Opinión

El enero de Paco con sus rebajas

Juan M. Uriarte
Juan M. Uriarte
El enero de Paco con sus rebajas

Marcháronse ya los reyes magos, Holanda ya se fue, vino la dispepsia postnavideña y estamos, ¿sin comerlo ni beberlo?, en 2024 con su reflujo, rumiándonos la agenda cual herbívoros meditanto el año con sus previsiones, ácidos y rutinas. Fin de fiesta.

 

Cuando era adolescente había dos frases de mi madre que me generaban cierto estremecimiento interior cual avisos proféticos. Uno se producía si llegaba algo tarde a casa sin haber avisado (aquella sociedad sin móviles en la que realmente podías estar ilocalizado, ¡o tempora o mores!) y me decía mi madre: ¡Pasa, pasa, que esta tu padre…! Ese momento con esa frase justo al abrirme la puerta del hogar era incluso de mayor impacto cardiovascular, que la consecuencia práctica posterior, que no pasaba de un breve discursito admonitorio.

 

Pero sin duda, había otra sentencia de mi señora madre que cuando la escuchaba me inquietaba aun más. Frase críptica. Sucedía al soltar mi progenitora B un “ya verás cuando venga Paco con las rebajas”. Aquello era una bomba atómica, por su potencia y por lanzarse sin aviso, cuando más felices me las prometía. Era una deflagración imprevista a lo Pearl Harbor. La frase de marras no la decía solo en enero, podía aparecer en cualquier momento del año. No era una matraca diaria, sino seleccionada, pero era un aviso con clarín en Las Ventas. Ojo. Yo meditaba mucho qué diantres querría decir aquello, quién era Paco, cuándo iba a venir, y a qué rebajas se refería. Al oírla en distintas ocasiones, llegué a interpretar su significado, hice mi propia hermenéutica.  La amenaza era obviamente inconcreta, -eso la potenciaba -, pero me causaba efecto, pues me cortaba de raíz la distendida y solaz holgazanería adolescente. Paco no era un humano, ni una especie de hombre del saco. Paco era la tozuda realidad del futuro exigente, de los exámenes, de los plazos, del cumplir, del hacer lo que me tocaba. Cuando yo hacía de cigarra, mi madre, hormiga trabajadora y vigía de la vida, me avisaba que Paco andaba cerca. Me cortaba el rollo, y hoy se lo agradezco. Esas rebajas de Paco no eran rebajas, eran justo antirrebajas, no abarataban el aprobado, el “noprogresaadecuadamentesegúnestándares”, porque ahora nadie suspende, Paco no existe, nadie se frustra y aprendemos jugando.

 

Así pues la rebaja era inversa, el aviso de las rebajas de Paco te rebajaba, sí, pero rebajaba tu cuento de la lechera que eran cuentas del Gran Capitán. Soñar es bello y es necesario. Soñar mientras miras al cielo mordiendo una flor. Soñar, ensoñarse, e ilusionarse, volar en la imaginación… y los sueños, sueños son. Sueños tan oportunos y obligatorios siendo adolescente. Mi obligación adolescente era soñar que iba a ser músico o que iba a vivir en el país de Peter Pan. La obligación de mi amatxu, vasca y sabia, era recordarme que Paco con las rebajas estaba al acecho.

 

 

Ya estamos en enero, ya no es Navidad, sino tiempo ordinario, tiempo de prosa, sin música y sin caballería. Tenemos que andar a pie y además en enero con su cuesta. Dice Chapu Apaolaza que la cuesta de enero es lo contrario de la cuesta de Santo Domingo en los Sanfermines. Enero, sí, con su cuesta y sus rebajas.  ¿Solo enero tiene cuesta?  Enero, tiempo de propósitos, quizá ya incumplidos sin llegar a medio mes; enero, tiempo de hacerse socio del gym, la vida, ese gym sin glamour.

Hace veinte años un psicólogo americano, Cliff Arnall, dijo que el día más jodidamente triste y depresivo del año es el tercer lunes de enero. No vayan al calendario, ya lo miré, es este próximo lunes 15 de enero. Bajón invernal postnavideño. El fin de la navidad, el frío, los días cortos, las deudas, la lejanía del verano y sus siestas, la cruda realidad, vamos. Lo llaman Blue Monday. Hay que ver lo terriblemente vulnerables que somos los humanos. Y cómo hemos avanzado que nos dicen ya los días que hay que estar de bajón. Hagan acopio de escitalopram y antidepresivos varios. Realmente aquí en la vieja España, el Blue Monday nunca llegaba a entrar. Lo combatían nuestras madres con el aviso de que venía nuestro Paco el rebajante como mejor antídoto y su cuesta que nos fortalecía. Aquí ¡hasta San Antón, Pascuas son!  Para algo somos una de las más antiguas naciones de Europa, ¡qué se habrán creído estos americanos!

 

Juan M. Uriarte