Montanaro: ¿GUERRA CIVIL?, ¿SERÍA POSIBLE?

Andrés Hernández
Andrés Hernández
Montanaro: ¿GUERRA CIVIL?, ¿SERÍA POSIBLE?

¿GUERRA CIVIL?, ¿SERÍA POSIBLE?

Cualquiera que tenga el poder de hacerte creer idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias". Voltaire

Esta cita no es baladí ni fortuita, estamos repitiendo patrones que tanto en Europa como en España nos hicieron enfrentarnos, ¿denominador común?, el autoritarismo de los dirigentes que no líderes, hemos vuelto a la violencia dialéctica y desprecio a una oposición imberbe y quizás, hasta cobarde, como preludio de la violencia física y en España, antes como ahora o, ahora como antes la enaltece con un derecho inapropiado la izquierda que no progresa y esconde su delincuencia baja el sustantivo del progresismo, ese nuevo Frente Popular cretino por miserable.

La imagen es especialmente notable en un mundo donde la desinformación y la manipulación de la opinión pública tienden a procurarnos graves consecuencias sociales y políticas. La clave no es la ideología en sí, sino la incapacidad del sistema político para canalizar conflictos de modo institucional. Ironías del destino, son nuestras propias políticas las que han fracturado profundamente países e identidades. La política identitaria que se enfoca en grupos definidos por su origen racial, religioso, étnico o cultural defienden prioritariamente sus intereses, en detrimento del interés colectivo. Es precisamente este factor el que, según algunos artículos y estudios como el de David Betz profesor de Guerra en el Mundo Moderno del King's College de Londres, hace más que probable una guerra civil en Occidente. En Occidente, en Europa las sociedades más inestables son aquellas que parecen uniformes e incluso análogas, sobre todo cuando una mayoría tradicional percibe que se cuestionan sus derechos y su libertad, y cuando una minoría importante dispone de los medios para levantarse por sí sola con permisividad por el gobierno de turno.

Al menos diez países europeos se enfrentan a la posibilidad de una guerra civil. Gran Bretaña y Francia encabezan la lista, seguidos de cerca por Alemania y Suecia y no son los únicos, ¿Podría darse en España? Desde una mirada vital, el problema central es el auge de las «ciudades salvajes», como las llaman o guetos independientes dónde no se asegura el Estado de Derecho. Hoy vemos ciudades como París, o el mismo Londres, ciudades extendidas en Alemania y Bélgica, barrios de momento en España, con una amenaza especial en Cataluña, País Vasco y Navarra gracias a ETA que albergan poblaciones grandes e inquietas de migrantes.

El segundo factor se relaciona con la infraestructura crítica que posibilita la vida urbana en el campo donde se pierde totalmente la posesión y el desarrollo económico y laboral, así la combinación de estos factores permite especular con la insurrección civil. Las grandes ciudades se vuelven ingobernables. En segundo lugar, muchos de los autóctonos de nacionalidad titular consideran que estas ciudades se han perdido bajo la ocupación extranjera. Caen los sistemas de apoyo urbanos expuestos con el objetivo de provocar su colapso mediante un fallo sistémico. No se pueden ignorar sucesos como la apostasía de monumentos nacionales por turbas violentas, y dónde los gobiernos no ejecutan planes para proteger importantes tesoros culturales si estalla una guerra civil generalizada. Por extraordinario que sea contemplarlo, también deben desarrollar estrategias para proteger los arsenales críticos.

Lo vemos en Ucrania donde se establecen planes para establecer “zonas seguras” defendibles fuera de las ciudades, donde las poblaciones puedan huir a un lugar seguro y se pueda mantener cierta apariencia de vida normal durante el conflicto, en este caso de agresión franca. Podemos pensar que es una locura, que jamás nos pasaría. Según algunos estudios actuales los indicadores establecidos de una futura guerra civil están ahora claramente presentes en varios países.

La historia nos ofrece numerosos ejemplos de élites dominantes que no supieron interpretar los signos de los tiempos y que se vieron arrastradas por violentos e imprevistos levantamientos sociales que no previeron. Europa y Estados Unidos aún se encuentran bajo el sesgo de normalidad, fuertemente reforzado por los mensajes mediáticos y las políticas estatales, ¿son de verdad’, ya vemos las carencias y las extorsiones a la Guardia Civil por parte del gobierno, Francia sufre pasividad e Inglaterra el Estado de Derecho se ve extorsionado pro las prácticas de la policía en beneficio de culturas ajenas a la anglosajona por designios del gobierno, Nueva York sucumbe al comunismo islamista, son hechos, Alemania tomada por los asedios terroristas islámicos, Bélgica un gueto de país. Nadie ha visto ni ve las señales.

