Opinión

Montanaro de aquí: El silencio…, es lo que me queda

Montanaro de aquí: El silencio…, es lo que me queda

Ya en vísperas de nuestros cortejos, en plena Cuaresma cartagenera mirando como siempre al cielo, volvemos a las rivalidades de antaño, volvemos al caos, caos de Iglesia y de iglesias, caos de cabalgata, perdón de procesión hecha cabalgata, caos de gestión y si no es un caos de FE, sí de tradiciones, la banalidad y la mendicidad ética, por no usar la mediocridad impuesta desde el protagonismo se ha establecido en nuestra incomparable Semana Santa, ya de tiempo, no es nuevo, no cabe duda alguna de que hemos destrozado los cortejos y seguimos a bingo, jodimos la procesión del Miércoles Santo y vamos a más, sé que no es artículo de buen samaritano, tampoco quiero que me lave los pies Jesús a modo de errática metáfora, pero a veces, como dice el Marqués de Peralta, hay que decir “las cosas por su nombre”.

 No son modas femeninas, son frustraciones de protagonismo, los exegetas de nuestra Semana Santa han concebido el desastre y lo digo con el corazón condolido por la consternación patriarcal cristiana como enjundia, la política, con ocurrencias de idiotas conceptuales y sobre todo, la mediocridad, mucha mediocridad de uno y otro color están fagotizando a la Semana Santa de Cartagena y su tradicional por longevo significado, estamos encaminados en esta sociedad actual a la disección de la moral cristiana y, mientras faltan manos y hombros agrandamos los cortejos despreciando la tradición conservadora de nuestras almas, no quiero ser incontinente ni resentido en mis palabras pero tal como vamos encaminados, entre la putrefacción política y la debilidad de la moralidad, no veo lejano el cortocircuito decoroso en nuestros desfiles o cortejos.

No ayuda a mantenerla, no ayuda convertir en un pasacalle el himno magistral californio que es la Entrada de Jesús en Jerusalén, hoy un desfile ataviado de manualidades de colegio, lo que debía de ser un festín vespertino de disfrute infantil se ha convertido en una ingestión de colores gracias al tiempo y a la frustración de los mayores.

No ayuda inventar cortejos y duplicar formaciones, y además, alejados de nuestras tradiciones longevas, no ayuda eternizar un cortejo Magno de Miércoles Santo con improvisados abalorios procesionales en forma de agrupación, siempre para destacar tercios… y vanidades, en comparativo agravio y en permitido y peligroso desagravio facilitado por un sanedrín de fortuna dónde el falso protagonismo es fuente de tristes virtudes, nos alejamos de la realidad cofrade, nos imbuimos en hipocresía e interés, un torrente de aptitudes soberbias para además, acalorar todos los cortejos con más ingredientes a modo de comitiva y no es sano, ni ético ni tiene moral cofrade, y es un esfuerzo fatuo, un coloso e impresionante devaneo económico y de ilusiones, maltratado por la soberbia humana.

Como veis. No hay una clara determinación de alejar los negros nubarrones de la discordia, quizás porque siempre es bueno sembrar la controversia en estas fechas y entre las principales hermandades, por esto de la memoria histórica ya que, como dijo Clemenceau “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra” y la palabra es disoluta y licenciosa y fácil de manejar, ¡mírenme a mí! Hablar en contra de los míos, de la ampliación del Magno Cortejo, de la reverberación de las almas abyectas, de la frustración del protagonismo. La Semana Santa de Cartagena es más que una cofradía, La Semana Santa de Cartagena es más que un sentimiento de gloria, la Semana Santa de Cartagena está por encima de falsos protagonismo y desaciertos, no hemos aprendido nada en siglos y recientemente en décadas, seremos culpables de su quebranto por nuestra aquiescencia, solo que la historia nos demuestra que los listos se aprovechan de todos en vanagloria fútil propia, acaso ¿no nos encontramos ante particulares feudos donde una tropa trivial, como lacayos conforma un entramado de defensa y amparo de la vanidad humana?, con esta fotografía, ni el museo, ni la promoción turística, todo sigue a espaldas de la realidad presentada, solo un falso engrandecimiento de cortejos sin mesura, ni estacional ni artística en concordancia con el patrimonio exhibido, penurias en los mismos, carreras exacerbadas y lucimiento soberbio de pocas almas en un purgatorio que adolece en nuestras calles de noche y madrugada.

 ¿En Cartagena sigue siendo Cuaresma durante todo el año, o ya no?

