DESDE EL RELOJ DEL AYUNTAMIENTO

DESDE EL RELOJ DEL AYUNTAMIENTO

DESDE EL RELOJ DEL AYUNTAMIENTO

¡Eres una privilegiada!, escuché, como si de un eco se tratara  cuando entré de manera presurosa viendo que ya pasaban varios minutos de las cinco de la tarde, en nuestro Palacio Consistorial.

Una voz cálida y cercana se dirigió a mí, observador de mi sofoco por saltar todos los obstáculos posibles que esa tarde se habían cruzado en mi camino para no llegar tarde.

“HE PARADO EL TIEMPO PARA TI”.  Era Pedro Lorca, el relojero que lleva más de una década mimando el reloj de este edificio modernista de la ciudad de Cartagena. Le sonreí, sabía que una vez más tenía la suerte de encontrarme con una de esas buenas personas que caminan por la vida, de las que merecen la pena. Sí, claro que soy una privilegiada, como me dijeron al entrar.

Estaba cumpliendo una ilusión. Introducirme y descubrir un reloj de más de cien años ,de la mano de Pedro.

Subí unas escaleras de peldaños que cada vez se iban estrechando más. Pensé por un instante en mi vértigo para bajarlas después, pero ese miedo se disipó al observar desde aquel lugar, mi puerto, las cúpulas de zinc, la entrada a la Calle Mayor y justo enfrente, nuestra catedral.

Fue entonces cuando Pedro abrió la puerta del hogar que da cobijo y vida a un reloj centenario que nos acompaña cada día, sin que a veces, por el ritmo frenético en el que vivimos, nos demos cuenta de los saludos vestidos de campanadas  que nos envía.

Me quedo unos segundos en silencio, anonadada ante tal espectáculo. Escuchando a Pedro hablar con un cariño que solo las personas que tienen la suerte de hacer de su trabajo un sueño, pueden contarlo así de bonito.

¿Sabéis que cada dos días Pedro viene a subir de manera manual unas pesas de más de doscientos kilogramos para que el reloj no se pare?

¡Cómo pesan! Y doy fe, porque he tenido la suerte de subir una un poquito a fuerza de manivela y….

Me cuenta que el funcionamiento básico lo forman tres pesas. La de la izquierda que alcanza los trescientos kilogramos es la encargada de los cuartos. La de la derecha, con algo menos de peso, la dota de magia para las campanadas en las horas punta y una más pequeñita que hace que nuestro reloj ande.

Yo las encontré prácticamente arriba, pero van bajando durante todo el día. ¿Y qué ocurre si tocan el suelo? Pues que el reloj se pararía. Y aquí es donde Pedro entra en acción, cuidadoso y meticuloso, agarra la manivela y esas pesas otra vez arriba, para que no pongamos nunca la excusa de llegar tarde porque el reloj del ayuntamiento no funciona.

Es interesante escuchar que esta cúpula que alberga nuestro reloj, alcanza temperaturas de hasta cincuenta grados en verano. Y que debido a esos contrastes , sufre dilataciones que pueden dar lugar a que el reloj pueda variar un minuto diario.

¿Pero sabéis una cosa? Cuando las temperaturas se estabilizan, la variación disminuye a un segundo. Y eso es un milagro, un lujo y un regalo para una joya de esta edad.

Aunque os garantizo una cosa, que los cuidados que recibe y esas manos que le dan un cariño especial tienen mucho que ver.

Engrasado cada quince días, mantenimientos preventivos… Pedro hace todo lo posible para que nuestro protagonista de casi dos metros de ancho se sienta orgulloso frente a todos los viandantes, esos a los que observa ir y venir cada día desde lo más alto.

Mientras no dejo de mirar cada detalle , me cuenta su funcionamiento, incluidas  cosas curiosas cómo que solo una vez se paró el reloj en un mes de agosto, que en Cartagena nunca han dejado de sonar las campanadas, porque se mantiene con toda su esencia.

