COMO GATA EN UN TEJADO, por los rincones del PALACIO CONSISTORIAL
COMO GATA EN UN TEJADO, por los rincones del PALACIO CONSISTORIAL
Adentrarse en el Palacio Consistorial de tu ciudad, un edificio modernista construido entre 1900 y 1907, una tarde de viernes donde todo es silencio, es uno de esos regalos que me hace la vida.
Un lugar emblemático, que se construyó y siempre fue destinado a ser Ayuntamiento, aunque algunos turistas lo confunden con un palacio, incluso han llegado a decir que si era una catedral, por la gran campana que le arropa y le aporta un halo especial.
Y yo no cruzo sola esa puerta que me lleva de paseo por la historia, la magia, las alegorías, los susurros, las decisiones importantes. ¡Faltaría más!, me gusta hacer las cosas bien. Por eso hoy estoy tranquila, tengo el permiso del jefe de protocolo y de este edificio, Aureliano Gómez Vizcaíno y voy acompañada por una guía a la que apreciaba antes de conocerla personalmente y que hoy admiro, Juana Mari. Ella es un pozo de sabiduría, disfruta con su trabajo, profesional, generosa, entregada, dulce, educada, sencilla, y te transporta a todos esos lugares, rincones, detalles que a otros les pasan desapercibidos. Así que, ¡menudas dos nos hemos juntado hoy!
Ella dice que este edificio hay que mimarlo mucho, cuidarlo y quererlo. Y que luce así de bonito por todo el personal de mantenimiento y limpieza que trabaja sin cesar.
¿Sabéis que Cartagena fue una de las ciudades más bombardeadas en la Guerra Civil? Pues nunca cayó ni una sola bomba sobre nuestro Palacio Consistorial. Hay impactos de bala, pero bombas, ni una. Por eso los espejos y la lamparería se conservan intactos. Ya lo dice Juana Mari, tuvimos una tremenda suerte.
Sin embargo, este lugar de ensueño cerró sus puertas para su restauración entre 1995 y 2006. Su arquitecto, Tomás Rico Valarino no tuvo muy en cuenta el proceso de preparación del terreno y de no ser por un milagro, hubiera tenido un final que mejor no imaginar. Por eso en aquellas fechas en las que Pilar Barreiro era alcaldesa de la ciudad, solicitó ayuda al Gobierno de España y se restauró entero. Grandes profesionales se encargaron de ello. Con un trabajo que no cesaba, cubrieron la majestuosa escalera de mármol de Macael para protegerla. Las lámparas de plenos nunca se quitaron en este proceso, se cambiaron gran parte de los suelos, limpieza exhaustiva, reposición de balaustradas, escamas de zinc nuevas para las cúpulas…
Juana Mari me mira cómo escucho con esa cara que pongo cuando imagino todo aquello y me sube a un ascensor que nos lleva ni más ni menos que al interior de la cúpula principal. Entrar ahí, mirar hacia arriba, sentirte dentro de un espacio que llevo toda la vida observando desde fuera, es impresionante. Pero ella me ha subido también para que camine hasta el fondo y disfrute de esas cosas que sabe que yo…
Suelos originales en un estado lamentable, balaustradas a las que el salitre y las erosiones del tiempo las ha dejado escuálidas, un cartel que pone calle Alcalde Zamora, escamas de zinc originales que se habían quedado en la mitad de su grosor, imposible de restaurar. Estaba ante el paraíso de lo que hubo, una muestra testimonial que hoy yo podía recrearme en imaginar.
Y ya que estábamos arriba… Me sentí un poco gata sobre el tejado, caminando, observando un mundo que desde lo alto se ve diferente. El resto de cúpulas, los detalles de cerca, asomarme despacito a un pequeño luneto por el que a través de sus colores podía ver la escalera que nos da la bienvenida a la entrada.
Gracias a esos magos de la restauración, con su trabajo incansable, consiguieron que en 2007 nuestro trocito de modernismo volviera a cobrar vida.
Vida, la que tienen sus pasillos que parecen laberintos para los que vamos por primera vez. Salas con varias puertas que se comunican y que imagino a un grupo de niños y no tan niños jugando al escondite en este lugar.
Me atrevo a decir que algunos a veces lo han hecho, para no encontrarse de frente, ja ja.
Bromas aparte, ¿sabéis que el edificio está inclinado? Ha habido una parte en la que me he dado cuenta. Así que si alguna de las fotografías os parece que está torcida, no es mi culpa.
En la Sala de Plenos, que ya me gustaría ir un día, a ver si por fin me decido, hay tres lámparas preciosas, y dicen que costaron tres mil pesetas cada una. ¡Qué bonitas quedarían en el salón de mi casa! También una mesa de nogal tallada a mano que si te fijas en cada detalle, es espectacular. Pedro Gavilá junto con varios carpinteros de su taller, hicieron esas tallas, algunas con un relieve de más de diez centímetros.
Y también muestra orgulloso el escudo de la ciudad. Desde 1929 me cuenta Juana Mari que es el escudo oficial de nuestra Cartagena militar, con su castillo al centro.
He dicho que este edificio se construyó entre 1900 y 1907, y me he enterado de que la primera piedra la puso Mariano Sanz Zabala. Pero no de cualquier manera, sino con una paleta ceremonial de plata que se encuentra custodiada en el archivo municipal. Me dicen que es muy bonita, así que iré a verla.
¿Sabéis que en la zona más VIP de Miami las calles tienen nombres de ciudades españolas y una de ellas se llama Cartagena, por nosotros? Pues sí, un tal Mr. Merrick así lo hizo. Era un enamorado del mundo hispano. Así que Alfonso Torres, que en aquella época era nuestro alcalde, mandó pintar un cuadro con el escudo de la ciudad nombrando a este señor, Ciudadano Honorario. Cuadro que se encuentra en nuestro Ayuntamiento porque nunca se llegó a hacer la entrega. No me preguntéis el porqué, sinceramente, lo desconozco.
