y allí fue, donde nuestra cada vez más emocionada turista se perdió en la lectura de Juan Ramón Jiménez y Antonio Buero Vallejo, se puso carmín en los labios y observó tímida a los elegantes hombres de la época. Todo ello desde un precioso balcón vestido de blanco.
¿Qué es esa música que suena a lo lejos? Curiosa y atrevida abrió las puertas correderas repletas de espejos, para adentrarse en un salón de baile donde los techos vestían de gala.
Sintiendo la música, descansó tranquila en un rincón, mientras elegía su tocado para el baile. Sus ojos despiertos de adolescente se pasearon por la sala, como si quisiera dejar esa imagen grabada en su retina para siempre.
Recorrió los largos pasillos, no dejó ni un solo rincón por descubrir de ese lugar especial, que desde lo más alto del autobús en su paseo matutino, ya le había llamado la atención.
¡ Me he quedado con ganas de más!, esta ciudad modernista es adictiva.
Y entonces se me ocurrió que quizás podríamos visitar a ese hermano mayor del Palacio de Aguirre.
Un lugar donde las escaleras vestidas de rojo te enamoran para siempre. Un lugar donde la actividad política diaria transcurre agitada, conviviendo con el arte, las exposiciones temporales, la música.
Y sí, creo que nuestra turista se sintió un poquito princesa, estuvo bien visitar nuestro Palacio Consistorial.
Y al salir, la ciudad estaba inundada de notas musicales, de jolgorio, de cientos de turistas que miraban hacia arriba, perplejos por la belleza de los edificios.
Se escuchaban brindis especiales con cervezas fresquitas, niños eligiendo una postal de recuerdo, como muchos hicimos en otras ciudades, en otras épocas.
Los señores enchaquetados con aspecto cansado, después de una interminable jornada laboral, respiraban ese mar que nos da vida a todos.
Y allí en medio estábamos nosotras, después de haber vivido nuestra ciudad de una manera inolvidable.
¿Sabéis por qué ha sido tan especial? Porque como dije al principio, nos vamos de vacaciones.
Sí, pensaba que no, pero tengo que parar un poquito. Así que os he querido dejar a vosotros, cartageneros y cartageneras, un bonito recorrido por nuestra ciudad para disfrutar de lo que tenemos tan cerca y de lo que a veces no somos conscientes.
Y al resto del mundo, contaros que aquí, en un trocito del Mediterráneo, tenéis mucho por descubrir, disfrutar y pasar LAS VACACIONES DE VUESTRA VIDA.
Y nosotros, nos vemos pronto. Os voy a echar mucho de menos, volveremos a encontrarnos en uno de nuestros rincones favoritos, en alguno de nuestros sueños o en lo que más nos gusta, en esos recuerdos que creíamos perdidos.
Gracias a todos los que habéis hecho que la magia ocurra.
A Cartagena Puerto de Culturas por abrirme sus puertas, al Ayuntamiento de Cartagena por su generosidad. A todos los protagonistas de mis historias, a todos, porque sois muchos, gracias por atender mi inagotable curiosidad y regalarme tiempo. A mi hija Ángela, una modelo de excepción. Y por supuesto a vosotros, incondicionales lectores que me habéis hecho sentir especial.
No dejéis de mirar hacia arriba en vuestros paseos, porque cualquier ventana de la ciudad que veáis, puede ser LA VENTANA DE EVA.
FELIZ VERANO.
EVA GARCÍA AGUILERA.