Dos decepciones sobre el Derecho
Dos decepciones sobre el Derecho
Mi padre solía decirme de un profesor que le dijo una vez: ‘Que el Derecho sea eso, derecho’. Le tengo gran respeto a la ley, al Derecho, como saber, como ‘ciencia’; desde bien joven me gusta leer los distintos enfoques, ver las películas jurídicas, la dialéctica, la búsqueda de la verdad y la justicia; ¿quién no anhela la justicia?
Le encuentro al Derecho, sin embargo dos objeciones por las que me defrauda. Analicémoslas.
En primer lugar he de decir que me parece algo paliativo, nunca es preventivo, no cura, es con frecuencia solo paliativo.
El Derecho es un ‘apaño’ cuando el daño ya está hecho. Es por ello que dentro de las humanidades me resulta más atractiva la filosofía, la ética, la literatura, la historia… los grandes asuntos; incluso la economía puede ser ciencia de humanismo.
Entiéndaseme bien; no es una crítica al Derecho en sí, sino al aspecto práctico, a la aplicación del mismo.
Segunda objeción. Más grave. ¿Dónde me defrauda especialmente el Derecho?
En los asuntos de Derecho Constitucional y Administrativo, que tanto intervienen en conflictos del poder político.
No porque no sean ámbitos jurídicos bellísimos, sino porque la política los convierte en laxos hasta hacer desaparecer el concepto.
La política hace que un problema jurídico no se estudie con objetividad. Se busca lograr un resultado ya predeterminado, y para ello se retuercen los argumentos. No se sigue el camino inductivo, no se va de abajo a arriba, sino al revés. El ejemplo más cercano y evidente lo tenemos estas semanas con la propuesta de Amnistía, incompatible con nuestra Constitución de 1978.
El estudio de ‘expertos’ a instancia de parte busca pues no objetividad, sino argumentos para que esto encaje COMO SEA en la CE78.
Un rectángulo nunca podrá tener tres lados, es metafísicamente imposible.
Mutatis mutandis, el derecho no puede acoger conceptos manifiestamente contrarios a la ley y espíritu de la norma.
Y da la sensación de que vivimos en un relativismo casi total. Eso me deja ojiplático y me decepciona.
Ese relativismo jurídico, esa laxitud interpretativa, ese adaptarse a las circunstancias sociales, ese polvo del camino que debe manchar la toga (Conde-Pumpido dixit) me hace muy pesimista y por ello desconfío de lo jurídico en los asuntos de la res publica.
Y eso sucede, ese relativismo jurídico proviene en última instancia, del relativismo moral, de la ausencia de referencia…, de la ausencia de Dios.
El derecho es bellísimo, pero es paliativo y laxo hasta desaparecer como valor objetivo, ¡ains, qué pena !
Juan M. Uriarte