Montanaro de aquí: EL SILENCIO DE LOS CORDEROS
EL SILENCIO DE LOS CORDEROS.
Ya, en vísperas de nuestra Cuaresma, a un mes del miércoles de ceniza y casi como una oscura metáfora con el advenimiento del carnaval cartagenero se presenta el cartel de Semana Santa, y digo la curiosa metáfora carnavalera porque, más se aproxima a un imaginario bando carnavalesco que a la representación de nuestras tradiciones.
No son ya rivalidades de antaño las presentadas y como cofrade me permito la licencia de opinar, no entiendo como la Junta ha aceptado este cartel, dicen que es atemporal, que recuerda a aquellos pictogramas a mano alzada de mediados del siglo pasado y, sobre todo, que es llamativa, lo llamativo, insisto es que se hayan atrevido a presentarlo.
La presentación y el desarrollo de un cartel de la Semana Santa cartagenera es descubrir al foráneo, ya sea en FITUR, en un local de la calle del Carmen o en Pernambuco la idiosincrasia, la particularidad, la excepcionalidad y el desarrollo descriptivo que no despectivo de nuestra representación cofrade de la Semana Santa, dícese de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo y destacar nuestro protagonismo, poniendo el acento en nuestras particularidades que nos diferencian del resto, no un borrego, ya bastante aborregados estamos en este país gracias a la insultante clase o casta política, y SÍ, cualquiera puede opinar a pesar de la malintencionada intención, hacer sangre con la política, ya que, la Semana Santa cartagenera no diferencia entre izquierdas y derechas, entre pobres y ricos, entre políticos y ciudadanos que, al fin y al cabo, nos guste o no, con más distinción o más mediocridad, son nuestros representantes y de ahí a cualquier ciudadano, de momento la libertad de expresión la tenemos, de momento.
Ya hemos visto como el tiempo ha convertido nuestros cortejos en mera tarea caricaturesca por la falta de calidad de las imágenes sumadas por intereses más espurios que personales, ya hemos visto cómo cada elección y cada gestión directiva se convierte en verdaderos subterfugios o evasivas de lo que representamos, y el cartel ha de representar la esencia de nuestras almas cofrades, lo que nos diferencia a pesar de que sea lo natural y rutinario para nosotros, pero es nuestra tradición, el orden de los capirotes, la luz que los acompaña entre la filigrana y el artesano oropel en el sufrimiento representado, la calidad del trono barroco y el de la cartagenera peana, identidad de nuestros Santos y Vírgenes con Mayúsculas, el martirio de Jesús llevado a hombros, eso es la identidad que hemos de representar, tradicional y conservadora.
El cartel representado puede ser el propio para el caos de una cabalgata, o de procesión hecha cabalgata, avocándose cada vez más a un caos de gestión y un caos de FE, un caos de tradiciones, ensalzar la banalidad y la ética, por no usar la mediocridad que impone desde el protagonismo de este cartel a modo de representación establecida en nuestra incomparable Semana Santa, no cabe duda alguna, si ya hemos destrozado la procesión del Miércoles Santo, hemos convertido el Domingo de Ramos en una charanga, el Viernes de Dolores lo hemos transfigurado para relleno, el martes ya hay más acompañamiento que protagonistas, podemos hacerlo peor, y con el cartel nos superamos, sé que no es artículo de buen samaritano criticar pero, a veces, hay que gritar en el desierto la desesperación, y no es que el resto de días en Semana Santa omitidos sean más afables y conservadores, es que corresponden a sus titulares la crítica y el elogio, yo me quedo en mi pecera.
Ya escribía hace un año que la mediocridad está contaminando a la Semana Santa de Cartagena y a su tradicional por longevo significado, que estamos encaminados a la disección de la moral cristiana y despreciamos la tradición conservadora de nuestras almas, no quiero ser incontinente ni resentido en mis palabras pero tal como vamos encaminados, entre la putrefacción política y la debilidad de la moralidad, no veo lejano el cortocircuito decoroso en nuestros desfiles o cortejos y ahora, el inocuo por ser generoso, cartel que no ayuda a mantenerla, no ayuda, convierte en un triste pasacalle el himno de la Santa Eucaristía al paso de lo que debía ser la aparición de Jesús a los Discípulos en Emaús o la Cena de Emaús reflejado en una llamada a modo de imagen a nuestra Semana Santa…
El disparate no tiene parangón, el insulto a la Semana Santa de Cartagena y por derivada directa a miles de cofrades es notorio, de hecho, casi el 90% estamos disconformes, se escenificaba en la vecina ciudad de Yecla, ajena, por supuesto al enturbiado y desafortunado cartel, patria chica del artesano del mismo, el lema del cartel se ejecuta basándose en la letra del himno de la patrona de su ciudad natal, la Inmaculada Concepción. Con dos narices abombadas… y no lo tragamos y se publica.
