LA PLAZA DEL LAGO

LA PLAZA DEL LAGO

La plaza de La Merced, o como a nosotros nos gusta llamar a este cachito de la ciudad, EL LAGO, ha sido un cruce de caminos constante en mi vida, y seguramente para gran parte de vosotros.

Cuatro veces al día pasaba por allí, en autobús o caminando para ir al colegio de las Adoratrices desde mi barrio, Santa Lucía. Si iba caminando tenía ventajas e inconvenientes, al igual que si iba sóla o acompañada por mi madre.

Desde el autobús sólo tenía unos segundos para observar a las niñas del colegio de San Miguel que subían comiendo crespillos y al señor del kiosco de los helados. Y si iba andando, tenía que asumir el cansancio del día, el horrible picor en las piernas cuando pasaba por la plaza Bastarreche, algo que nunca llegué a saber el porqué, pero la suerte, sobre todo si iba con mi madre, de conseguir un helado, comprar magdalenas gigantes riquísimas en la panadería Maestre y pararnos a mirar el escaparate de la perfumería Basy que siempre tenía las últimas novedades. En aquel momento se me abrían los ojos mucho ante aquellos estuches tan bien presentados de la colonia DON ALGODÓN, MANGO y aquellas otras por las que todas las chicas de mi edad nos volvíamos locas por tener.

Por eso hace unos días, cuando pasé por allí, y no de casualidad sino porque mis pies me guiaron, hice un giro lento de 360 grados. Bueno, porque mis pies me guiaron y porque hay un lugar que me gusta visitar periódicamente y no me canso de hacerlo, El Palacio de Aguirre. La representación del Modernismo de la ciudad, que es tan bonito…Soy una amante de Víctor Beltrí, y qué suerte tuvo ese minero, Camilo Aguirre, de encargarle construir ese palacete donde cada vez que voy me siento un poco princesa.

Y en mi giro lento y observador, y como siempre aconsejo, mirando hacia arriba, ese balcón y mirador eternamente perfecto del edificio de otro arquitecto que nos hace soñar, Tomás Rico, al que pusieron el  nombre de  La casa de Celestino Martínez. Ummm, ojalá se llamara La casa de Eva, estaríais todos invitados, pero bueno, contenta estoy de tener al menos una ventana, que no es poco, ja ja.

Estoy en ese momento que si cierro los ojos, me quedo asombrada de los recuerdos que esta plaza me trae. Y aquí, junto a LA FAROLA DEL LAGO,puedo sentir el murmullo de aquel mercadillo tempranero donde mil veces escuché ,y mira que era pequeña, aquello de: “¿te han robado el radio cassette?, pues ve temprano al Lago que seguro que lo encuentras y lo puedes comprar.”. Claro, eres pequeña pero escuchas….Pues eso, que parece ser que la fama no era buena, pero claro, habría de todo, aunque no lo recuerdo bien. Supongo que antigüedades y muchas otras cosas, además de los puestos de aquellos “amigos de lo ajeno”.