Opinión

ELLOS DISPARAN PRIMERO

Y con esto poco a poco y temprano, después de desayunar he ido a votar (con “V”) porque esto es como para salir botando (con “B”), y después del chiste fácil, paso a contar un suceso real.

     Allí en el colegio electoral me he encontrado con una señora que una vez me contó una historia, esta señora llevaba colgando la credencial de un partido de color morado y ejercía de apoderada del mismo.

      Aquella vieja historia que hace tantos años me relató mientras tomábamos un café, consistía en la desgracia que cayó sobre su familia cuando aún muchos más años atrás un hermano suyo fue condenado a muerte por haber pertenecido a un comando terrorista que había asesinado a unos Policías y unos Guardias Civiles, esta señora por aquellos entonces era casi una niña y según ella misma me contó, fue el único familiar que acompañó a su hermano hasta los últimos momentos. Aquellos hechos ocurrieron en una época en que los delitos de sangre y con armas de fuego, se juzgaban bajo la jurisdicción militar y normalmente eran castigados con la pena de muerte, a diferencia de los asesinatos de otra índole o jurisdicción en la que el garrote vil era la herramienta del cadalso. Concretamente y en el caso que nos ocupa se aplicaba mediante un pelotón de fusilamiento. 

        Por aquellos tiempos aún eran muchos los países que aplicaban esa pena, por ejemplo la República Democrática Alemana la mantuvo hasta 1987, Francia mantuvo afilada su guillotina hasta 1981, Reino Unido dejó de usar la soga de la horca en 1999, Italia en 1994, Bélgica dos años más tarde y aun hoy en Europa Rusia y Bielorrusia, también la mantienen, EE.UU, China, Cuba y Guatemala, también muchos africanos, asiáticos y oceánicos la tienen en vigor.

         Los detalles de esta historia fueron muy tétricos, incluso llegó a definirme como el pelotón de los que habían asesinado a un Policía Armado (antiguos Policías Nacionales) estaba compuesto por miembros de ese mismo Cuerpo y de la misma forma, el penado por asesinar a un Guardia Civil corrió por cuenta de un pelotón de la Benemérita, desde entonces cualquier detonación le aterra y el olor a pólvora le es desagradablemente inolvidable . Continuó la relatora con su historia, mientras yo ciertamente ruborizado escuchaba en silencio como describía perfectamente las escenas de despedida de los condenados, así como los pormenores de los impactos de las balas, desde el fogonazo y el silbido, hasta los impactos sobre los cuerpos y el desplome chorreados de sangre, la certificación de muerte por parte de un médico y los siguientes actos funerarios de amortajar y meter a los cadáveres en los ataúdes que allí estaban preparados. Por lo visto aquella tragedia tocó de pleno a su familia, su madre se encerró en su cuarto y no salió hasta que murió envuelta en pena, su padre se suicidó y desde entonces nadie levantó cabeza en su destrozado entorno. Cuando esta señora acabó su relato, tras culpar a aquel régimen político de las desgracias de su familia, y aun con alguna lágrima en los ojos, tomó aire y quiso dar un respiro de desahogo para pasar a un clima de mayor sosiego sosteniendo la esperanza de que el tiempo cura todas las heridas, aunque contradictoriamente plena de rencor, en ese aún momento oscuro bastante babélico, si bien es cierto que la historia me conmovió, tampoco dudé en decirle que tenía una curiosidad y deseaba hacerle una pregunta, ella exclamó y me dijo ¡Claro, pregunta lo que quieras!  Yo le pregunté ¿Y no crees que las familias de los Policías y Guardias Civiles asesinados también quedaron destrozadas? No obtuve respuesta.

        Aquellos Guardias y Policías, que seguramente pasaban por allí mientras sus asesinos los acechaban premeditadamente sin ni siquiera conocer sus nombres, no pudieron despedirse de nadie, y también escucharon las deflagraciones –pero por la espalda- y sintieron como las balas los atravesaban, y también se desplomaron envueltos en sangre, también los amortajaron y los metieron en ataúdes y sus familiares ¡Si viven! también están destrozados.  

       Por supuesto que esta mañana cuando he entrado al colegio electoral y me he encontrado a esta señora que portaba la credencial de su partido morado, hoy también le he hecho una pregunta ¿Dónde están las papeletas de tu partido? Ella me ha señalado la esquina de una mesa, y le he dicho ¡GRACIAS! Quería estar seguro de donde estaban para no equivocarme y coger una de ellas.

     Y si alguien quiere alguna respuesta mía sobre porqué lo he hecho seré muy claro, ELLOS SIEMPRE DISPARAN PRIMERO Y POR LA ESPALDA.

     Y como de costumbre, creyendo que las urnas no son del todo ecuánimes, pues ya hemos visto que “algunos” -siempre los mismos y muy conocidos-, mercadean con los votos y que el voto del tonto del pueblo vale lo mismo que el de un licenciado en ciencias políticas, y el de unos es gratis y el de “otros” vale 100 € o una postura de costo de  Ketama, de que “algunos” los de siempre, pagando o no ya se encargan “unos” de que “otros” salgan de casa con los sobres preparados, sin saber a quién les votan, solo deseo que al menos no les voten a los asesinos, a sus cómplices, a sus amigos o quienes sencillamente lo vean como una historia olvidada.

      Y así hoy enciendo el puro de los domingos, que a vuestra salud y en perjuicio de la mía, os dedico con todo mi cariño y entre su aroma y los sabores del café, aprovecho esta excusa para enviaros un fuerte abrazo a amigos y familiares. 

RAMON GALINDO