LOS GUARDIANES DEL PATRIMONIO
LOS GUARDIANES DEL PATRIMONIO
Había comenzado diciembre con días lluviosos. Pero eso no frenó la ilusión que tenía contenida desde aquel final de septiembre cuando me crucé con alguien especial. Supe que detrás de ese chico sencillo y de mirada transparente y bondadosa, había una historia entrañable de esfuerzo, trabajo e ilusión.
Llegamos por un camino de esos que el navegador del coche a veces elige para hacerlo todo más complicado. Pero mirando el lado bueno de las cosas, tuvimos la oportunidad de adentrarnos en lo más profundo del Campo de Cartagena. Y el regalo de llegar con el tiempo suficiente para disfrutar de ese cielo de atardecer, alejados de la contaminación acústica de la ciudad.
Había silencio, se respiraba paz. Aparecieron los viñedos ante nuestros ojos con ese aspecto que lucen los que reciben mimos.
El olor de las rosas del jardín trasero lo inundaba todo de un aroma especial, mezclado quizá con el de los cítricos en una noche de invierno. En un instante todo fue mágico. La paz del campo, el silencio de los que trabajan tranquilos, disfrutando de ese entorno privilegiado que ellos han elegido para volver a dar vida a algo que durante unos años se esfumó.
Domingo Alcaraz y Maribel acuden afables, sacándonos de esa burbuja momentánea, de ese universo paralelo.
Él, tranquilo, pausado, sereno. Ella, habladora, alegre, pizpireta.
Y es entonces cuando nos abren las puertas a ese mundo bonito que han creado. Donde aprovechamos los últimos rayos de luz para fotografiar el resultado de ese trabajo infinito.
Y en ese instante nos adentramos en su historia, la historia de Bodega Viña La Cerca, en Pozo Estrecho
Domingo ya sabe que soy muy curiosa. Y habladora, preguntona…. Creo que se hizo a la idea meses atrás cuando nos conocimos. Pero seguro que también se dio cuenta entonces, de que me gusta sacar la esencia a las cosas para construir mi historia.
Por eso este chico atento y anfitrión perfecto comenzó con aquello de……
Entre 1870 y 1930 aproximadamente, hubo lo que llamaron un “boom” de producción. Los viñedos se extendían por todo el Campo de Cartagena. Desde La Aparecida a Miranda, El Plan, Pozo Estrecho….
Y es que en aquella época no había cultivo de regadío, así que predominaban las viñas, los olivos, los almendros, el algarrobo, las higueras….
Pero llegó el declive, dando paso a otros cultivos. Los pozos subterráneos, las norias, los molinos, empezaron a introducir el regadío, siendo su máximo esplendor en 1978, cuando llegó a la ciudad el trasvase Tajo-Segura.
¿Sabéis que la tradición del cultivo de la vid en la familia de Domingo tiene más de 150 años?
Sin embargo, coincidiendo con la fecha del trasvase, hubo un parón generacional que no se recuperó hasta el año 2003. El año en el que Domingo y Maribel se cogieron de la mano y consolidaron la sexta generación de esta bodega. Bueno, os voy a desvelar un secreto. La sexta generación tiene un tercer miembro que todavía descansa tranquilo dentro del vientre de Maribel.
¡Perdón, os he chafado la exclusiva!
Pues sí. Estos chicos que hacen un tándem perfecto, han recuperado las cepas autóctonas de Cartagena. MONASTRELL y MERSEGUERA.
Nos cuentan que hasta 2018 no tuvieron su primer vino embotellado. Ese auténtico vino dorado del Campo de Cartagena, y el tinto, con matices que solo el cariño y la tradición pueden hacerlo posible.
¡Ellos dos, solo Domingo y Maribel, hacen todo el proceso desde el principio a fin!
Recuperan aquel elixir perdido y lo hacen de la manera que ellos solo saben hacerlo, totalmente artesanal.
Respetan el medio ambiente, investigan, sueñan, crean, observan la luna, las predicciones del clima. Cada detalle cuenta.
Desde el cuidado de la cepa al embotellado, ellos dos solos. Bueno, y el chiquitín que os he desvelado que está en camino.
Los observo. Son el complemento perfecto. Les une el amor por el campo, las tradiciones. Se cogieron de la mano jóvenes, viviendo esas primeras veces. Estudiar en la universidad, reformar el hogar que querían para compartir, el proyecto de la recuperación de esta tradición perdida. La templanza de él se complementa con la espontaneidad y manera efusiva de contar las cosas de ella.
Domingo poda y Maribel recoge sarmientos.
Ella embotella y él encorcha, él se encarga del etiquetado y ella del lacrado.
Dice Maribel que le relaja ese momento de introducir la botella en la cera caliente. Y la verdad, es que a mí me han entrado ganas de probar.
Y así es como en un paseo mágico por un museo de tradiciones con aperos de sus antepasados y un árbol genealógico increíble, pasamos a la bodega, donde todo ocurre.
Y allí observamos las tinajas, las barricas, el pozo para la fermentación natural de la uva, la prensadora. He aprendido que un prensado suave evita que la pepita se parta, es un astringente, y al paladar no es agradable.
También vuelvo a casa sabiendo lo que es una despalilladora. Lo confieso, muchos términos del campo no sé, pero poco a poco voy aprendiendo. Pues eso, que con la despalilladora, Domingo separa el raspón de la uva. Dice que sus antepasados lo incluían en la fermentación, cuando pisaban la uva con las esparteñas. Pero él no ha seguido la tradición, sabe que el raspón también altera el verdadero sabor de la uva, así que ha introducido cambios.
Y bueno, tampoco ha seguido con la tradición de las esparteñas, jaja.
Y cuando crees que ya lo has visto todo…. ¡La sala de catas! Es un lugar tan mágico, tan bonito, tan ellos….
Las paredes están pintadas artesanalmente por artistas del grafiti, nos cuentan. Narran la historia, la tradición. Conservan las puertas antiguas que ahora se integran fijas en ese lugar increíble.
Un cuadro de San Ginés de la Jara asoma orgulloso. No solo es el patrón de Cartagena, sino el de los vitivinicultores. Así que no les falta detalle.
Y entonces descorchan una botella de ese líquido dorado que alcanza más allá del sentido del gusto. Una botella de la que sale un caballo con cola de ballena.
Pregunto el significado, aunque conociéndome ya lo imaginabais, ¿verdad?
Domingo nos cuenta que es un hipocampo fenicio. Los fenicios fueron los mejores comerciantes, navegantes, introdujeron la vid en la península Ibérica. En sus barcos llevaban en proa y popa el caballo y la cola de ballena. Y la cerca, envuelve al animal.
Hay una frase en la parte superior del etiquetado: GUARDIANES DEL PATRIMONIO.
Ellos han recuperado algo perdido del patrimonio de nuestra ciudad trimilenaria. Han devuelto al Campo de Cartagena su vino auténtico, solo producido en dos viñedos de este pueblo galileo.
Creo que serían merecedores de un reconocimiento. Ojalá y llegue esta historia a alguien capaz de valorar, que la recuperación de las cepas autóctonas de la ciudad están en el corazón de MARIBEL Y DOMINGO, los GUARDIANES DE PATRIMONIO.
FELIZ DOMINGO.