Opinión

La desconexión digital: en juego el bienestar y la salud laboral

Foto Jordi Margalef
Foto Jordi Margalef
La desconexión digital: en juego el bienestar y la salud laboral

La desconexión digital: en juego el bienestar y la salud laboral

 
La digitalización es, sin duda, una gran oportunidad para la competitividad de las empresas y, en el ámbito personal, para mejorar la comunicación entre los miembros de un determinado grupo, ya sea familiar, de amistad, de aficiones compartidas o en el seno de una empresa u organización o una determinada actividad profesional. Pero como todo cambio de paradigma tecnológico estas oportunidades van acompañados de riesgos que muchas veces no son evidentes y, a menudo, pasan desapercibidos en medio de la fascinación por las ventajas que nos brindan estos avances. 

Como cada verano, vuelve el debate sobre el derecho a la desconexión digital. Un vicio todavía poco regulado que, a remolque de nuestros hábitos sociales, va a más y que se va configurando como gran amenaza en los entornos profesionales. Y no solamente en sectores como los autónomos y los profesionales liberales, tradicionalmente los menos protegidos contra las malas praxis en términos de derechos laborales, sino también, y cada vez más, en sectores dominados por grandes empresas, donde la consolidación de los derechos de las trabajadoras y trabajadores está grabada a fuego en los convenios colectivos, herramientas eficaces pero que, en su gran mayoría, van por detrás de la realidad para cumplir con su cometido ante nuevas tendencias como la que es objeto de este artículo.

Es muy importante saber qué está en juego cuando hablamos de la (no) desconexión digital. Los períodos vacacionales y de descanso no son un capricho, si se consiguió su reconocimiento en los países más avanzados en términos de derechos laborales, aparte de gracias a décadas de lucha sindical, es porque quedó científicamente demostrada su necesidad en términos de bienestar y salud. Cualquier trabajador, sea cual sea su actividad, necesita que se respeten sus períodos de descanso y recuperación física y, de manera muy especial, psicológica. Digo muy especial, porque lo psicológico suele pasar más desapercibido que lo físico. En definitiva, aquello que en lenguaje coloquial solemos denominar como ‘desconectar’, uno de los verbos más usados cuando disfrutamos de nuestras vacaciones.

A raíz de esto, ¿cómo podemos normalizar que las empresas consientan que se llame o se envíe mensajes instantáneos (Whatsapp u otros) o e-mails a sus trabajadores que están de vacaciones o fuera de su horario laboral? Parece mentira que todavía queden organizaciones que consideren que ‘es un momento’ o que ‘contestar un mensaje no hace daño’. Hay que elevar la mirada para entender que estamos hablando de salud mental, los trabajadores necesitan saber que durante un tiempo determinado -y pactado con la empresa- nadie les va a molestar. De eso va la “desconexión”, que podríamos llamar también “regeneración”, porque ese es el bien colectivo que persigue. 

Afortunadamente cada vez hay más empresas que, gracias a las reivindicaciones sindicales, crean protocolos para evitar estas malas praxis. Protocolos que, por cierto, obedecen a un marco legal que cada vez es más claro en este sentido, como demuestra la proliferación de jurisprudencia que da la razón a los trabajadores que no contestan llamadas y mensajes fuera de su horario. Pero todavía queda mucho camino por recorrer, y más allá de seguir perfilando marcos legales y convenios para proteger estos derechos que muchas veces pasan desapercibidos es importante promover actitudes éticas al respecto. Es decir, que cada vez que alguien toma la decisión un poco a la ligera de molestar a un compañero que está de vacaciones tenga presente el impacto sociolaboral de lo que va a hacer: hay que instaurar una cultura de rechazo a estas conductas justamente haciendo pedagogía de lo que supone en términos de derechos. 

Solo así conseguiremos frenar una tendencia que amenaza con ser una pandemia en unos tiempos en los que la disponibilidad permanente y las adicciones a las pantallas están facilitando la consolidación de estos nuevos abusos contra los que hay que estar muy atentos. Desde el Sindicato de Trabajadores (STR) tenemos claro que hay que seguir poniendo este asunto sobre la mesa y que su vigilancia sea una constante en las agendas de negociación con empresas de todos los sectores. No debemos permitir que estas nuevas tecnologías supongan pasos atrás en la conquista de mejores cotas de bienestar y salud mental en el ámbito del trabajo.

 

Jordi Margalef
Secretario de Comunicación del Sindicato de Trabajadores (STR)