Opinión

PENSANDO EN VOZ ALTA: EL ESCRITOR Y SUS MANÍAS (2)

Paco Marín
Paco Marín
PENSANDO EN VOZ ALTA: EL ESCRITOR Y SUS MANÍAS (2)

PENSANDO EN VOZ ALTA

 

EL ESCRITOR Y SUS MANÍAS (2)

 

A petición de algunos amigos, he decidido publicar una segunda ‘pensada’ con las manías de escritores. En esta ocasión, son de autores que intervienen en “Cartagena Negra 2025”. Igual que la anterior van sin nombres. 

 

«Llevando la vida que llevo, con dos hijos pequeños, una mujer con un puesto de responsabilidad, escribiendo columnas de opinión y demás, no me puedo permitir manías a la hora de escribir. Cuando tengo un instante me siento, pongo música —eso sí, es innegociable— y a crear».

«Me considero un poco «todoterreno» y «voluble» en este sentido. Hay días que necesito música y hay días que no soporto el más mínimo sonido a mi alrededor. Otras veces necesito enclaustrarme para que la novela avance y otras puedo ponerme a escribir con el teléfono en mitad de la ciudad bullendo a mi alrededor. En casa, previo a tomar asiento ante el ordenador, he tenido que enfundarme la «ropa vieja». Algún pijama, camiseta o chándal que igual hasta bien pensado me avergonzaría mostrar en público. El olor del café y su sabor perdurando en el paladar me predisponen. Y por supuesto, cosa que ha aprendido y a la que me rindo sin remisión. Las musas creativas con sus mejores ideas vienen cuando se les antoja. Sin respetar horarios. Las mías parecen tener predilección por la franja entre las cuatro y las cinco de la madrugada. Así que toca abrir los ojos y salir pitando hacia el ordenador. No resulta la opción de dar medio lado y seguir durmiendo y recordar la ocurrencia al despertar más tarde. Para entonces ya se ha desvanecido y no eres capaz de repetirla sobre el monitor con la brillantez con la que surgió».

«Música y un vaso de agua».

«No sé si considerarlo una manía, pero solo puedo escribir de día. En cuanto se va el sol me resulta imposible. En verano me encanta madrugar porque amanece pronto y a esa hora es perfecto escribir, sin desayunar siquiera».

«Ninguna en especial. Necesito silencio, tiempo y espacio. Lo normal, creo yo».

«Mas que manías es un tema de concentración. Cuando estoy creando, no corrigiendo, dejo de existir para el mundo».

«Silencio – o Beethoven - y café».

«Ninguna. Prefiero las mañanas, eso sí. Estoy curtido para escribir en cualquier circunstancia siempre que tengo una historia entre manos».

«Más que manías son métodos. Me levanto muy temprano a escribir, no por manía, sino por falta de tiempo... Suelo escribir en papel, y normalmente con pluma. El motivo no es otro que lo considero una primera toma de contacto con lo que quiero contar. Me di cuenta hace mucho que, si lo desarrollaba primero en papel en lugar de escribirlo en el ordenador, el procedimiento era más lento, y me permitía ir dándole forma a la idea. Cuando lo paso a ordenador, ya le termino de dar los retoques oportunos a las frases»

«Cada vez menos, como tengo menos tiempo me concentro más y mejor, olvidándome de manías y supersticiones».

«La verdad es que ninguna. La única, y no la considero una manía, sino una parte más del proceso de escritura, es que cuando me pongo con una novela tengo que escribir todos los días, para no perder el hilo e ir entrelazando los capítulos con concordancia y cierta coherencia. Por eso me lo pienso mucho antes de sentarme a escribir una novela, porque desde este punto de vista es una esclavitud. Paso muchos meses en barbecho que aprovecho para escribir cosas que no son novela y pensando historias nuevas para novelar. Sí, ya sé que queda muy bien decir «…tengo la necesidad de escribir todos los días…» porque «…lo necesito…» o porque «…no puedo estar sin escribir…», etc., pero en mi caso no es cierto. Hay muchas veces que no tengo nada que decir. En esos momentos es mejor hacer otras cosas y no dar el coñazo a los lectores».

