Opinión

Montanaro de aquí: Hombres buenos, Domingo

Montanaro de aquí: Hombres buenos, Domingo

Hombres buenos, Domingo

La novela de Pérez Reverte, Hombres buenos narra la heroica aventura de quienes, orientados por las luces de la Razón, quisieron cambiar el mundo con libros cuando el futuro arrinconaba las viejas ideas y el ansia de libertad hacía tambalearse tronos y mundos establecidos. Domingo es ese hombre bueno y digo es, cambió los preceptos de no solo la Cofradía Marraja, sino la de todos los cofrades desde la humilde razón, desde el corazón inmenso de su quietud y amor al Nazareno, como el teniente jurídico de aquella obra, Algunos hombres buenos, Domingo lucho desde la paz , la razón y la quietud contra ese coronel ficticio que alcanzó con su trabajo y esfuerzo muchos objetivos fundamentales para el resurgir del Jesús Nazareno, incontables, la renovación y la integración de la agrupación primero y de la Cofradía después a la juventud y sobre todo al protagonismo femenino tan desterrado entonces y tan natural hoy, hizo que la participación sin discriminación y la integración de todos los componente y foráneos de la cofradía fuera una garantía de éxito morada, pero sobre todo de familiaridad y acogimiento,  la solidaridad y el trabajo social para y por el prójimo era su banderea, su sudario y su estandarte, el mismo con el que ha desfilado ante el Altísimo en este triste y oscuro día, renovando y alzando una etapa evangelizadora dentro de la Cofradía basada en el ejemplo y en el respeto, algo que estaba integrado en su profunda personalidad, la confianza y su gran corazón eran su tarjeta de identidad, pasara mucho tiempo para que el nazareno tenga tan alta figura dirigiéndolo y sobre todo la cofradía marraja. Tuve la suerte de encontrarme entre sus amigos, entre sus servidores y entre sus seguidores, Domingo no tenía palabras fuera de contexto, Domingo nos enseñó a muchos cofrades a querer a la Semana Santa de verdad, a ver que no habían diferencias entre un color y otro, entre un hachote y otro y, entre un día y otro, el 2018 su nombramiento como Procesionista del año, como todo en esta santa tierra llegó, pero tarde.

Hombres buenos. Algunos hombres buenos, buscaba metáforas sobre Domingo, pero Domingo era y es su propia metáfora, un vacío incontestable el que deja, no solo en la Cofradía Marraja, no solo en la familia cofrade cartagenera y regional, lo deja en la sociedad de esta tres veces milenaria ciudad, una espina de las que remarcan la corona del Nazareno que nos hace sangrar de profunda tristeza el corazón. Cartagena ha dado al mundo y a la historia notables nombres, notables personajes y Domingo Andrés Bastida Martínez ha sido el último. 

No solo su vida se ha llevado la implacable parca, su fugaz pero cruel a la vez que inhumana presencia, esa misma que acompaña cada madrugada al Jesús desde la pescadería a Santa María se ha llevado un trozo de la savia de la ciudad, de la sociedad, de la familia cofrade sin distinción de color, alguien escribió; “Maldigo tu muerte absurda y sin nada/ hundiría mis manos hasta tus entrañas/ tomaría lo negro que quito tu vida y lo devoraría para estar contigo. Y escribo y no digo el dolor inmenso/ no existen palabras para darle un nombre”. No tengo duda de la existencia de Dios, y si la hubiera tenido Domingo me lo habría confirmado, pero sí la tengo de la justicia divina, no la entiendo y no me resigno a comprenderla ni asumirla, porqué los hombres buenos tienen que irse con al Altísimo antes, porque es tan egoísta es te Dios nuestro...

 Aquí quedamos los desterrados hijos de Eva, arropados todos en un abrazo de frustración, envueltos en una oración de impotencia, sumidos en una plegaria de duda, enlazados en un ahogante deseo de encontrar pronto consuelo y alivio. Una buena persona merece el mejor de los acompañamientos en su subida a los cielos.

Alguien me habló de la fuerza, de que las personas fuertes sonríen con el corazón roto, lloran con la puerta cerrada, a escondidas, y además pelean batallas de las que nunca nadie se entera y, además, todo lo envuelven en una sonrisa de paz y tranquilidad, incluso para irte has sido discretamente fuerte y por sorpresa para todos. Has sido siempre discreto, cercano, amable, incluso siendo la máxima referencia cofrade y siempre haciendo el bien, nunca preguntaste, solamente actuaste y encima sin darle importancia. Siempre que te veía me hacía pequeño, siempre tuve la sensación de que no estaba a tu altura, porque era difícil alcanzar tanta bondad, por muy inteligente que algunos creamos ser producto de la innata estupidez, tu simple nos dejaba claro que no éramos nada profundo en este y al decirte el último adiós casi inerte, esa sensación era y es una realidad tangible, y que orgullo, hoy nos toca llorar tu perdida, rendirte tributo, cada uno a nuestra manera, yo jugando con  las palabras, hoy lidiamos otra batalla, la del adiós a un buen hombre, pero como nos enseñaste, manteniendo la naturalidad en nuestra familia cofrade.

Cada vez que el teclado de mi ordenador emana un sentimiento, un espíritu de agradecimiento, réplica o crítica, en este mundano río de frivolidades cofrades que es nuestra vida cotidiana, estará tu recuerdo para siempre detrás de cada palabra. Hoy mi despedida es un hasta pronto y mi profundo respeto a tu incomparable familia y mi ruego, es que esta ciudad a la que tuviste a bien ilustrar y nosotros la suerte de tenerte te rinda simplemente el homenaje que te mereces, sencillo, humilde, natural...

Hace unos años en la presentación del libro del viernes santo felicitaba a la hermandad marraja por tu lección…, “no tengo dudas de que el patrimonio humano, tan necesitado hoy en día, está más que asegurado con este Hermano Mayor que con notable sinergia y empatía actúa de modo proactivo, pero discretamente, de puntillas.” Y me despedía como así lo hago.  “Quiero agradecer al Ilustrísimo Hermano Mayor, Domingo Andrés Bastida Martínez la confianza puesta en este autor y en la obra, el gesto de cordialidad y el esfuerzo, su amistad y aprecio que nunca podrá ser recompensado por inmenso”. Descansa en paz con el Nazareno.

 

Andrés Hernández