Hace falta un verdadero gobierno institucional cofrade y no una Junta aséptica entre cofradías, que no permita abusos indiscriminados de días, de carreras, de eventos o de tiempos por parte de ninguna cofradía, mandatarios políticos, eclesiásticos, laicos y acólitos, hemos contaminado la Semana Santa de mediocridad política y de intereses muy particulares. Representábamos, -uso el pretérito perfecto-, los cofrades cartageneros, de todos los colores, un despliegue de medios humanos con un notable patrimonio artístico, un patrimonio cargado con un profundo barroquismo de los que somos privilegiados herederos, privilegio del cual en numerosas ocasiones parece que no somos conscientes, realmente en poco años se ha multiplicado con exceso el “patrimonio” procesionista (por ser cordial), pero con un patrimonio nefasto, pueril e incluso nocivo para nuestros cortejos. La belleza artística y el sentimiento imaginero se quedó estancado hace décadas con Capuz, Benlliure, Salzillo, Talens, Lozano, Ardil…, y ¡todo no vale hoy!, ni valía ayer y de esto, decía hace meses que, y decía hace años, la propia Cofradía California ha sido un gen devastador de este escudo protector, tenemos cada año más imágenes y peanas dignas de darle resguardo en un oscuro almacén y suma y sigue, de ser procesionadas con lo que ello representa, simplemente por el hecho de engrandecer un cortejo que ya era grande sin necesidad de adornos inquisitorios de grandes agrupaciones, no engrandecen el cortejo, y nada ajenos a los problemas de personal que surgen, faltan penitentes, portapasos, perdón, ahora con tanta verborrea progre, aquí incluido también, faltan penitentas, penitentos, portapasas y en este caso debido a que es un ingente modelo cristiano no hay ni portapases y tampoco penitentos, sí muchos penitontos.

Este poderoso y responsable privilegio nos debe inculcar emociones consecuentes con lo que representamos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, y alejar de nuestros sentimientos las banalidades de grandiosidad y consensuada rivalidad mal interpretadas que nos alojan en espectáculos de diversión y distracción en nuestra Semana Santa, los cortejos no son cabalgatas, son representaciones de culto y catequesis, de pedagogía cristiana, de devoción y admiración basado en el sacrificio ofrecido por sus consensuados y abnegados participantes, lejanos a la realidad representada y de la soberbia incierta que nos cubre en ocasiones con una púrpura túnica.

El análisis de nuestras tradiciones se impone, dejar de innovar e inventar para rellenar espacios y tiempos, no aburrir y no contaminarnos de esa mediocridad institucional que ha llegado para quedarse, no valen peanas baratas de factura artística, no vale la imaginería de Iglesia o de tienda diocesana, no valen protagonismos fútiles, o los muy exacerbados con bordados incoherentes con la vieja y artística laboriosidad manual, o peor, sin bordados identificativos envueltos en una dejadez sumisa.

Hay que demostrar que la Iglesia y las cofradías están por encima de la mediocridad progresista o no de políticos de bambalinas, de la desfachatez de los hemiciclos, y de las afrentas progresistas aconfesionales que sin duda se están gestando en los oscuros despachos en un absurdo alarde de laicidad hipócrita. Sinceramente, creo que peligra tal y como la hemos conocido.

Quizás, algunas agrupaciones han perdido el horizonte que en su día las conformaron, la estabilidad socioeconómica para mantener viva a través de la Hermandad la catequesis de la Religión Cristiana en nuestro entorno, debiéndose a sus hermanos, no al contrario. Un catecismo que se hace único en nuestras latitudes y que cada día, cada año, nos empeñamos en deteriorar en todas sus extensiones; religiosas, culturales y sociales. Destruimos el segmento cultural que nos puede hacer visible al foráneo, nuestro malogrado Museo de Semana Santa, como ese niño que no se le permite vivir y que está condenado a perecer ya solo en la intención.

 El marchamo de Internacionalidad no se consiguió para colgarlo de los carteles y publicaciones pasionarias, fue para recompensar el trabajo realizado durante siglos, repito, siglos y apoyar el duro compromiso de futuro en el desarrollo socioeconómico de la ciudad departamental unida siempre a la supremacía única de nuestros desfiles en esa gran representación del drama de Cristo que nos implica, ya no a los visitantes, sino a los propios protagonistas del cortejo, un suspiro de humildad, virtud hoy tan lejana. ¿Sabemos realmente hacia donde debemos de ir?, ¿sabemos trasladar, en una sociedad como la actual, el compromiso a los más pequeños de la fe y las principales virtudes y valores morales?, ¿Cuidamos nuestra filosofía de conjunto?, sólo nos situamos en estaciones de un Vía Crucis banal y vacío que se nutren en el oropel y la soberbia como aquellos mercaderes y figurantes fariseos del drama del Pretorio. Mira por dónde, otro trono a sumar, así hasta el infinito…, Parad mercaderes y fariseos.

La reflexión en cada estación del Vía Crucis, en cada imagen procesionada por cualquier agrupación o cofradía, en cada recodo del cortejo, de la carrera…, es un renuevo de aire necesario para mejorar, perdonar e intentar conseguir cierto refugio del siempre desdeñado espíritu.

Resumo, cuidemos nuestro patrimonio y no inventemos banalidades por envidias y celos, volvamos a los representaciones estáticas pre desfiles, las dinámicas para la propia Semana Santa, no hagamos más el ridículo, para la algarabía y la lisonja están otras fiestas.

La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. San Agustín. Espero que me perdonéis esta licencia.

 

-Andrés Hernández Martínez y Martínez por mi madre-