Jumilla y el laicismo asimétrico

Jumilla es una localidad vitalmente unida al vino, y sus fiestas asociadas a la vendimia. Dice un dicho que donde no hay vino no hay amor; por eso hoy me enfrento con libertad y respeto afectuoso a esta serpiente de tórrido verano. A mí no me molestan los musulmanes creyentes que hacen sus oraciones, practican sus ayunos y celebran sus fiestas, sobretodo cuando viven razonablemente integrados en nuestra sociedad, hacen por aprender nuestro idioma, y conocen las tradiciones, historia y leyes del país que les acogió. Me molesta la doble vara de medir laicista.
A mí no me molesta que devotos musulmanes de Jumilla puedan estar preocupados por si no pudieran celebrar las fiestas mayores anuales de su calendario litúrgico; esa es una preocupación comprensible, aunque también es cierto que no lo he leído en ninguna normativa municipal jumillana. Puedo entender su preocupación porque cambie la tradición y la costumbre (importantes palabras para todos) que sienten haber adquirido para seguir celebrando por siempre el fin del Ramadán o la Fiesta del Cordero en el polideportivo municipal. Son temas opinables, prematuros (no ha sucedido tal modificación administrativa) y objeto de una sobreactuación y recalentamiento mediático llamativos en estos días.
No son pues los musulmanes religiosos de Jumilla los que llaman hoy mi atención, aunque sí podría plantearles hoy a los devotos seguidores de Mahoma una sencilla pregunta:
¿Creen que si unos pocos miles de católicos residentes en Marrakech solicitaran a la Prefectura la cesión del estadio del equipo local de fútbol (el Kawkab de Marrakech) de manera anual para celebrar tanto la Vigilia Pascual de Sábado Santo, como la Misa de Navidad recibirían una respuesta favorable? ¿Tal vez se obtendría mejor respuesta en Irán? Sabemos todos que jamás se permitiría celebrar la vigilia pascual (la más grande celebración litúrgica católica) ni la misa de Navidad en el Grand Estade de Marrakech. Ni en sueños. En Marruecos hay unas pocas decenas de parroquias católicas para uso por extranjeros, pero está prohibido anunciar el evangelio, hacer proselitismo, o tener liturgias fuera de esos templos. En otros muchos países islámicos el numero de iglesias católicas es igual a cero. Resaltamos pues esta ausencia de reciprocidad como primera cuestión.
Hemos oído afirmaciones rotundas de anticonstitucionalidad en la moción del ayuntamiento de Jumilla, que había aprobado ¡¡impedir la celebración de fiestas musulmanas!! (sic). Me extrañó tanto que he tenido que buscar bien los textos; hay que fijar opinión en base a textos literales, no en base a comentarios repetidos de opinadores de textos. Esta es la moción aprobada. Dos puntos:

El punto PRIMERO es demasiado inconcreto y mejorable desde luego; no me parece acertado hablar de nuestra identidad; quizá sería mejor hablar de arraigo. No obstante, no ha sido este punto el polémico.
El punto SEGUNDO insta a limitar el uso de instalaciones deportivas para las actividades deportivas o municipales; una perogrullada, una tautología. ¿Cuál es el escándalo? Puede cambiarse el reglamento o no, pero si se realiza el cambio no parece algo ilegal y además aprobado por la mayoría de los concejales democráticamente elegidos (de nuevo sale mal la comparativa con Marruecos en cuanto a derechos y libertades). No veo motivo de rasgadura de vestiduras, sinceramente.
Mi comprensión hacia los jumillanos musulmanes devotos no salafistas rigoristas. Hoy mi reproche se dirige a los que bautizo como laicistas asimétricos. Estos laicistas siempre han metido caña sin descanso a la Iglesia y a los católicos, negando su influencia, su moral, o su legitimidad para la enseñanza, discutiendo la autonomía educativa de los padres con sus hijos a educarlos según sus convicciones. Los laicistas asimétricos ven lo católico como opio y causa de atraso secular e ignorante. Sin embargo, con ´lo de Jumilla´ estos laicistas han mutado, ¡milagro!, son conversos; se han vuelto fervientes defensores del culto religioso, siempre que no sea católico, claro. Como muestra, un botón: la periodista-activista Silvia Intxaurrondo recitaba el otro día solemnemente en TVE el art.9.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho implica la libertad de cambiar de religión o de convicciones, así como la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos”. Maravilloso. A Intxaurrondo y demás laicistas selectivos les parece hoy este texto interesante para aplicar al musulmán jumillano, pero nunca lo citaron para defender la libertad religiosa o educativa católica de cualquier otro españolito.
Estos laicistas asimétricos hacen hoy mimitos a los fieles musulmanes de Jumilla, porque buscan ahí comparaciones simplistas: musulmanes victimas versus cristianos intolerantes. El pensamiento laicista asimétrico tiene obsesión machacona por la religión católica y su aportación a Occidente, su visión del mundo y del ser humano; el cristianismo es oscuro, contrario al progreso y a la libertad humana. La polémica jumillana no busca pues tanto un apoyo al islam, primariamente, sino una especie de ajuste de cuentas contra lo cristiano. Estaría feo derribar la catedral de Burgos, pero al menos identifiquemos toda la enseñanza católica como ultra y fanatizada frente un islam evocador y amable con aroma a naranjos del Generalife granadino, como tomado de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving. La tradición cristiana es fascismo e intolerancia, frente la belleza respetuosa del islam con sus valores democráticos y de convivencia en los países islámicos. Este es el laicismo asimétrico a la jumillana, y fue plato único la semana pasada. El repiqueteo era una noticia falsa muy repetida: Las derechas han prohibido en Jumilla celebrar el Ramadán y la fiesta del Cordero a los musulmanes. Bulo.

Una última pregunta a los laicistas asimétricos a la jumillana: ¿las religiones son buenas o malas? No me queda claro. ¿Son buenas todas menos la cristiana, o esto cómo va? Releemos el 16.3 de la CE78 que reza -nunca mejor dicho- así: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española”. ¿Este artículo permite que se hagan desfiles ofensivos carnavalescos o LGTB anuales por la calle contra la Virgen María y su sexualidad, o mofa de Jesucristo disfrazado de drag-queen, desfiles con el único fin de ofender a los católicos, religión mayoritaria en España? ¿Esto cómo va? ¿Cómo va la protección de los poderes públicos a los sentimientos religiosos de los ciudadanos, incluidos los católicos? ¿Qué extraños vasos comunicantes llevan a proteger de manera sobreactuada a los musulmanes de Jumilla cuando aun no hay modificación del reglamento, mientras es tan gratuito ofender los símbolos o cristianos, o tan democrático impedir que se pueda rezar en la calle frente un centro donde se eliminan fetos humanos?
El vino de Jumilla es un caldo español de elevada graduación, unos 14.5º de media. Esperemos que el apasionado debate surgido no nuble ninguna cabeza en estos días tan calurosos. Solo desearles a los jumillanos que sigan celebrando todos ellos en esta semana sus fiestas anuales de la vendimia con toda alegría. In vino veritas.