No ayuda a nuestra Semana Santa inventar cortejos y duplicar formaciones, pero menos aún utilizar la propaganda mediocre para externalizarla, y además, alejados de nuestras tradiciones longevas, no ayuda inventarse improvisadas proclamas enunciativas en forma de abstracto bosquejo, destacar la nada y el despropósito…, nos imbuimos en hipocresía e interés, no tengo duda, la presentación ya en sí es una afrenta contra la integridad de nuestra semana grande notarizado un torrente de aptitudes y actitudes absurdas por inventadas, para además, acalorar todos los comentarios y dando más ingredientes de discordia a modo de comitiva imaginaria que representa un cartel destinado a la interpretación incrédula, no es sano, ni ético ni tiene moral cofrade el mismo, y es un esfuerzo fatuo, un coloso e impresionante devaneo económico y de ilusiones, maltratado por la ignorancia más que la soberbia.
No hay una clara determinación de alejar los negros nubarrones de la discordia por lo que veo, quizás, porque siempre es bueno sembrar la controversia en estas fechas y se ha sembrado, por esto de la memoria histórica ya que, como dijo Clemenceau “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra” y manejar la imagen hace tarea difícil manejar la imaginación con este cartel, “asinque” manejar el silencio es mas complicado, incluso el de los corderos.
¿Representa realmente este cartel a nuestra Semana Santa? ¿Representa la belleza artística y el sentimiento imaginero de Capuz, Benlliure, Salzillo, Talens, Lozano, Ardil…? ¿Representa este cartel el acompasado desfile de penitentes y portapasos? todo no vale hoy.
Este privilegio de representarnos aquí y más allá de nuestras fronteras comarcales y regionales debe inculcar emociones consecuentes con lo que representamos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, el Orden, la Flor artesanal y la excelsa imaginería y alejar banalidades de grandiosidad y mediocridad manifiesta, la peor foto de cualquiera de nuestros ilustres fotógrafos es con diferencia más representativa que este cartel de nuestras tradiciones.
Es quizás otro apunte, otra suerte de que la Cartagena confesional se aleja del prototipo de laicidad que de forma sórdida nos quieren inculcar calladamente y encima con nuestro asentimiento, NO, hay que quejarse y denunciar este despropósito, hay que pelear por nuestras tradiciones más
Sin hacer sangre ni leña del árbol caído, la representación objeto del cartel es el episodio representado con más frecuencia y, en el que se basa la iconografía de la Agrupación, esa comida eucarística, donde Cristo Resucitado se revela por la “fractio panis”, parece una representación reducida de la Santa Cena, con solo tres comensales en lugar de trece, cena “post morten”, que es en realidad. De hecho, el tema resultaba conveniente iconográficamente para la decoración de los refectorios monásticos, así los pintores y grabadores de la época con frecuencia la han asociado con otras cenas de Jesús, otra es la de los dos discípulos que se dirigían a un pueblo llamado Emaús, cerca de Jerusalén, el día de la Resurrección. Mientras caminaban, conversando, Jesús se les unió y caminó junto a ellos, les preguntó porque estaban tan tristes. Uno de ellos, Cleofás que caminaba posiblemente con Zaqueo le contestó que, esperaban que Jesús Crucificado, ya que unas mujeres habían encontrado su tumba vacía.
Pues ahora que alguien me explique qué tiene que ver el faro de la Curra, los destellos que hay que adivinar que representa una cruz, un horizonte plagado de siluetas oscuras y tétricas que pueden representar cualquier ciudad en penumbra y, sobre todo, el cordero emergente sobre el todo, imagen más propia de otras religiones, pero eso sí, con una corona de espinas que suena más a sorna apologética del agnosticismo que al sacrificio por su dolorosa coronación, la de Jesús, no al del borrego. Si buscaba alguien el silencio de los corderos, creo que Cartagena se ha manifestado claramente, es una afrenta, es un insulto a los valores cofrades, y sobre todo, creo que a la Cofradía y a la agrupación representada.
-Andrés Hernández Martínez-