Por otra parte, la historia no está escrita. Aún existe capacidad de reacción. Pero actuar, primero hay que admitir que los problemas existen. Quizás Europa opte por la rendición y la sumisión, como hizo el Imperio Romano o, como se vio obligado por su propia debilidad ante las invasiones bárbaras. En ese caso, los ideólogos de defensa se preguntan, ¿una guerra civil para salvar a Europa o ninguna que sería deseable?

Lo que está haciendo la clase dirigente europea bajo la influencia de una bruja de libro no funciona y, de hecho, está acelerando el enfrentamiento. Las dictaduras en la actualidad, son el resultado de un proceso de autocracia instaurada, como la chavista en Venezuela, la de Erdogan en Turquía o la nuestra de hoy, blanda pero implacable, todo parte de un vaciado progresivo de la Constitución y la democracia. Todas con el rasgo común de que esa personalización del poder es ejercida por encima de las leyes y de las instituciones, hechos, la contaminación y corrupción de las mismas incluida la Justicia, último resorte y atacado cruelmente.

Las dictaduras en tiempos recientes, vienen siendo el resultado de un proceso de construcción de la autocracia, como la chavista, la de Erdogan o la nuestra de hoy, a partir de un vaciado progresivo del orden democrático y sin que sea necesario anunciar la ruptura formal con el mismo. Todas con el rasgo común de que esa personalización del poder es ejercida por encima de las leyes y de las instituciones.

El dictador contemporáneo se caracteriza por concentrar en el Poder Ejecutivo las competencias legislativas y judiciales, careciendo entonces de límites normativos a la imposición de sus decisiones. ¿Les suena? En un régimen democrático actual, el dictador busca vacíos y fisuras en el orden legal que posibiliten su subversión. La libertad individual se esfuma porque precisamente es el dominio de las leyes sobre los hombres, la amenaza, el miedo y la extorsión para anular la libertad. El proceso se cierra con la apoteosis del titular del poder y con la consagración jurídica de su dictadura, los caprichos del dictador…

Una guerra civil es un conflicto armado entre ciudadanos de un mismo país que luchan por intereses o ideologías diferentes. Este conflicto fue un evento trágico que causó cientos de miles de muertes y sentó las bases para la Segunda Guerra Mundial. Sus características. La población civil se divide y enfrenta en bandos. Los bandos defienden ideologías o intereses distintos, como la sucesión de poder, la independencia de un territorio, o la lucha por la democracia frente a la dictadura. A menudo, países extranjeros pueden intervenir brindando apoyo a alguno de los bandos. La Guerra de España fue un caso paradigmático y parte de una clara inestabilidad política y polarización. La Segunda República desde 1931 fue un período de gran tensión. Las reformas progresistas generaron una fuerte oposición en los sectores conservadores, mientras que la izquierda se polarizó y radicalizó. La desigualdad socioeconómica que España sufría con una gran brecha entre clases, con un campesinado pobre y una alta desigualdad en la propiedad de la tierra. Las reformas de la República no lograron resolver estos problemas. Había una oposición del ejército y la Iglesia que se opusieron a las políticas secularizadoras y reformas impulsadas por la República, lo que generó un clima de conspiración. La década de 1930 estuvo marcada por la polarización ideológica a nivel internacional entre el fascismo, el comunismo y las democracias, lo que influyó en las tensiones dentro de España. La cuestionada legitimidad de la II República ya que el cambio de régimen fue de dudosa legitimidad, porque se produjo en unas elecciones municipales y no generales, las del 12 de abril de 1931, sin conocerse los resultados definitivos del escrutinio, desechando la totalidad del voto rural, y con una amenaza de golpe de Estado contra el monarca Alfonso XIII por parte de los líderes republicanos, con el apoyo de la Guardia Civil, dirigido por el general José Sanjurjo.

El diario francés “'Le Figaro” entre otros y periodistas de la época y actuales da una explicación de la Guerra Civil española recientemente que justifica el Alzamiento Nacional del 18 de Julio por los crímenes del PSOE y el Frente Popular, así, la injusticia social era destacable. España se caracterizaba por las grandes diferencias sociales, entre una minoría con poderosos recursos económicos y una mayoría que sufría malas y hasta miserables condiciones de vida en el campo y la ciudad. Obreros y campesinos trabajaban un gran número de horas, a cambio de sueldos ínfimos. La ausencia de una clase media mayoritaria, acomodada e instruida dificultaba la paz social y la consolidación de la democracia republicana. Pero destacó, ayer como hoy, hoy como ayer el fracaso de la clase política. Los partidos políticos fracasaron en la tarea de mejorar las condiciones de vida de obreros y campesinos, y de mitigar las graves diferencias sociales. La Reforma Agraria se aplicó de forma lenta, ante la falta de recursos económicos, y encontró la férrea oposición de los terratenientes, con miedo a perder sus grandes posesiones de tierra, base de su poder político, económico y social. El analfabetismo de la época en concordancia con el actual -lo hay- es propio de una masa apta para la manipulación.

