Opinión

PENSANDO EN VOZ ALTA: YA ESTÁ

Paco Marín
Paco Marín
PENSANDO EN VOZ ALTA: YA ESTÁ

PENSANDO EN VOZ ALTA

 

YA ESTÁ

 

Ya está es el primer pensamiento que me vino a la mente la semana pasada cuando me enteré que un vecino, más que un vecino un amigo acababa de fallecer. Veinticuatro horas antes habíamos estado charlando, como hacíamos a diario, de temas varios: el tiempo, las plantas que él cuidaba, de algún que otro tema político, en fin, un poco de todo. No podía imaginar en ese momento que a partir del siguiente día ya no íbamos a cruzar palabra. Ya está, se terminó su periplo en el mundo de los vivos. Muchas son las reflexiones que se me ocurren; y antes de irme al otro lado las comparto con todos ustedes.

 

Todos nosotros, en algún momento, hemos pensado en la muerte. Yo, particularmente, lo he hecho y lo hago a menudo; máxime cuando he estado en dos ocasiones presente en sendos fallecimientos, uno de ellos, el de mi padre. En ambos momentos, sobre todo en los días antes al óbito me hacía y me hago muchas preguntas… No siempre se tiene la oportunidad de pedir a quien te acompaña en esos momentos ciertas cosas que nos harán más suave el tránsito a otra dimensión.

 

Me imagino que llegado ese momento no tendremos todos las mismas inquietudes, me refiero a inquietudes mentales, necesidades espirituales para, sobre todo, cosa curiosa, que el que se queda a este lado sufra menos. ¿Cómo debemos enfrentarnos a la muerte? ¿Se aprende? Es curioso que algo tan cotidiano y tan cierto como es el morir no lo tengamos previsto y no nos preparemos cada día. Evidentemente, no he muerto nunca… salvo que sea reencarnación de alguien del pasado, pero, en algunas ocasiones, he estado próximo a amigos y familiares antes de su fallecimiento y solo en una ocasión tuve oportunidad de, un día antes del óbito de un familiar, hablar largo y tendido de las sensaciones y emociones que en ese momento tenía ante lo que, por desgracia, era inminente… su muerte.

 

A partir de este momento me iré entrenando y entrenaré a mis próximos para cuando me toque dejar de estar entre los vivos en carne mortal. Es negro sobre blanco, impartir un conjunto de ideas, curiosamente, para que el que queda, de momento, quede tranquilo y relajado, haciendo que el sufrimiento y la pena se vean disminuida.

 

Ya sé que voy a morir, ya está, no me hables de futuro; sincérate conmigo y ayúdame a terminar este ciclo de la vida. Necesito ponerme en paz y hacer las paces, no me impidas hacer regalos y disponer libremente de mis pertenencias. Espera a que haya muerto para hablar de mi funeral y cuando estés conmigo dime cosas bonitas y ten en cuenta que tu presencia junto a mí no tiene que ser permanente, es suficiente que te sienta a ratos, comunicándote conmigo, también… en silencio.

 

Hay un punto que subrayo por encima de los demás: «No hables de mi funeral…». ¿Cuántas veces, sin darnos cuenta, y sin malicia, hemos comentado el paso siguiente al óbito? Hasta que uno no haya fallecido y, salvo otros males, igual el oído no lo ha perdido y está enterándose del color de las flores y si el ataúd será o no acolchado; al tiempo que toma nota de que será incinerado y no enterrado. Mucho cuidado, vayámonos preparando para lo seguro al tiempo que, si así lo estiman, conversemos con amigos y familiares sobre el particular. No se ha de tener miedo ni reparo tener previstas una serie de cuestiones para el antes, el momento y el después. Una cuestión está clara: lo único cierto con lo que venimos a este intervalo entre nacimiento y muerte es… la muerte. Al no saber el momento exacto hemos de tener preparada la mochila física (papeles, documentos varios) y, sobre todo, la espiritual.

 

Ya está amigo, continuaremos charlando al otro lado. Nos abrazaremos de nuevo.

 

 

Comentarios