LA MAGIA DE UNA GUITARRA, ANTONIO PIÑANA

Eva
LA MAGIA DE UNA GUITARRA, ANTONIO PIÑANA

LA MAGIA DE UNA GUITARRA, ANTONIO PIÑANA

 

Me desperté temprano movida por la ilusión, pero también por la inseguridad. Esa que a veces me acaricia, disimulada, pero que me recorre el cuerpo cuando voy al encuentro de alguien grande, que pertenece a un mundo para mí desconocido. Y sí, ya sé que a menudo cuento que me encanta aprender, pero hoy era diferente.

No habíamos cruzado más de tres palabras y un, a las doce la espero en mi casa, por watsapp. Y yo, que soy algo despistada, hice lo imposible por no perderme y tocar el timbre, con las piernas un poco tembleconas, a las doce en punto. Subí al ascensor, cámara colgada al hombro y me recibió su mujer, una señora agradable a la que interrumpí en sus labores diarias pero que me hizo amena la espera hasta que llegó ÉL.

De aspecto afable, pelo blanco y abundante y zapato cómodo para recorrer cada rincón de la ciudad, llegaba el maestro del flamenco, Antonio Piñana.

 

Hacía sólo unos meses que le habían nombrado hijo predilecto de Cartagena, en un evento precioso al que tuve el placer de asistir. Y fue allí, en ese momento, cuando pensé, Eva, ¿dónde has estado metida todo este tiempo?

Pues sí, había estado alejada de ese mundo del flamenco, del arte, del “toque”, de las tarantas. Pero hoy estaba aquí, sentada en un sofá acogedor con Antonio. Escuchando, sonriendo, preguntando y sobre todo, en una nube, imaginando a aquel niño que una vez…

Me cuenta Antonio que a los siete u ocho años inició su camino por el cante. Era su gran ilusión, cantaba acompañado de la guitarra de su padre. Un grande también del que inhaló el arte y el esfuerzo que conlleva llegar a lo más alto. Le gustaba cantar al estilo de Juanito Valderrama, Manolo Caracol…

 

Pero llegó la adolescencia y esa voz cambió. Cosas de la edad, destino que llevó a este gran artista a coger una guitarra y no volver a soltarla. Afortunados somos de aquel suceso.

Le miro, da gusto escucharlo. Su mirada refleja ese recorrido mental que está haciendo en este mismo instante.

Le pregunto, Antonio, ¿era usted autodidacta?

Suspira, cómo diciendo, no había otra opción. Había carencia por aquella época de profesores de un nivel alto, así que Antonio aprovechaba todo lo que podía de la experiencia de su padre, y de aquellas veces que le acompañaba cuando venían artistas a la ciudad y él se dedicaba a fijarse en cada detalle para incorporarlo a su aprendizaje.

Antonio es pausado al hablar, lo hace en un tono agradable, flojito, así que igual le he vuelto algo loco con mi entusiasmo al preguntar.

Es pausado, pero como además de entusiasta soy observadora, tengo que decir que vi la sonrisa en sus ojos. Sabía que en ese instante me  iba a contar algo que fue importante para él, EL TEATRO ARGENTINO.

¿Los que sois de Cartagena lo recordáis? Un teatro en el que cada Navidad venía una compañía que permanecía durante un mes llenando la ciudad de alegría, flamenco, arte. Querían contratar a su padre, el maestro Antonio Piñana Segado, pero éste dejó paso a ese niño con maneras para el toque y… FUE SU PRIMERA VEZ EN UN ESCENARIO.

Sonríe, ahora sí dibuja una serena sonrisa en su cara entrañable. Me dice, Eva, ensayé con el cantaor y se quedó muy contento.

Y aquel regalo le condujo hacia un camino a la experiencia, ya sin freno, surcando cada ola que el toque de su guitarra provocaba a su alrededor. Era una edad bonita, donde comenzaron los “bolos”, y donde llegaría a los 20 años dando la vuelta a España con un espectáculo profesional, LOS JOSELITOS DEL CANTE. Corría la época de Joselito, el Ruiseñor y este grupo de artistas ya de relevancia en la época, pusieron el país en pie con su música y su cante.

Me cuenta que corría el año 61 cuando llamaron a su padre de la localidad cercana de La Unión. Necesitaban a un guía, alguien con experiencia que diera forma y fuera entendido en la materia para iniciar un proyecto, El Festival del Cante de las Minas. Aunque me dice Antonio, que en aquel momento era un concurso, lo de festival llegaría más tarde.

 

25 años estuvo nuestro gran artista Antonio Piñana (hijo) tocando en este festival. Acompañó a los cantaores más grandes, hasta que llegó un momento en el que como dijo el gran escritor y pintor  Asensio Sáez, EXTRAÑA AUSENCIA LA DE ANTONIO PIÑANA.