Cuando se habla de guerras civiles “con incitación del socialismo o comunismo”, se hace referencia a situaciones donde existe una fuerte polarización socioeconómica, hay grandes desigualdades, existe descontento popular, los grupos políticos no logran resolver disputas dentro de las instituciones.

Relato los hechos, los movimientos socialistas o comunistas se presentan como alternativa radical, como salvapatrias. En contextos de crisis, las fuerzas de izquierda revolucionaria suelen denunciar desigualdad y oligarquía, organizar sindicatos, milicias y movimientos campesinos, exigir reformas estructurales, pero surgen movimientos antagónicos y el avance de posiciones socialistas o comunistas suele provocar, reacción de conservadores, militares, élites económicas. Discursos anticomunistas fuertes. Escalada hacia el enfrentamiento.

La intervención de ideologías como el socialismo o el comunismo en una guerra civil no debe analizarse como “causa única”, sino como elemento dentro de un ecosistema político más amplio, donde suelen confluir, desigualdad estructural, la debilidad institucional, la polarización extrema, el miedo mutuo entre bloques políticos, la instrumentalización de discursos ideológicos, y participación de potencias externas que todo en su conjunto deriva en corrupción y despilfarro, atraer cómplices interesados a modo de fuerzas políticas radicales sale mal. Si la Guerra Civil Española es un ejemplo clásico de cómo la incapacidad de negociación política y la radicalización mutua pueden hacer que una sociedad fragmentada derive en enfrentamiento. Ahí radica el miedo actual.

Hoy como ayer hay bloques enfrentados y percepciones de “dos Españas”, alimentadas mediáticamente. En ambos períodos existieron tensiones entre centralismo y autonomismo/independentismo. Parte del discurso político actual utiliza paralelismos con los años 30 quizás de forma exagerada. Pero para esperanza hay diferencias profundas como de momento la ausencia de violencia política organizada a pesar de Podemos y sus recetas “pasionarias” de reventar a la derecha y no los detiene por odio, ellos se lo pueden permitir hoy como entonces. La España actual no tiene milicianos con carnet socialista, con la caída de ETA no hay asesinatos políticos recurrentes, ni insurrecciones armadas. A pesar de los ataques socialistas de momento tenemos un Estado democrático consolidado con una Constitución, tribunales, elecciones regulares y la pertenencia a la UE, que si no nos dan aval democrático en los ataques a la misma nos aseguran cierto rigor.

Aunque España vive tensión política, esta ocurre dentro de un marco democrático consolidado. Así, España se ha convertido en un país convertido en un servidor dividido. Como si dos sistemas operativos intentaran ejecutarse al mismo tiempo en la misma máquina, colisionando hasta provocar un colapso total. La sociedad es como un cristal templado que se quiebra desde dentro. No hace falta un golpe externo; la tensión interna basta para fracturar todo. Hoy somos como un corazón que late con dos ritmos enfrentados, un mismo cuerpo político, dividido entre impulsos que no pueden sincronizarse. Hoy en el Congreso la hostilidad se expande como un hilo tóxico que contamina toda la conversación. Cada grupo busca dictar la narrativa principal, negando la estructura que los une. La vida cotidiana continúa mientras la estructura común se derrumba. El conflicto se inserta en la sociedad y estalla entre quienes comparten historia, costumbres y raíces.

Hoy en España se evoca un sistema institucional en el que las autoridades pierden legitimidad y los actores políticos se mueven según sus propios intereses. Una Constitución tratada como un mapa que cada facción reescribe a su conveniencia.  Otra vez y después de estar sepultado, resucitan dos proyectos de país intentando gobernar el mismo territorio. Al final, la ciudadanía está atrapada entre dos relojes políticos que marcan tiempos distintos. Transmite la sensación de que cada bando vive en un ritmo histórico propio, desincronizado del otro, distantes y muy enfrentados. Una nación como un edificio donde cada piso reclama ser el verdadero dueño de los cimientos. Así estamos.

El problema lo veo en el cambio de gobierno que será más pronto que tarde, la izquierda no soporta que gobierne la derecha y queman las calles y llaman a la violencia y ahí, radia la incertidumbre, estos miserables que han tocado moqueta y se han olvidado del proletariado que defendían de palabra, no de obra, pero sí de omisión, son un peligro.

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