Seguimos por este entresijo de salas y pasillos vestidos de cuadros de personajes ilustres. Dice Juana Mari que casi todos son de Manuel Wssell de Guimbarda, Francisco Portela, Vicente Ros y anónimos.
Retratos que no quieren que olvidemos a Isaac Peral, Isidoro Maízquez, Antonio Escaño. Y algo muy curioso, que se encuentran también los retratos de Teodora y el Duque Severiano, padres de Los Cuatro Santos.
Nos paramos frente a un retrato de D. Jacinto Martínez y Martí. Su nombre no me dice nada, pero enseguida quedo prendada de esta curiosidad que me narran. Era propietario de una hacienda llamada San Juan, que se encontraba junto al barranco de la Escucha en la falda del monte Calvario. Justo donde hoy en día se encuentra el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios. Ese camposanto se convirtió en realidad gracias a este hombre del que no olvidaré su nombre. Porque allí tengo a familiares y a amigos descansando en paz. Así como a nuestro ilustre Isaac Peral. ¿Por qué señora de los Remedios? Porque ese mismo año falleció su esposa, Remedios Sanz Andino y el cementerio fue bautizado con su nombre.
¡A mí me encanta esta historia!
Pero volvamos a nuestro paseo por el laberinto de pasillos y puertas blancas que esconden grandes ilusiones e historias detrás. Llegamos a la Sala de Alcaldía, es mi favorita. Quizá porque es redonda e inundada de luz. Todo lo que rompa los esquemas a mí me encanta. Y tiene unos espejos que te hacen sentir que estás en una espiral de ilusiones increíbles. Aquí me cuentan que a veces la alcaldesa recibe a diplomáticos, al Rey. Que hay un Libro de oro de la ciudad donde todos ellos dejan sus letras en él.
Y también me ha encantado la Sala de Concejales. Sobre todo porque me he enterado de algo que no me quiero perder el próximo año.
En una de las esquinas, en una vitrina, hay una bandera custodiada. Si no me lo dicen, me hubiera pasado desapercibida. Es lo que nos ocurre muchas veces, que ante tanto arte, historia, personajes, nos perdemos y no somos capaces de abarcar tanta información. Pero ya os he contado que voy acompañada por una guía de excepción que me cuenta unas cosas…
Esa es la bandera en uso más antigua. ¡Y sólo sale una vez al año! Sí, el viernes de Dolores por la mañana, día de nuestra patrona, los policías se visten con su uniforme de plumero y se hace la entrega de la Onza de Oro por parte del Ayuntamiento al Santo y Real Hospital de Caridad. El concejal más joven porta la bandera hasta la iglesia de la Caridad, acompañado por toda la corporación. Y a la vuelta se guarda en esta vitrina hasta el siguiente año, que dicho sea de paso, pienso acudir.
¡Y podría seguir contando tantas curiosidades que me llevo a casa! He disfrutado de lo lindo, descubriendo cada detalle de esa escalera que te hace sentir princesa caminando sobre una alfombra roja de pura lana virgen y yute natural. Mirando hacia arriba me recreo en el gran lucernario con el escudo de nuestra ciudad, un foco de luz natural que por la tarde parece que es todo más cálido, más especial. Cada lámpara tiene grabado el castillo de nuestro escudo, y sobre todo, como dice Juana Mari, esos abalorios, esa alta joyería que corona este lugar. Y es que no parecen lámparas, sino pendientes para acudir al baile con el príncipe, siempre con cuidado de no perder tu zapato de cristal.
Y si comenzamos por las alturas, hemos terminado por los suelos, ja, ja.
Porque he dejado para el final la guinda del pastel. Una alegoría pintada en el techo, de forma circular, que se mantuvo ahí durante toda la rehabilitación.
En ella está representada la MINERÍA, con ese hombre fornido de torso desnudo y cara ennegrecida, pantalón azul y un pico y una pala. Hay un caduceo, una barra simbólica de poder, que debería de llevar dos serpientes pero sólo lleva una.
El MAR se representa con la cara quemada por el sol, pantalón blanco marinero, y nuestro castillo del escudo de la ciudad.
CARTAGENA, poderosa ella, vestida de rojo carmesí, sentada sobre la muralla de la ciudad y con su corona romana mural.
¿He dicho por los suelos? Sí. Me dice mi guía favorita que la mejor fotografía se consigue acostada en el suelo. No es la primera vez que hago algo así, la verdad.
La miro y le digo, venga, nos acostamos las dos y disfrutamos de esta belleza juntas. ¿Yo?, dice Juana Mari. No, Eva, de ésta me echan.
¿Cómo te van a echar? Si es la mejor manera de disfrutarla y entenderla, tendremos que hacerlo. Y si te dicen algo, me echas la culpa a mí
Instantes, instantes que guardo dentro de mi carpeta mental de favoritos. Sin darme cuenta, estábamos riendo las dos, en el suelo, observando a Cartagena, la Minería y el Mar, disfrutando de nuestro trocito de lugar que nos vio nacer, que nos vio crecer.
Gracias a todos los que dais vida a este lugar. Políticos, administrativos, prensa, protocolo, mantenimiento, limpieza, turismo, guías, policías… Y que no se me olvide Charo, que ya me han dicho que es una pieza imprescindible para que aquí, todo sea especial.
FELIZ DOMINGO DE GATAS CURIOSAS
EVA GARCÍA AGUILERA