UN BATALLÓN, UNA HERMANDAD Y UN SUEÑO CUMPLIDO

Eva
Eva
UN BATALLÓN, UNA HERMANDAD Y UN SUEÑO CUMPLIDO

UN BATALLÓN, UNA HERMANDAD Y UN SUEÑO CUMPLIDO

 

“En Cartagena siempre hemos visto a sus marineros, infantes de marina y cómo no, el ejército de tierra con sus Regimientos de Infantería y Artillería. Pero pasaba casi desapercibida una pequeña Unidad de Arma de Ingenieros. Se encargaba de las comunicaciones por telefonía y en algunas ocasiones por radio. Daba enlace a través de sus destacamentos, comunicando el Gobierno Militar con los requerimientos y sobre todo a las distintas baterías y fortalezas de nuestra localidad”

Os voy a contar un secreto. Hace unas semanas acudí a una cita en el Museo  Histórico Militar de Cartagena, con un grupo de personas a los que les unía una causa común. Iba algo expectante, porque aunque soy de esta ciudad marítima, no entiendo mucho de galones y jerarquías. Pero iba dispuesta a escuchar y preguntar, porque allí yo me convertí en voz y oído de alguien especial que quería que dejara por escrito esta bonita historia.

 

Y me lo pusieron muy fácil. Algo más de una decena de personas alrededor de una mesa consiguieron que aprendiera, me emocionara, sonriera, me sorprendiera y me llevara un trocito de su historia a casa para compartirla con todos vosotros.

Lo primero que aprendí fue lo que era un Batallón, y concretamente el Batallón Mixto de Ingenieros XXXII, una de las dos unidades que existían en el Acuartelamiento de La Guía, en Cartagena. Y quería saber más sobre ellos, anécdotas, intervenciones…

 

 

 

Y así es cómo me cuentan que siempre estuvo disponible para la población civil, acudiendo en auxilio ante catástrofes. O cómo en el incendio de Refinería de Petróleos de Escombreras, en el año 1969, que todos recordamos,  suplieron la falta de comunicaciones telefónicas. Allí estuvieron las Transmisiones del Batallón sin descanso a pie de aquel fuego peligroso. En 1972 estuvieron presentes en la Sierra Minera de La Unión, cuando reventaron las balsas de estériles de las minas y tantas y tantas ocasiones, que nos haría falta un libro para nombrarlas.

Es un orgullo contar con profesionales que como bien se dice, dan todo por la patria. Vivimos ajenos a muchas cosas, quizá porque no tenemos ganas de escuchar, bien por protección o por desconocimiento. Pero es la única forma de dar un poco de sentido a la vida, y eso se consigue cuando de primera mano conoces a personas extraordinarias que entregan su vida en el desempeño de su actividad, sin importarles nada más.

Así que cuando estos militares ya retirados, cuentan que el Batallón era su segundo hogar, en ese momento ya soy capaz de entender que sí, que así era.

Amistad, trabajo, compartir, familia.

¿Sabéis que me han contado? Que mi padre fue el primero en izar la bandera cuando se creó el Batallón en 1966. Por aquel entonces él prestaba el servicio militar. ¡No digáis que no son casualidades!

Ahora mi padre me dirá que me lo ha contado mil veces. Pero entre nosotros, nos ha contado tantas historias de “la mili”, que a veces es imposible retenerlo todo.

 

De repente se calma el ambiente, recuerdan cuando el ejército hizo “reestructuraciones” y la noticia de la disolución de la  Unidad del Batallón Mixto de Ingenieros XXXII llega como un chorro de agua fría. Corría el año 1995.

Pero no se quedarían con los brazos cruzados. En peores batallas habían salido airosos.

Así que me cuentan que con D. Antonio Gómez de Salazar, que fue el primer Comandante del Batallón y D. José Terry, comenzaron los trámites ante el Ministerio de Defensa para la creación de la Hermandad de Veteranos del BMING-XXXII. Llegaron incluso a recibir aportaciones económicas de este ministerio, hasta que les pidieron como requisito un número de asociados al que ellos no llegaban.

 

 

Hay una fecha que tienen todos muy presentes, 17 de febrero de 1995. Pues fue un nuevo comienzo para seguir teniéndose los unos a los otros, para compartir, para disfrutar de la vida después de tantos años de servicio.

Francisco Montoya fue su primer presidente. Que parece ser que se despistó pescando calamares el día que tenía la reunión y su nombramiento. Ya he dicho al principio que me hicieron reír.

Son un grupo heterogéneo. Los observo. Desde el principio me doy cuenta de que el hilo conductor lo lleva Paco Montoya. Es difícil que pase la palabra por la emoción que le pone al contar la historia. Presidiendo al otro lado de la mesa está el presidente actual, Francisco de la Cerra. Serio, escucha y hace pequeños apuntes. Tengo tres Alfonsos, uno a mi izquierda, otro al frente y otro junto al presidente.