«Escribo un capítulo al día. Puede que alguno más, pero nunca menos de eso. Necesito silencio absoluto. Y el café que no falte. Ah, y nunca cuento lo que tengo entre manos hasta que está terminado. Creo que es más productivo «hacer» que «contar lo que estás haciendo».

«Tengo muy poco tiempo para escribir y no soy de grandes manías. Siempre escribo en el mismo sitio y, en verano, me gusta hacerlo descalzo».

«No soy muy de manías. Lo único que necesito tener para poder escribir es música, pero en realidad la necesito para casi todo, soy músico-adicta. Escucho cualquier cosa, desde la lista que spotify selecciona para mí, a alguna lista que me preparo y poco más, aparte de escribir cuando estoy inspirada, cuando siento que tengo algo que contar. Soy incapaz de ponerme delante del ordenador y escribir por escribir para borrarlo todo al día siguiente. Y eso es todo, no puedo permitirme demasiadas manías porque escribo en el comedor rodeada de dos niños que me reclaman a cada poco, así que ser maniática sólo me haría desesperarme».

«Poquitas, creo. Solo necesito un poco de tranquilidad, aunque con dos niños pequeños en casa, esto puede ser muy complicado».

«Escribo de noche. Soy noctílope (no lo busquen en el diccionario). Y no puedo escribir si no tengo en casa Coca-Cola Zero y avellanas».

«Solo una, pero innegociable. Silencio absoluto. Mejor todavía si estoy completamente sola en casa».

«Pocas, según el día necesito música y sobre todo concentrarme, lo que no es fácil. No tengo un espacio propio para escribir, así que vago por la casa con el ordenador portátil en busca de uno, je, je».

«Muchas, demasiadas para ponerlas aquí. Podemos decir que escribo muy temprano, a las 6 de la mañana, que soy un maniático de las plumas y de los cuadernos, tengo una pequeña colección. La voluntad de madrugar es porque necesito saber que me levanto de la cama para hacer algo heroico cada día. Escribo en un escritorio de madera maciza puesto cara a la pared, con la persiana bajada, en una habitación que puede recordar a la oficina de Mejías. La novela me acompaña todo el tiempo en que la escribo: mientras compongo la historia llevo siempre una libreta donde hago anotaciones todo el tiempo: de alguien que me cruzo o de cualquier cosa que me suceda puedo rescatar un matiz, un detalle que luego desarrollo en la novela. Vivo obsesionado por la historia hasta que consigo que esta salgo de mí».

«Escribir y luego dejar reposar un tiempo para ver si tiene sentido lo escrito. Viajar, pasear, caminar por la montaña pensando en la trama, pero sin tomar notas, las que luego se recuerdan son las que valen, las otras no».

«Más que manías, tengo costumbres: escribo a mano y en lápiz. Me gusta escribir en los cafés, en cuanto noto que pierdo la concentración, cojo mi cuaderno y un estuche con lápiz, goma y sacapuntas y me voy a algún café. En cuanto me siento, ya puedo seguir escribiendo. Bueno, esto ya lo había contado, lo que no he contado es que cuando trabajo en un café no me molestan la música y los ruidos y cuando trabajo en casa, en cambio, necesito silencio».

«Pues pocas manías, la verdad. Sentado frente a mi ordenador, sin música, con los diccionarios de la RAE, el clásico y el de sinónimos y antónimos, internet abierto, para consultar cualquier duda… Lo único que me cuesta hacer mucho mientras escribo es leer a otros que escriban sobre lo mismo, porque me da siempre la sensación de que lo hacen mucho mejor que yo».

«Suelo escribir a mano, en cualquier terraza, con un café y un puro. Utilizo libretas y a veces papel reciclado. Me gusta el ritmo, el tempo que precisas cuando escribes a mano. El bolígrafo es una prolongación del pensamiento. Por la noche, en casa, lo reescribo delante del ordenador».

Hasta aquí.

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