Y él está muy contento de aquella etapa tan bonita, y de un reconocimiento recibido este año, CASTILLETE DE ORO de La Unión que me muestra orgulloso. Reconocimiento que también cuenta otro de los grandes, como le llama Antonio, Su Majestad, Paco de Lucía.

 

Me acomodo en el sofá, porque le observo y creo que vamos a entrar a ese momento en el que Antonio toca el cielo de emociones, anécdotas, experiencias, grandes del flamenco. Donde se consolida como artista, cuando Madrid le abre las puertas a la profesionalidad, al arte, al crecimiento, a la experiencia y al disfrute, haciendo aquello para lo que nació.

Pero para ello, tomó decisiones, arriesgó. Comento con Antonio que las personas somos mucho de decir aquello de, qué suerte has tenido. Y yo le digo, pocas veces la suerte toca a la puerta mientras estás sentado en un sofá sin hacer nada. Las vivencias están esperando a las personas que toman decisiones, que no ponen excusas, que luchan y lo intentan.

Ja, ja. Me mira y me dice, cuánta razón tienes. Pero es que es así. Antonio y su familia arriesgaron por un sueño. Cerraron las puertas de su casa para abrirla en una capital donde todo ocurría muy rápido, donde tendrían que volver a empezar.

Corría el año 67, Antonio arriesgó, su familia le apoyó y él triunfó.

Trabajaba por la mañana como funcionario y daba clases por las tardes a los hijos de personas influyentes de Madrid. Pero sería al tercer mes de estar por allí cuando ocurrió la magia. El Tablao Flamenco TORRRES BERMEJAS de Madrid, junto a la Gran Vía, le abrió sus puertas.

 

Un tablao flamenco de profesionales. Compañeros como Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Marchena… Como dice Antonio, toda la plana mayor del flamenco.

Allí me doctoré en guitarra  ¡Ay, qué entrañable que eres!

¡Cuéntame anécdotas Antonio!, le digo.

Y entonces vuelve a poner la mirada en modo recuerdo, se coloca en el sofá y todo se convierte en un sueño. Porque en ese instante, yo recorro con él esos momentos en los que Lola Flores, sin avisar, se subía al tablao a cantar e incluso a recitar. Me siento con ellos, con Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Manolo Caracol, en esa cafetería que me cuenta que veían anochecer y amanecer contando vivencias, historias. En aquel lugar donde todos los artistas de los mejores tablaos de Madrid se daban cita para fusionar su arte.

Cinco años de vivir con pasión, de llenar una maleta para volver a la ciudad que le vio nacer.

¿En serio, Antonio? ¿Sólo cinco años? ¿Una decisión tan difícil tomada hace cinco años, tocar el éxito, la experiencia, estar a la altura de los grandes y volver a casa?

Sí, ya he dicho que soy impulsiva, pero no lo puedo evitar. Antonio asiente. Sí, Eva, llevaba un ritmo frenético. Mi trabajo diurno, una discográfica que tenía en exclusiva donde ensayaba y grababa mis discos, con otros artistas, el tablao… Llegué a dormir tres horas. Quizá tuve miedo, no lo sé. Una neumonía mal curada... Era el momento de volver a Cartagena.

¿Sabéis que me cuenta que la adaptación a su vuelta fue rápida? Comenzó con la docencia, transmitiendo su experiencia a sus alumnos, hasta ahora, que continúa haciéndolo, aunque más tranquilo. Con los ojos puestos en un nieto de 14 años, Rafa, que dice que es casi ya como él. Y orgulloso de su familia. Seis hijos, de los cuales tres han agarrado fuerte ese arte para no soltarlo.

 

Me da un paseo por esas paredes de su hogar que rezuman arte. Pinturas, fotografías, trofeos. ¿Y los discos?, también, Antonio me muestra algunos.

 

Y es entonces cuando noto que mi inseguridad y mis piernas temblorosas hace ya una hora que desaparecieron. Que me he ilusionado con su historia, su arte, su familia. Y que no me podía marchar sin decirle aquello de, ¿Antonio, tú tocarías un poquito para mí?

 

Cuando digo que soy afortunada, es por estas cosas de la vida. Porque decidme vosotros, si no es un lujo que un lunes cualquiera Antonio Piñana, el maestro del toque, dé rienda  suelta al arte con su guitarra sólo para mí, en el salón de su casa.

Gracias Antonio por arriesgar, gracias por volver a tu tierra, a caminar y disfrutar de tus rincones favoritos, a compartir, a vivir una vida entre toques y mar.

 

FELIZ DOMINGO DE FLAMENCO

EVA GARCÍA AGUILERA