Opinión

Montanaro de aquí: EL SILENCIO NO ES FÁCIL EN SEMANA SANTA

Montanaro de aquí: EL SILENCIO NO ES FÁCIL EN SEMANA SANTA

EL SILENCIO NO ES FÁCIL EN SEMANA SANTA

 

Cuando acariciamos el epilogo de la Cuaresma cartagenera mirando como siempre al cielo, volvemos a las rivalidades de antaño, unos quieren más, los californios y otros no quieren que tengan más, los marrajos, ante esto el resto permanece en el tendido de sol o de sombra, según su poderío y su particularidad, pero en cualquier caso ajenos, no es cuestión de hacer sangre del sofoco procesionista a lo “Velvet” protagonizado por el Santo Cáliz y su Hermano Mayor al frente quizás, por afinidad al jefe político de turno, o no, pero, no cabe duda de que las modas femeninas, la consternación patriarcal cristiana como enjundia, la política con ocurrencias de concejales y sobre todo, la mediocridad están fagotizando a la Semana Santa de Cartagena y su tradicional por longevo significado, de esto los californios tienen una ingente experiencia en favores y prebendas licitas, sin duda, pero dispersas bajo la humilde opinión de un lego en estos temas, como eternizar un cortejo Magno de Miércoles Santo con improvisados abalorios procesionales en forma de agrupación, siempre para doblar tercios…, que si masculino, que si femenino, que si infantil masculino, que si infantil femenino y trono, claro,  luego que si juvenil, que si promesas masculino, femenino…, en fin, un torrente de aptitudes soberbias para además, acalorar el Domingo de Ramos de estrellas innecesarias en un poderoso afán de protagonismo, y así los marrajos lo disfrutan hoy entre bambalinas y desfiles de fortuna que no se si afortunados en esta cuaresma.

Como veis. No hay una clara determinación de alejar los negros nubarrones de la discordia, quizás porque siempre es bueno sembrar la controversia en estas fechas y entre las principales hermandades, por esto de la memoria histórica ya que, como dijo Clemenceau “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra” y la palabra es disoluta y licenciosa y fácil de manejar, ¡mírenme a mí!

La Semana Santa de Cartagena es más que una cofradía y otra, no hemos aprendido nada, solo que la historia nos demuestra que los listos se aprovechan de todos en vanagloria fútil propia, acaso ¿no nos encontramos ante particulares feudos donde una tropa trivial, como lacayos conforma un entramado de defensa y amparo de la vanidad humana?, con esta fotografía, ni el museo, ni la promoción turística, ni nada de nada.

En Cartagena sigue siendo Cuaresma durante todo el año, ¿o ya no? Hace falta un gobierno institucional cofradiero que no permita abusos indiscriminados de días, de carreras, de eventos o de tiempos por parte de ninguna cofradía, mandatarios políticos, eclesiásticos, laicos y acólitos, hemos contaminado la Semana Santa de mediocridad política y de intereses fatuos y muy particulares. Representábamos, -uso el pretérito perfecto-, los cofrades cartageneros, de todos los colores, un despliegue de medios humanos con un notable patrimonio artístico, un patrimonio cargado con un profundo barroquismo de los que somos privilegiados herederos, privilegio del cual en numerosas ocasiones parece que no somos conscientes, realmente en poco años se ha multiplicado con exceso el “patrimonio” procesionista (por ser cordial), pero con un patrimonio nefasto, pueril e incluso nocivo para nuestros cortejos. La belleza artística y el sentimiento imaginero se quedó estancado hace décadas con Capuz, Benlliure, Salzillo, Talens, Lozano, Ardil…, y ¡todo no vale hoy!, y de esto la propia Cofradía California ha sido un gen exterminador producto de la vagueza ética de sus dirigentes de turno, tenemos cada año más imágenes y peanas dignas de darle resguardo en un oscuro almacén o quemadas en una falla de fortuna que, de ser procesionadas con lo que ello representa, simplemente por el hecho de engrandecer un cortejo que ya era grande sin necesidad de adornos inquisitorios de grandes agrupaciones, y encima de forma puntual, el del estreno, fueraparte a los problemas de personal que luego surgen ya que, faltan penitentes, portapasos, perdón, ahora con tanta verborrea progre, aquí incluido también, faltan penitentas, penitentos, portapasas y en este caso debido a que es un ingente modelo cristiano no hay ni portapases, sí muchos penitontos.