Así que siempre que las agujas del reloj marquen los cuartos, escucharemos eso de “ din don”. Cuando avancen hasta y media, “din don , din don”. A menos cuarto sonará “ din don , din don , din don”. Y a las horas punta, sonarán los cuatro cuartos y justo después las campanadas correspondientes a la hora que marquen en ese momento. Vamos, que la campana está bien aprovechada.

Una campana que data de 1605 y que cambió varias veces de edificio, hasta llegar a éste, su lugar. Que pesa algo más de 900 kilogramos y tiene un diámetro de 117 centímetros. Y que es la mayor campana civil de la Región de Murcia.

Y hay algo que me ha encantado. ¡ Qué digo encantado, me ha alucinado!

¿Sabéis que después de sonar las campanadas en las horas punta, al minuto exacto suena una melodía por unos altavoces que fueron colocados para deleitarnos en nuestro paseo? Yo le dije a Pedro que no me había fijado, cosa que provocó el enfado conmigo misma, por poco observadora.

En la planta baja, justo en el edificio de turismo, hay un organillo Se comunica por un cable con el reloj! ¿Os lo podéis creer?  Y es entonces cuando le envía esa señal y la magia ocurre.

Y entonces, allí arriba, a las seis en punto de la tarde, tengo el lujo de escuchar esa música de la que me habla Pedro, la marcha de los granaderos. ¡Y claro que la había escuchado!, seguramente la tenía normalizada y mis oídos estaban acostumbrados sin prestar atención.

Pero tengo la seguridad de que cuando paséis a horas punta por aquí, os vais a acordar de esta historia y quizás un poquito de ,mientras agudizáis el oído.

Somos muy afortunados de tener este reloj en la ciudad, mucho. Porque me dice Juani, que es una guía extraordinaria y sabe muchísimo, que hay una docena de relojes fabricados en la ciudad de Morez que siguen en funcionamiento, trabajando de manera manual.

Y aquí en Cartagena tenemos dos del mismo fabricante. El de nuestro Palacio Consistorial y el de la Sociedad Económica de Amigos del País. Aunque por desgracia, este último que en su día Pedro lo puso en funcionamiento, y desconozco el motivo, lo he encontrado parado en varias ocasiones.

Y es una pena. Ambos fueron fabricados por los hermanos Prost. ( Prost Frères).  Fueron comprados directamente a fábrica y llevan las iniciales en la parte central del reloj, P F.

De origen francés, una fábrica especializada en relojes de edificios, que se encontraba situada en la ciudad de Morez, que junto a Morbier formaban parte del Departamento de Jura y a su vez del Franco Condado. Lugar fronterizo con Suiza y por lo tanto con esa influencia del país vecino.

Una joya que en el proyecto del arquitecto Tomás Rico se iba a instalar en la fachada principal del edificio y terminó en la cúpula circular con vistas al puerto.

¿Y sabíais que el edificio se inauguró el ocho de abril de 1907, prácticamente sin acabar y el reloj no se colocó hasta seis meses más tarde?

Fijaros en la fotografía. Cuentan que aprovechando que el rey Alfonso XIII venía a firmar los Pactos de Cartagena, pensaron que sería buena idea inaugurar el edificio, cubriendo el hueco de un reloj que todavía no había sido instalado, con unas banderas con algunos simbolismos de la ciudad.

Las cosas de palacio van despacio. Corramos un tupido velo.

Lo cierto es que desde allí arriba todo se ve bonito,  me he sentido como en el taller de Gepetto, he escuchado a Pedro contar con ilusión que su padre forró de madera el interior de ese lugar,  que para él fue especial la Nochevieja televisada desde aquí, pero con muchos nervios.

Me encanta ver a las personas felices haciendo eso que les gusta. Por eso un día me pasaré por su taller, El taller del tiempo, porque tiene que ser un lujo verlo trabajar.

Y ahora sí, bajo las escaleras con menos vértigo del que pensaba, bromeando con Pedro con aquello de, “este año damos las campanadas nosotros”. No tenemos el cuerpo de “ la Pedroche”, pero somos buena gente.

FELIZ DOMINGO

EL TIEMPO ES ORO, DISFRÚTALO.

EVA GARCÍA AGUILERA.

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