Religión climática. ¡Que no panda el cúnico!
Vivimos en España una época de decadencia. Y no me refiero solo a la situación política. La política es solo un síntoma de deterioro general, me atrevería a decir moral. Estamos en un momento de decadencia, pero que no panda el cúnico (sic).
Necesitamos ideales para vivir, horizontes nuevos. Un gran proporción de población es socialmente atea, o al menos agnóstica. Agnóstico es un término más amable, friendly decimos. Vivimos sin ningún parámetro de transcendencia por considerarlo algo no científico luego falso, engañifas. La religión es algo del pasado, a superar. La religión ha cambiado. Cuius regio eius religio. Según sea la del rey, así será la religión del reino. Este aforismo de comienzos del renacimiento, sigue vigente.
Nuestro estado es aconfesional, pero nuestros gobernantes tienen otras religiones, la religión climática, por ejemplo. Así pues, debemos ser los ciudadanos, eius religio, esto es, feligreses climáticos. El orden mundial, las instituciones dictan unos mandamientos, una moral climática; digo moral, porque te conmina/ obliga a cambiar tus conductas, tu modo de vivir, y te acusa si no cumples. Y además estos mandamientos no han sido puestos por los curas, sino por los científicos, los que saben de verdad, ¡vaya diferencia! La ciencia es la realidad última, digo. Si no haces caso a este decálogo, estás excomulgado, fuera de la fe científico-climática. La religión climática es una gran parroquia y tiene también sus liturgias: Abrazamos secuoyas, no comemos carne de animales, nos hacemos veganos, renegamos del motor de explosión... Y tiene su propia nomenclatura teológica: huella de carbono, electricidad verde, madera sostenible…
Perspectiva y ponderación. Cuidar el medio ambiente resulta conveniente, y también ejercer un dominio justo de la naturaleza respetándola y protegiéndola, pero también sirviéndonos de ella, porque el ser humano prevalece sobre el reino vegetal, mineral y los animales. El planeta no es un fin en sí mismo, porque además es obvio que no va a ser eterno. Hace dos siglos, las teorías maltusianas pronosticaban un próximo fin de las posibilidades de alimentación mundial debido al crecimiento de la población; esto lo sostenían los economistas por unanimidad y de manera científica.
Perspectiva. Estamos con la Navidad cerca. Perspectiva y trascendencia. Aquí en el planeta Tierra no nos vamos a quedar ninguno; nuestra vida es breve. Cuidemos el planeta, ejerzamos un dominio justo de la naturaleza, pero sobretodo cuidémonos a nosotros, a nuestros hijos. Se atribuye a Clint Eastwood esta frase: “La gente dice que deberíamos dejar un mejor planeta para nuestros hijos; la verdad es que deberíamos dejar unos hijos mejores para nuestro planeta”.
Perspectiva. Estamos con la Navidad próxima. No nos dejemos llevar por los anuncios apocalípticos de escépticos de la Navidad como misterio de fe, pero apasionados neófitos de la fe climática. No cambiemos de religión: Estás en transición energética cuando te cambias de la vida disoluta a la vida de piedad, del error a la verdad climática; cuando ya no comes solomillo, sino insectos, cuando no vas en coche al trabajo, sino en bicicleta, para tener un mundo mejor y más duradero, con mejor huella de carbono y más cercano al neolítico, pero el corazón alejándose de la trascendencia, de las verdades últimas de la vida, de la Navidad.
Navidad acercándose, tiempo de sencillez y de transparencia. El gobierno tiene una Oficina de Transparencia, je. Ojalá eso fuera así, cuestión de hacer oficinas. Transparente es un niño, complicados y opacos somos muchas veces los adultos. Vivimos tiempos de decadencia, sí, no hay duda, pero eso no es ahora lo relevante; lo importante es no mirarse al ombligo, sino mirar a la Luz y apoyarnos en las verdades que no fallan para no entrar en tristeza. Apoyarse en la roca. La obsesión ecosostenible busca un planeta perfecto y ¿eterno? sin trascendencia, sin respuestas, sin cielo, ergo sigues triste. ¡Que no panda el cúnico, amigos, la Navidad está cerca!
Juan M. Uriarte