Siete años de resentimiento

Hoy dos de junio de 2025 se cumplen exactamente siete años con Sánchez como inquilino de la Moncloa y presidente del Gobierno. Los libros de historia y la perspectiva del tiempo permitirán el juicio perfectamente ponderado. Sánchez ha superado ya como gobernante los seis años y cinco meses de Rajoy, y puede superar pronto los siete años y ocho meses de Zapatero; Aznar estuvo en la Moncloa siete años y once meses. Suárez, sólo dispuso de cuatro años y medio, hoy parece increíble lo que logró en ese tiempo; Calvo-Sotelo apenas estuvo un año y nueve meses de presidente con aquella UCD que languidecía. Dejo para el final a ese sevillano octogenario, hoy despreciado en el PSOE y asiduo del Hormiguero, un tal Felipe González, que estuvo como inquilino de la Moncloa la friolera de trece años y cinco meses, todo un record.
Ayer leía al periodista Carlos Herrera opinar en una entrevista: “Zapatero en lo político puede parecer siniestro, pero personalmente tiene mucho fair play. Y respeta el trabajo y la crítica. El otro no.”
“El otro” es Sánchez. Esa opinión pudiera parecerme una exageración de Herrera, pero desde la publicación de los wasap entre Sánchez y Ábalos, tengo corroborado ya el pálpito que he ido consolidando sobre Sánchez a lo largo de estos años, tacita a tacita. Y me atrevo a afirmar la característica que compartiría mucha ciudadanía y ha marcado estos siete años de gobierno Sánchez: El resentimiento. Este es el ADN de la personalidad de Sánchez y por extensión de sus gobiernos, aunque es una cualidad específicamente sanchista, personal. Las características del resentimiento podrían confundirse con el odio, pero son conceptos diferentes. El resentimiento es un sentimiento más complejo, más alambicado, guarda relación con la memoria, pues no olvida, e infiltra el alma fermentándola durante años. El resentimiento fue estudiado por Gregorio Marañón en un magnífico ensayo histórico-biológico-psicológico de título Tiberio, historia de un resentimiento, cuya lectura les recomiendo.

Cuando tenemos una adversidad, nos quedamos jorobados, dolidos, humillados transitoriamente. Eso es lo normal, pero el resentido no reacciona así. Veamos cómo lo explica Marañón: “La agresión queda presa en el fondo de la conciencia; allí dentro, incuba y fermenta su acritud; se infiltra en todo nuestro ser, y acaba siendo la rectora de nuestra conducta y de nuestras menores reacciones. Este sentimiento, que no se ha eliminado, sino que se ha retenido e incorporado a nuestro alma es el resentimiento.”
El resentido pues, -Sánchez en este caso-, no tiene aceptación de la contrariedad, posee un victimismo interior y considera que la vida le es injusta y que él se merece mucho más. Aquellas Epístolas a la ciudadanía que Sánchez nos escribió hace un año no nos mostraban más que un resentido herido en su amor propio, incomprendido por un populacho que no percibía su gran valía; todo un ataque de autoestima y amargura. Su actitud ante los episodios de corrupción por los que son investigados judicialmente su esposa Begoña y su hermano David, completan a la perfección la descripción psicopatológica descrita en la teoría marañoniana del resentimiento.
Aun más, la evolución política de Sánchez, con su dimisión de la secretaría general del PSOE en el año 2016 al no aceptar la decisión del Comité Federal, y su vuelta tras ganar las Primarias marcan en Sánchez una actitud típica del resentido: la venganza. El resentido almacena ofensas, a veces durante largo tiempo, espera el momento de atacar; el resentido muestra impostada simpatía escondiendo su animadversión y antipatía durante largo tiempo, pero… ¡el que se la hace, finalmente la paga! El desdén personal a Page, Lamban o cualquier discrepante durante años, y evidenciado en el reciente episodio de los guasap, es el penúltimo brochazo del retrato de un exponente mayúsculo de político resentido.
El resentido en el poder recurre enseguida, según nos cuenta Marañón, a los delatores. La denuncia y la traición son ambientes donde se ubica el resentido. Recuerda Marañón el ambiente que rodeaba al emperador Tiberio tal como lo refiere Tácito: “Jamás como entonces reinó la consternación y el sobresalto en Roma, (digo en Moncloa). Se temblaba aun estando entre los parientes más próximos. Nadie se atrevía a acercarse a nadie, ni menos a hablar. Conocido o desconocido, todo oído era sospechoso. Hasta las cosas inanimadas y mudas inspiraban recelo: sobre los muros y los tabiques se paseaban la miradas inquietas”. Fin de la cita. Pareciera que habla de Bolaños, o de crear un falso bulo sobre la UCO o de Leire la fontanera… Todo tan actual
Llamar resentido a Sánchez pues no es ningún insulto, sino una definición técnica en el sentido marañoniano del término. Desconozco si existe algún periodista o biógrafo que haya buceado en la infancia, adolescencia, juventud y antecedentes familiares de Sánchez en este sentido. Valdría la pena esa investigación no solo política, sino de disección biológica y psicológica de su personalidad. El tiempo permitirá, al desproveernos de la hojarasca de la política diaria de pim pam pum, que alguien pueda evaluar esta personalidad de nuestro actual presidente que tiene en el resentimiento su esencia más genuina.