PENSANDO EN VOZ ALTA: ANTOÑICO “EL LOTERO”
PENSANDO EN VOZ ALTA
ANTOÑICO “EL LOTERO”
Cada país, cada región, cada ciudad, cada pueblo y, porque no, cada barrio tiene su personaje. Habita esa persona que, por una u otra causa, llama la atención y se hace querer; o se gana el rechazo de las gentes.
En esta ocasión quiero pensar en voz alta y dedicarle mi segunda columna del año 2024 a Antoñico. Antoñico ‘El Lotero’, persona entrañable que siempre tenía una palabra amable para todo aquel que se parara a charlar con él o a comprarle lotería. Yo lo saludaba y cruzábamos unas palabras cada vez que nos veíamos. Por desgracia, la última vez que departimos fue a principios del pasada mes de diciembre. ¡Fue la última vez! La noticia de su fallecimiento me dejó helado. No podía imaginarme que tuviese alguna enfermedad fatal; claro está que no sabemos todo de todos.
En esta despedida, en espera de cruzarnos allá donde corresponda, quiero recordar un par de anécdotas ocurridas con mi hijo y con mi padre.
Corría el año 1980, mi hijo rondaba los tres años. Paseábamos por la calle Mayor (Cartagena, España) mi mujer, mi hijo y yo. Cerca del comercio que Casaú tenía en ella nos tropezamos con Antoñico. Mi hijo se le quedó mirando y comenzó a dar vueltas a su alrededor. Él con una gran paciencia aguantó el examen visual. Mi hijo se paró y en ese momento el gran lotero le dijo: «¿Has acabado ya de examinarme?». Mi hijo se volvió a nosotros y nos dice: «Papá, mamá, uno como yo, pero con voz de hombre». Tremenda la sonrisa que cruzamos con Antoñico.
La segunda de las anécdotas tuvo lugar con mi padre. Año 1995, año en que falleció. Mi padre en esa época padecía una demencia muy grande, alzheimer. Todas las mañanas salíamos a pasear. Una de ellas entramos en la cafetería Cavite, calle Santa Florentina. En la barra estaba sentado, en un taburete, Antoñico. Mi padre y él se conocían. Entré un momento al baño y al salir me encuentro a mi padre dándole unos pequeños cocotazos al amigo lotero. Le digo que deje de golpearlo y Antoñico me dice: «No te preocupes, es mi amigo y no me hace daño. Pobretico».
Lo dicho, tenía un corazón tremendo. Descanse en paz y allí donde esté siga haciendo felices a todos. Un abrazo tremendo Antoñico “El Lotero”.