Opinión

Pensar en las musarañas

Juan M. Uriarte
Juan M. Uriarte

Estar embelesado y distraído, divagando. “No divagues, vete al grano” te corrigen para mejorar la eficiencia comunicativa. “No te enredes, no le des vueltas…”. Hoy, con el calor implacable de agosto, se me habrá trastornado la cabeza y te digo: Divaga, quédate con la boca abierta, ensoñando.

 

En el verano hay que descansar. Toda la vida nos dijeron que descansar no consiste en no hacer nada, sino realizar otra ocupación. Ocupaciones de verano, lo llaman. Al niño hay que comprarle el libro de actividades de vacaciones: problemas, sumas, multiplicaciones, redacciones, dibujos, colorear; ahora con tablet, o guguelcrón. El ocio es pernicioso, el peligroso pensamiento ocioso y tal y tal. Al adulto y al anciano hay que darle ocupaciones, que tenga el cerebro ocupado, sin parar de hacer tareas. Hoy, con la chicharra de agosto, te contradigo: Divaga, quédate absorto, que vuele el pensamiento...

 

Cuando paseo por el muelle en Cartagena, cerca del faro llamado de Navidad, veo pescadores junto a una caña esperando, mirando al infinito, ensimismados en sus musarañas. Es que pensar en las musarañas es muy sano. Hoy quiero reivindicarlas. Frente al negocio eficaz, el ocio que no solo no es pérdida, sino que mejora el negocio. Divagar. Igual estáis aún dudando. Divagar o no divagar, esa es la cuestión. Soñar despierto, imaginar, dejar volar la imaginación, algo muy recomendable en verano y en el frío invierno. Siempre. Buscar momentos con una actitud expresa de desconexión es mejor para nuestro cerebro, nos hace más felices, y a nuestros hijos, mejor (neuro)desarrollados. La distracción vital, la desconexión laboral, de pantallas, introducirse en la divagación. La psiquiatra y autora de best-seller Marian Rojas habla de la voz interior y explica que además del aspecto ejecutivo central del cerebro, existe una red neuronal por defecto que funciona cuando no realizamos una tarea concreta y empezamos a divagar, a distraernos, a irnos mentalmente por los cerros de Úbeda.

 

Niños y adultos pues trabajamos mejor, se aprende mejor en la escuela, si existen momentos de pensar en las musarañas; con ellas están los recuerdos vividos y las ilusiones futuras. Es muy saludable para el niño tener ratos de aburrimiento (“pobrecito mi niño que se aburre”). Es fisiológicamente necesario que todos tengamos momentos de “aburrimiento”; mejora el aprendizaje y las emociones.

 

Verano. Echarte la siesta en casa de la abuela, despertarte y quedarte mirando el techo, o las gallinas del patio… ese momento en que empiezas a aburrirte comienzas a volar, ensoñar, divagar. La vida es también mirar al mar junto a la caña sin nada que hacer, ‘perdiendo el tiempo’, ese tiempo terapéutico que oxigena neuronas machacadas…

Quietud productiva, silencio eficaz, elucubración necesaria. Momentos-musarañas que traen ideas, ocurrencias y hasta soluciones a atascos mentales crónicos. La divagación puede encontrar una serendipia, un hallazgo azaroso. No guarda más relación que fonética, pero pareciera que las musas surjan al pensar en las musarañas. Emergen intuiciones salvadoras, ideas para un nuevo artículo, una nueva sinfonía o un precioso poema. La creatividad florece en la calma.

 

Vacaciones es descansar de telediarios, uff. Vacare, vacío.  Vacaciones es poner el cerebro en modo avión. Las pantallas y el móvil ocupan demasiado nuestras vidas. ‘Hay que desconectar’, lo decimos todos, lo hacen pocos; les confieso mi dificultad personal tantas veces. Sírvanme estas líneas también hoy para hacerme caer en la cuenta de que las vacaciones son literalmente días sagrados (Holy Days) de descanso, deseando introducirme en actitud más frecuente de sosiego interior. Nos vemos al inicio del curso. Divaguen mucho, amigos.

 

Juan M. Uriarte