Este poderoso y responsable privilegio nos debe inculcar emociones consecuentes con lo que representamos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, y alejar de nuestros sentimientos las banalidades de grandiosidad y consensuada rivalidad mal interpretadas que nos alojan en espectáculos de diversión y distracción en nuestra Semana Santa, los cortejos no son cabalgatas, no son espacios de entretenimiento dónde colocar a una camarera delante la Última Cena como génesis de la Pasión, por ejemplo, sino de culto, devoción y admiración basado en el sacrificio ofrecido por sus consensuados y abnegados participantes, lejanos a la realidad representada y de la soberbia incierta que nos cubre en ocasiones como una púrpura túnica.

Debemos de analizar los posibles decesos de nuestras tradiciones, que son muchos, dejar de innovar e inventar para rellenar espacios y tiempos, así solo se aburre y desagrada y nos contaminamos de esa mediocridad institucional “in coming” que ha sido la culpable de este desliz morado de pasarela sin embargo, no nos percatamos de nuestras deudas presentes con el actual patrimonio, conservarlo, adorarlo y engrandecerlo en su propio entronamiento emocional, ¡no todo vale!, no valen peanas baratas de mercado egipcio o vecino todavía más irrelevantes, no vale la imaginería de belén navideño, no valen protagonismo fútiles, muy exacerbados con bordados desarmónicos con la vieja y artística laboriosidad manual.

Los capellanes derrochan mensajes de solidaridad y de sentimiento cristiano, ahora más que nunca debemos de estar todos los cofrades predicando con el ejemplo y desbordar nuestros sentimientos en permanente catequesis penitencial de humildad y caridad y no pensar en hacer un tercio nuevo porque lo tiene uno y otro, no banalizar la Semana Santa, la herencia y la tradición, hoy, hay que demostrar que la Iglesia está por encima de la mediocridad progresista de políticos de bambalinas, de la desfachatez de los hemiciclos, y de las afrentas progresistas aconfesionales que sin duda se están gestando en los oscuros despachos en un absurdo alarde de laicidad hipócrita. Como dicen por ahí, puesto a decir tonterías anglosajonas cuando se encamina un nuevo negocio o asunto, la mediocridad “is coming” a nuestra Semana Santa. Y sinceramente, creo que peligra tal y como la hemos conocido.

La Cartagena confesional se aleja el prototipo de laicidad que nuestros gobernantes de forma sórdida nos quieren inculcar, la Iglesia y las Cofradías, deben abordar con seriedad y unidad el nuevo siglo, pero sin deslealtades desde un organismo jerárquico, y ¿por que no?, con suficiente poder para poner control en el caos y al desorden de los caóticos interesados.

Quizás, algunas agrupaciones han perdido el horizonte que en su día las conformaron, la estabilidad socioeconómica para mantener viva a través de la Hermandad la catequesis de la Religión Cristiana en nuestro entorno, debiéndose a sus hermanos, no al contrario. Un catecismo que se hace único en nuestras latitudes y que cada día, cada año, nos empeñamos en deteriorar en todas sus extensiones; religiosas, culturales y sociales. Destruimos el segmento cultural que nos puede hacer visible al foráneo, nuestro malogrado Museo de Semana Santa, como ese niño que no se le permite vivir y que está condenado a perecer.

 El marchamo de Internacionalidad no se consiguió para colgarlo de los carteles y publicaciones pasionarias, fue para recompensar el trabajo realizado durante siglos, repito, siglos y apoyar el duro compromiso de futuro en el desarrollo socioeconómico de la ciudad departamental unida siempre a la supremacía única de nuestros desfiles en esa gran representación del drama de Cristo que nos implica, ya no a los visitantes, sino a los propios protagonistas del cortejo, un suspiro de humildad, virtud hoy tan lejana. ¿Sabemos realmente hacia donde debemos de ir?, ¿sabemos trasladar, en una sociedad como la actual, el compromiso a los más pequeños de la fe y las principales virtudes y valores morales?, ¿Cuidamos nuestra filosofía de conjunto?, sólo nos situamos en estaciones de un Vía Crucis banal y vacío que se nutren en el oropel y la soberbia como aquellos mercaderes y figurantes fariseos del drama del Pretorio.

La reflexión en cada estación del Vía Crucis, en cada imagen procesionada por cualquier agrupación o cofradía, en cada recodo del cortejo, de la carrera…, es un renuevo de aire necesario para mejorar, perdonar e intentar conseguir cierto refugio del siempre desdeñado espíritu.

Resumo, cuidemos nuestro patrimonio y no inventemos banalidades por envidias y celos, volvamos a los representaciones estáticas pre desfiles, las dinámicas para la propia semana santa, no hagamos más el ridículo, para la algarabía y la lisonja están otras fiestas.

La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. San Agustín