Este último muy amigo de mi padre, me cuenta que se encontró con él hace unos años, y fue su vínculo para formar parte de esta Hermandad, de la que se siente feliz, orgulloso y que le ha regalado muchos momentos especiales.

Hay una señora, de aspecto elegante e inteligente. Su nombre es Irene y me encanta cómo es capaz de coger la palabra y dejarme atónita con todo lo que me cuenta y yo desconocía.

Ella es la presidenta de la Asociación de Damas de San Fernando. Me dice que la primera dama fue Caridad Oliva, viuda de  D.Antonio Gómez de Salazar. Y con la sensatez de eliminar jerarquías y que todos los componentes dejaran a un lado cargos, galones, para ser simplemente amigos, propuso que a la presidenta la eligieran las damas.

 

Así que Irene de Andrés es presidenta desde su formación, en 1995. Ella comparte conmigo cómo las Damas en época del Batallón se volcaban a ayudar a los soldados con graves problemas personales o económicos. Me ha gustado escucharla, lo hace pausada, destacando la labor tan bonita y el orgullo de haber podido hacerlo. Me dice que hoy en día ya no hay soldados de reemplazo, aunque siempre procuran ayudar a los necesitados, y sobre todo vivir esta etapa de compañerismo y fraternidad.

Era tanto el tiempo que pasaba en La Guía, cuando su marido D. José Terry y otros compañeros tenían que trabajar los fines de semana, que incluso aprendió a conducir allí.

 

 

 

Y entonces llega el momento en el que todos hablan. Cada uno quiere aportar una anécdota, un recuerdo.  Y es éste, quizá, el instante más emotivo de todos.

Dicen que cuando desapareció el Batallón, pidieron permiso para que su Virgen fuera trasladada a la ermita de la Guía, donde se celebraban al inicio las primeras misas.

Que cuando se arrió por última vez la bandera del Batallón, el general le entregó al presidente la bandera a la Hermandad, bandera que conservan en el salón del primer piso del museo militar donde ha surgido este entrañable encuentro.

Y me ha hecho gracia cuando cuentan que el cuartel no tenía muros, solo alambradas. Y que con camiones comenzaron a levantar muros con piedra viva, para que fuera sostenible. Y una mañana, tenían allí a todos los agricultores de la zona ofreciendo piedra de sus bancales, con la que levantaron aquellos muros.

Ja, ja, esta me la contó mi padre. Allí en La Guía no había agua corriente. Así que tenían un camión cisterna. Una mañana el camión no volvió. Todo fue una historia de tebeo, pero resulta que un soldado se había ido al barrio de Los Barreros para examinarse del carnet de conducir con la cisterna del Batallón.

Batallitas, nunca mejor dicho.

Pero son felices en sus recuerdos, con sus cenas y bailes, con sus jornadas de tiro, viajes por toda España, celebrar la festividad de San Fernando, a quien va dedicado este artículo para el próximo día 30 de mayo. Conferencias en el Club Naval, teatro…

 

 

 

 

 

Esos hombres y sus mujeres han formado un grupo muy bonito y así se respira en el ambiente.

 

 

 

Y entonces llega un momento para mí emotivo, porque lo confieso, soy portavoz de mi padre, que me dice:

“A través de este artículo se hace un llamamiento a los soldados que sirvieron en el Arma de Ingenieros, para que se incorporen a esta asociación y puedan disfrutar de nuestras fiestas, encuentros culturales , excursiones y lo más importante, que se sigan manteniendo esos recuerdos de hermandad, compañerismo y servicio a la Patria”

Y sus compañeros le esperan, a su llegada, en un salón de la planta baja donde se abrazan y  todo comienza a fluir.

 

 

 

Veo a mi padre frente al cristal de una vitrina con mi madre. Parece un aparato para comunicaciones de aquellos años. Le escucho cómo cuenta que desde los Molinos Gallegos donde él estaba destinado, conseguía que le conectaran con la oficina de mi madre. Ainss, qué queréis que os diga. Que la vida es la suma de momentos que nos hacen bien, los que nos llevamos para siempre.

 

 

 

Así que gracias a todos los que me habéis prestado vuestro tiempo. Sé que faltarán muchas cosas, pero os lo dije al principio, es un artículo de un periódico. Aún así, espero haber exprimido vuestra esencia, porque os aseguro que cariño, le he puesto.

Y papá, gracias por dejar que me adentre en estas historias, vuestra historia.

 

 

 

FELIZ DOMINGO

¡NOS VEMOS EN SAN FERNANDO!

EVA GARCÍA AGUILERA.